HISTORIA
Museo de la Historia de Madrid
El Museo de Historia de Madrid, es un gran desconocido de los visitantes culturales de la Capital. Dos notas iniciales: Su entrada es gratuita, y se encuentra enfrente del Tribunal de Cuentas, en una zona de gran animación para que, quien lo visite, si luego tiene ganas, siga el recorrido comercial de la parte peatonal de Fuencarral, o bien se adentre en la zona de Malasaña a empaparse de ese ambiente particular que empapa todo ese barrio, mucho más civilizado ahora que en los movidos años ochenta.
Merece la pena detenerse en la fachada del edificio que lo acoge. Una obra maestra del barroco español más avanzado, signada por Pedro de Ribera. Sede del antiguo Hospicio (Del Ave Maria y San Fernando), el Museo creado en 1929, tuvo como primer director a Manuel Machado. Arranca el Museo desde la designación de Madrid como sede del Reino por Felipe II, y existe en toda la traza museística una fuerte veta de instrucción y divulgación de la historia de la Ciudad. Al tratarse de un edificio rehabilitado la exposición se organiza en todas las plantas, por tanto bastantes escaleras, y muchas salas, catorce, con una amplia variedad tipológica y temática.
Es llamativo viendo en perspectiva el Museo, la función de la propia Ciudad como espacio del poder, legitimador de la Autoridad Real; en este sentido, la cantidad de cuadros que reúne de Arcos de Triunfo, de espacios decorados de la Villa para desfiles y homenajes a cargo del Concejo o de los Gremios para honrar a los Reyes de turno o a los vencedores de las incontables guerras que jalonan nuestra atribulada historia.
Verdadera arquitectura efímera con la que se engalanaba la Villa y Corte para cimentar los triunfos del poder Real.
De los primeros Austrias sobresale la escultura en alabastro de Felipe II realizada por Pompeo Leoni, que conecta con toda la colección ubicada actualmente en el Claustro de los Jerónimos, integrado en la ampliación del Museo de Prado, los lienzos de Antonio Arias y Rigaud.
La visita es muy entretenida al mezclar pinturas, esculturas, con unas maquetas hermosísimas y diferentes planos de la traza que iba tomando la capital. Cómo capital del Reino, refleja nuestra variada y en ocasiones desgraciada historia; por ejemplo el curioso ovalo en el que estuvo el retrato del Rey Bonaparte, después el Rey Felón y luego simplemente la inscripción del Dos de Mayo.
Son numerosos los cuadros de la Plaza Mayor en sus diversas configuraciones, de la Puerta del Sol, etc.
Merece mencionarse la Real Fábrica de Porcelana de Retiro, exhibiéndose unos ejemplares valiosísimos; esta fábrica, iniciativa de Carlos III, que había impulsado otra ya en Capodimonte, cuyos procesos eran secretísimos, fue destruida por Wellington en la guerra de la Independencia, dicen que para que no compitiera con la propia porcelana inglesa. Las piezas que se exhiben son de un colorido, de una finura, y una exquisitez absolutas.
Entre los diversos pintores, Goya, Sorolla, grabados de Ricardo Baroja Nessi, y de Salvador Martínez Cubells, familiar de una ilustre familia de gran arraigo en nuestra provincia.
Para el que le interese profundizar, después de la visita al Museo, es muy práctica la Guía del Museo Municipal de Madrid, que se puede descargar en pdf por internet.
Mención aparte merecen los planos de la ciudad, los diseños de las fuentes de Cibeles y Neptuno, los proyectos de Ventura Rodríguez, o los dibujos de Juan de Villanueva para el Observatorio Astronómico o el Oratorio de Caballero de Gracia (Actualmente prácticamente “desaparecido” entre los edificios que lo circundan en la Gran Vía).
Insisto en ello, es un museo amable, fácil de ver, entretenido, lleno de detalles curiosos, agradable de conocer; sin aglomeraciones, y que aporta una magnífica visión de nuestra Historia, desde la pequeña historia de la capital del Reino.
El museo guarda la planta baja, muy luminosa para sus exposiciones temporales, de alguna de ellas ya hemos realizado alguna crónica.
Y en el sótano es imprescindible visitar la maqueta de 1830 de Gil de Palacio.
León Gil de Palacio fue un ingeniero y cartógrafo militar, nacido en Barcelona, ingresado en la Real Academia Militar de Matemáticas y Fortificaciones de Barcelona, precedente del Arma de Ingenieros, ejemplo de descentralización administrativa adoptada por Felipe V, tan denostado ahora por los nacionalistas catalanes, que la creó en la Ciudadela de esa Ciudad, con sucursales en Orán y Ceuta.
