NOCTURNOS
La bella y la bestia
Que una dama tan bella como tú nunca podría amar a un hombre tan grotesco como yo, lo asumí desde que supe que existías. Pura lógica. Cierto que, de cuando en cuando, se contemplan parejas asimétricas: mujer espléndida, escultural, top, asida a un tipo vulgar, sin clase, sin genio. ¿Por qué?
Siempre aspiré a saborear los manjares de la vida. Y tú me pareciste un lujo de mujer que merecía conocerse. Porque si tú hermosura, lo que captaba mi lujuriosa mirada, escondía talento, genio, clase, entre los pliegues del alma, me obligaría a conocerte, a descubrir si había encontrado a la fémina perfecta, ese tipo de señorita que te presenta un problema irresoluble: ¿Pesa más su belleza, la forma de sus senos, sus largas y torneadas piernas que el deleite que provoca su inteligencia? Hubo momentos en los que creí enamorarme de tu clase, de tu cultura y personalidad. E instantes en los que aposté por tus labios, ese movimiento sensual que despedía tu forma de caminar, la perfección de tus glúteos. Me enamoré de un todo, yo que era nada.
Ahora, cuando apenas te recuerdo, asumo que un sujeto de tan escaso atractivo como el mío jamás debe arriesgar su estabilidad emocional enamorándose de mujeres tan hermosas como vuesa merced. Perdóname por haberme enamorado de un capricho de dioses humanos.
Eugenio-Jesús de Ávila
Que una dama tan bella como tú nunca podría amar a un hombre tan grotesco como yo, lo asumí desde que supe que existías. Pura lógica. Cierto que, de cuando en cuando, se contemplan parejas asimétricas: mujer espléndida, escultural, top, asida a un tipo vulgar, sin clase, sin genio. ¿Por qué?
Siempre aspiré a saborear los manjares de la vida. Y tú me pareciste un lujo de mujer que merecía conocerse. Porque si tú hermosura, lo que captaba mi lujuriosa mirada, escondía talento, genio, clase, entre los pliegues del alma, me obligaría a conocerte, a descubrir si había encontrado a la fémina perfecta, ese tipo de señorita que te presenta un problema irresoluble: ¿Pesa más su belleza, la forma de sus senos, sus largas y torneadas piernas que el deleite que provoca su inteligencia? Hubo momentos en los que creí enamorarme de tu clase, de tu cultura y personalidad. E instantes en los que aposté por tus labios, ese movimiento sensual que despedía tu forma de caminar, la perfección de tus glúteos. Me enamoré de un todo, yo que era nada.
Ahora, cuando apenas te recuerdo, asumo que un sujeto de tan escaso atractivo como el mío jamás debe arriesgar su estabilidad emocional enamorándose de mujeres tan hermosas como vuesa merced. Perdóname por haberme enamorado de un capricho de dioses humanos.
Eugenio-Jesús de Ávila
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.17