CON LOS CINCO SENTIDOS
Sin nombre: hoy más que nunca
Hoy, una amiga querida, me ha puesto en el brete de dar mi particular visión sobre un hecho trágico ocurrido el 18 de abril de 2015. Ese 18 de abril fallecieron cerca de mil personas en el naufragio de una barcaza en el Canal de Sicilia. Un equipo de forenses trabajó de manera incansable durante tres duros y largos meses en la identificación de los cuerpos. Algunos de los supervivientes hablaban de más muertos, de más horror, pero sólo el fondo del Mar Mediterráneo lo sabrá. Este equipo de forenses quería dignificar esos cuerpos enjutos y dar honrosa sepultura a sus huesos, aunque no llegaran a saber la mayor parte de los nombres de los que se hallaban en sus camillas o mesas frías para la labor que se quedaría imborrable en sus memorias.
Pero un caso llamó especialmente su atención. La historia de un niño de Mali de unos 14 años que conmueve de una manera particularmente dolorosa. Conmueve hasta el llanto, no porque su trágica muerte fuese menos truculenta que la del resto de las mil personas que ese fatídico día hallaron la muerte en el ahogo de un mar cálido. No, no es eso, este niño de tan solo 14 años llevaba cosido un paquetito en el forro interior de su chaqueta. Era un taquito de hojas descoloridas con sus brillantísimas notas escolares.
Quizá pensó que sus notas, su espectacular expediente académico, sería la mejor carta de presentación cuando lograse arribar a puerto seguro en cualquier país de esta Europa que está perdiendo el norte, que está perdiendo los cuatro puntos cardinales de la honestidad y de la dignidad. Han pasado casi cuatro años de aquella tragedia sin parangón y no hemos aprendido absolutamente nada.
No hemos hecho nada, no hemos ayudado ni honrado a los ahogados en ese inmenso cementerio que es el Mar Mediterráneo. Ahora se lo ponemos cada vez más difícil al que quiere cambiar su miseria por un lugar mejor, pero Europa ya no es un lugar mejor. Huele a podredumbre, a xenofobia y a intolerancia. Y es un hedor que se extiende cada vez con más virulencia. Somos un poco menos humanos cada vez que alguien muere en nuestras costas y no hacemos algo por remediarlo de manera conjunta. Algo de nosotros mismos se va con ellos. Y no vuelve.
Pero estamos ante un hecho de similares características importado de fuera de la Unión y es la propia Des- UNIÓN EUROPEA la que nos culpabiliza a los de siempre, a los de siempre, España Italia y Portugal, por mala gestión de la crisis migratoria, por mala gestión de la crisis del COVID-19. Siempre somos y seremos, mal que nos pese, el puto basurero de los desechos de países como Alemania y Holanda, con sus salchichas y su chucrut.. No voy a pararme ahora a recordar quién fue el mayor y más aberrante genocida jamás conocido de la historia humana. Era europeo.
Y todos estuvimos a una, unidos, otros, a verlas venir, por cobardes. De ahí nació esta UNIÓN EUROPEA a la que necesitamos siempre, pero ahora, después de varias décadas, la necesitamos en un momento determinante y decisivo. Y la SEÑORA, va y se nos pone de perfil, la muy chulaza, como si el resto de los países no formaran parte de su club.
Quizá nunca nos consideraron a su altura. Pero caerán como moscas todos si no paramos esto, si no se les quita de la cabeza a los que nos miran desde arriba, que han de sacar Bonos Europeos para pagar lo que cueste la debacle, no cada país se ha de rescatar a sí mismo, NO. Somos una unión de países que nacieron al amparo de una terrible guerra que cercenó millones de vidas y obligó a todos los países del mundo moderno a poner su granito de arena para reconstruirlo. Basta ya de pajas mentales y de política de moqueta. ¡¡Basta ya!! Está muriendo gente, coño.
. Nélida L. del Estal Sastre
Hoy, una amiga querida, me ha puesto en el brete de dar mi particular visión sobre un hecho trágico ocurrido el 18 de abril de 2015. Ese 18 de abril fallecieron cerca de mil personas en el naufragio de una barcaza en el Canal de Sicilia. Un equipo de forenses trabajó de manera incansable durante tres duros y largos meses en la identificación de los cuerpos. Algunos de los supervivientes hablaban de más muertos, de más horror, pero sólo el fondo del Mar Mediterráneo lo sabrá. Este equipo de forenses quería dignificar esos cuerpos enjutos y dar honrosa sepultura a sus huesos, aunque no llegaran a saber la mayor parte de los nombres de los que se hallaban en sus camillas o mesas frías para la labor que se quedaría imborrable en sus memorias.
Pero un caso llamó especialmente su atención. La historia de un niño de Mali de unos 14 años que conmueve de una manera particularmente dolorosa. Conmueve hasta el llanto, no porque su trágica muerte fuese menos truculenta que la del resto de las mil personas que ese fatídico día hallaron la muerte en el ahogo de un mar cálido. No, no es eso, este niño de tan solo 14 años llevaba cosido un paquetito en el forro interior de su chaqueta. Era un taquito de hojas descoloridas con sus brillantísimas notas escolares.
Quizá pensó que sus notas, su espectacular expediente académico, sería la mejor carta de presentación cuando lograse arribar a puerto seguro en cualquier país de esta Europa que está perdiendo el norte, que está perdiendo los cuatro puntos cardinales de la honestidad y de la dignidad. Han pasado casi cuatro años de aquella tragedia sin parangón y no hemos aprendido absolutamente nada.
No hemos hecho nada, no hemos ayudado ni honrado a los ahogados en ese inmenso cementerio que es el Mar Mediterráneo. Ahora se lo ponemos cada vez más difícil al que quiere cambiar su miseria por un lugar mejor, pero Europa ya no es un lugar mejor. Huele a podredumbre, a xenofobia y a intolerancia. Y es un hedor que se extiende cada vez con más virulencia. Somos un poco menos humanos cada vez que alguien muere en nuestras costas y no hacemos algo por remediarlo de manera conjunta. Algo de nosotros mismos se va con ellos. Y no vuelve.
Pero estamos ante un hecho de similares características importado de fuera de la Unión y es la propia Des- UNIÓN EUROPEA la que nos culpabiliza a los de siempre, a los de siempre, España Italia y Portugal, por mala gestión de la crisis migratoria, por mala gestión de la crisis del COVID-19. Siempre somos y seremos, mal que nos pese, el puto basurero de los desechos de países como Alemania y Holanda, con sus salchichas y su chucrut.. No voy a pararme ahora a recordar quién fue el mayor y más aberrante genocida jamás conocido de la historia humana. Era europeo.
Y todos estuvimos a una, unidos, otros, a verlas venir, por cobardes. De ahí nació esta UNIÓN EUROPEA a la que necesitamos siempre, pero ahora, después de varias décadas, la necesitamos en un momento determinante y decisivo. Y la SEÑORA, va y se nos pone de perfil, la muy chulaza, como si el resto de los países no formaran parte de su club.
Quizá nunca nos consideraron a su altura. Pero caerán como moscas todos si no paramos esto, si no se les quita de la cabeza a los que nos miran desde arriba, que han de sacar Bonos Europeos para pagar lo que cueste la debacle, no cada país se ha de rescatar a sí mismo, NO. Somos una unión de países que nacieron al amparo de una terrible guerra que cercenó millones de vidas y obligó a todos los países del mundo moderno a poner su granito de arena para reconstruirlo. Basta ya de pajas mentales y de política de moqueta. ¡¡Basta ya!! Está muriendo gente, coño.
. Nélida L. del Estal Sastre
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