León Gil Palacios, militar culto y liberal, artillero e ingeniero, (Decían de él: “De levantadas ideas liberales”) ascendido a capitán por sus heridas de guerra en la batalla de Bailén, es proscrito parte de su vida por su ideología, pero es capaz de reinventarse, y crea una primera maqueta de la Torre de Hércules, coruñesa; seguida de una maqueta de la ciudad de Valladolid que agradó a Fernando VII; sus trabajos geodésicos gustaron al Rey Felón, que le “purifico” encomendándole el Gabinete Topográfico del Buen Retiro, y luego, seguidamente por Real Orden el modelo de la maqueta de Madrid, mandando que se realizara en madera de chopo. La propia vida del constructor de enormemente llamativa, auxiliado por sus compañeros de artillería y por la protección del infante Francisco de Paula, lo que le permitió crear esta obra que sin duda le ha permitido pasar a la posteridad. Fue auxiliado por dos subtenientes José Bielsa y Patricio de la Escosura, este último, famoso después por sus obras de teatro románticas.
La maqueta ocupa más de dieciocho metros cuadrados, en madera y papel, tratándose de uno de los primeros modelos urbanos de arquitectura civil, a escala 1:816 se constituye en fuente directa, fidelísima para conocer la geografía histórica de la ciudad, todavía encerrada en la cerca que levantó Felipe IV, con sus 17 puertas, siendo testimonio gráfico del Madrid anterior a los ensanches. Dividida en 10 bloques, se utilizó madera de chopo, seda, hilo y lana para los árboles, metal para los chapiteles y cúpulas, verjas y estatutas, etc.
Lla reproducción de cada edificio, calle plaza, fuente, iglesias (muchas iglesias y conventos, recuerdo del peso de la Iglesia y la Religión en nuestra complicada historia), representando los espacios libres, las plazas, etc.; por primera vez se levantaron planos de los interiores libres de las manzanas y también por primera vez se incluyó la altimetría de la Corte.
Como resumen, una visita obligada en Madrid, tanto el Museo de Historia de la Capital, como la maqueta de la Ciudad.
Jesús Galache Riesco
El Museo de Historia de Madrid, es un gran desconocido de los visitantes culturales de la Capital. Dos notas iniciales: Su entrada es gratuita, y se encuentra enfrente del Tribunal de Cuentas, en una zona de gran animación para que, quien lo visite, si luego tiene ganas, siga el recorrido comercial de la parte peatonal de Fuencarral, o bien se adentre en la zona de Malasaña a empaparse de ese ambiente particular que empapa todo ese barrio, mucho más civilizado ahora que en los movidos años ochenta.
Merece la pena detenerse en la fachada del edificio que lo acoge. Una obra maestra del barroco español más avanzado, signada por Pedro de Ribera. Sede del antiguo Hospicio (Del Ave Maria y San Fernando), el Museo creado en 1929, tuvo como primer director a Manuel Machado. Arranca el Museo desde la designación de Madrid como sede del Reino por Felipe II, y existe en toda la traza museística una fuerte veta de instrucción y divulgación de la historia de la Ciudad. Al tratarse de un edificio rehabilitado la exposición se organiza en todas las plantas, por tanto bastantes escaleras, y muchas salas, catorce, con una amplia variedad tipológica y temática.
Es llamativo viendo en perspectiva el Museo, la función de la propia Ciudad como espacio del poder, legitimador de la Autoridad Real; en este sentido, la cantidad de cuadros que reúne de Arcos de Triunfo, de espacios decorados de la Villa para desfiles y homenajes a cargo del Concejo o de los Gremios para honrar a los Reyes de turno o a los vencedores de las incontables guerras que jalonan nuestra atribulada historia.
Verdadera arquitectura efímera con la que se engalanaba la Villa y Corte para cimentar los triunfos del poder Real.
De los primeros Austrias sobresale la escultura en alabastro de Felipe II realizada por Pompeo Leoni, que conecta con toda la colección ubicada actualmente en el Claustro de los Jerónimos, integrado en la ampliación del Museo de Prado, los lienzos de Antonio Arias y Rigaud.
La visita es muy entretenida al mezclar pinturas, esculturas, con unas maquetas hermosísimas y diferentes planos de la traza que iba tomando la capital. Cómo capital del Reino, refleja nuestra variada y en ocasiones desgraciada historia; por ejemplo el curioso ovalo en el que estuvo el retrato del Rey Bonaparte, después el Rey Felón y luego simplemente la inscripción del Dos de Mayo.
Son numerosos los cuadros de la Plaza Mayor en sus diversas configuraciones, de la Puerta del Sol, etc.
Merece mencionarse la Real Fábrica de Porcelana de Retiro, exhibiéndose unos ejemplares valiosísimos; esta fábrica, iniciativa de Carlos III, que había impulsado otra ya en Capodimonte, cuyos procesos eran secretísimos, fue destruida por Wellington en la guerra de la Independencia, dicen que para que no compitiera con la propia porcelana inglesa. Las piezas que se exhiben son de un colorido, de una finura, y una exquisitez absolutas.
Entre los diversos pintores, Goya, Sorolla, grabados de Ricardo Baroja Nessi, y de Salvador Martínez Cubells, familiar de una ilustre familia de gran arraigo en nuestra provincia.
Para el que le interese profundizar, después de la visita al Museo, es muy práctica la Guía del Museo Municipal de Madrid, que se puede descargar en pdf por internet.
Mención aparte merecen los planos de la ciudad, los diseños de las fuentes de Cibeles y Neptuno, los proyectos de Ventura Rodríguez, o los dibujos de Juan de Villanueva para el Observatorio Astronómico o el Oratorio de Caballero de Gracia (Actualmente prácticamente “desaparecido” entre los edificios que lo circundan en la Gran Vía).
Insisto en ello, es un museo amable, fácil de ver, entretenido, lleno de detalles curiosos, agradable de conocer; sin aglomeraciones, y que aporta una magnífica visión de nuestra Historia, desde la pequeña historia de la capital del Reino.
El museo guarda la planta baja, muy luminosa para sus exposiciones temporales, de alguna de ellas ya hemos realizado alguna crónica.
Y en el sótano es imprescindible visitar la maqueta de 1830 de Gil de Palacio.
León Gil de Palacio fue un ingeniero y cartógrafo militar, nacido en Barcelona, ingresado en la Real Academia Militar de Matemáticas y Fortificaciones de Barcelona, precedente del Arma de Ingenieros, ejemplo de descentralización administrativa adoptada por Felipe V, tan denostado ahora por los nacionalistas catalanes, que la creó en la Ciudadela de esa Ciudad, con sucursales en Orán y Ceuta.
León Gil Palacios, militar culto y liberal, artillero e ingeniero, (Decían de él: “De levantadas ideas liberales”) ascendido a capitán por sus heridas de guerra en la batalla de Bailén, es proscrito parte de su vida por su ideología, pero es capaz de reinventarse, y crea una primera maqueta de la Torre de Hércules, coruñesa; seguida de una maqueta de la ciudad de Valladolid que agradó a Fernando VII; sus trabajos geodésicos gustaron al Rey Felón, que le “purifico” encomendándole el Gabinete Topográfico del Buen Retiro, y luego, seguidamente por Real Orden el modelo de la maqueta de Madrid, mandando que se realizara en madera de chopo. La propia vida del constructor de enormemente llamativa, auxiliado por sus compañeros de artillería y por la protección del infante Francisco de Paula, lo que le permitió crear esta obra que sin duda le ha permitido pasar a la posteridad. Fue auxiliado por dos subtenientes José Bielsa y Patricio de la Escosura, este último, famoso después por sus obras de teatro románticas.
La maqueta ocupa más de dieciocho metros cuadrados, en madera y papel, tratándose de uno de los primeros modelos urbanos de arquitectura civil, a escala 1:816 se constituye en fuente directa, fidelísima para conocer la geografía histórica de la ciudad, todavía encerrada en la cerca que levantó Felipe IV, con sus 17 puertas, siendo testimonio gráfico del Madrid anterior a los ensanches. Dividida en 10 bloques, se utilizó madera de chopo, seda, hilo y lana para los árboles, metal para los chapiteles y cúpulas, verjas y estatutas, etc.
Lla reproducción de cada edificio, calle plaza, fuente, iglesias (muchas iglesias y conventos, recuerdo del peso de la Iglesia y la Religión en nuestra complicada historia), representando los espacios libres, las plazas, etc.; por primera vez se levantaron planos de los interiores libres de las manzanas y también por primera vez se incluyó la altimetría de la Corte.
Como resumen, una visita obligada en Madrid, tanto el Museo de Historia de la Capital, como la maqueta de la Ciudad.
Jesús Galache Riesco

















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