OPINIÓN
La tiranía del postureo
Óscar de Prada López
Cuenta Fernando Díaz Villanueva en su obra "Sic Semper Tyrannis" que conquistar el poder y detentarlo indefinidamente es la razón última y única de la política. Así, concluye que la política es una enfermedad y la tiranía su expresión más extrema -definida como "la conclusión lógica de los que ejercen la política sin cortapisas hasta sus últimas consecuencias". Sabiendo esto, cualquiera deduce que un sistema democrático puede quedar fascinado por un líder carismático y rendirle cuentas sin pedirle que lo haga ante el pueblo. Hasta los lobos con piel de cordero se reciclan en tiempos de crisis.
Con Sánchez no han bastado escándalos ministeriales, el plagio de una tesis doctoral, una repetición electoral, pactos de último segundo con golpistas y promesas incumplidas. Cada día vuelve a la carga como si desayunara Duracell, o todo le resbalara, o una mezcla de ambas. En la vida real, sabemos que las cucarachas tienen una altísima resistencia a la radiación nuclear y pueden sobrevivir en situaciones límite. Podría inferirse algo semejante de este Ejecutivo, tan tóxico como dotado para la supervivencia. Es lo que tiene saberte en manos de quien controla la percepción del electorado, lo dotas de millones para que siga ejerciendo como tu encantador de serpientes.
Cuantos más motivos da este Gobierno para merecer la ira popular y un cese fulminante, más se esfuerzan sus incautos valedores por desviar la atención de quienes buscan justicia. Velar por quien no vela tus intereses o sólo finge hacerlo suena suicida. Consideremos cómo amparó Iglesias en la sempiterna libertad de expresión una cacerolada contra el Rey emérito, mostrándose él mismo alérgico a tal medicina. La proporcionalidad en democracia se presupone, otra cosa es que quienes la exigen sepan admitirla llegado el caso. O administrarla, imponiendo a los demás sacrificios sin dar ejemplo.
Al final de su vida, Catón el Viejo -político y militar romano- cerraba sus intervenciones ante el Foro siempre con una coletilla lapidaria. Todo un ejemplo de constancia ideológica, como esa obcecación de la coalición progre por vender espejismos o descargar su responsabilidad en tiempos pretéritos. De haber existido Twitter en la antigua Roma, aquel "Carthago delenda est" se habría convertido en un hastag de gran repercusión mediática. Hoy igual lo censurarían, de ir dirigido hacia ciertos mandamases por su incompetencia manifiesta. La indignación sólo se traducirá en aplausos cuando cese quien la provoca.
Cuenta Fernando Díaz Villanueva en su obra "Sic Semper Tyrannis" que conquistar el poder y detentarlo indefinidamente es la razón última y única de la política. Así, concluye que la política es una enfermedad y la tiranía su expresión más extrema -definida como "la conclusión lógica de los que ejercen la política sin cortapisas hasta sus últimas consecuencias". Sabiendo esto, cualquiera deduce que un sistema democrático puede quedar fascinado por un líder carismático y rendirle cuentas sin pedirle que lo haga ante el pueblo. Hasta los lobos con piel de cordero se reciclan en tiempos de crisis.
Con Sánchez no han bastado escándalos ministeriales, el plagio de una tesis doctoral, una repetición electoral, pactos de último segundo con golpistas y promesas incumplidas. Cada día vuelve a la carga como si desayunara Duracell, o todo le resbalara, o una mezcla de ambas. En la vida real, sabemos que las cucarachas tienen una altísima resistencia a la radiación nuclear y pueden sobrevivir en situaciones límite. Podría inferirse algo semejante de este Ejecutivo, tan tóxico como dotado para la supervivencia. Es lo que tiene saberte en manos de quien controla la percepción del electorado, lo dotas de millones para que siga ejerciendo como tu encantador de serpientes.
Cuantos más motivos da este Gobierno para merecer la ira popular y un cese fulminante, más se esfuerzan sus incautos valedores por desviar la atención de quienes buscan justicia. Velar por quien no vela tus intereses o sólo finge hacerlo suena suicida. Consideremos cómo amparó Iglesias en la sempiterna libertad de expresión una cacerolada contra el Rey emérito, mostrándose él mismo alérgico a tal medicina. La proporcionalidad en democracia se presupone, otra cosa es que quienes la exigen sepan admitirla llegado el caso. O administrarla, imponiendo a los demás sacrificios sin dar ejemplo.
Al final de su vida, Catón el Viejo -político y militar romano- cerraba sus intervenciones ante el Foro siempre con una coletilla lapidaria. Todo un ejemplo de constancia ideológica, como esa obcecación de la coalición progre por vender espejismos o descargar su responsabilidad en tiempos pretéritos. De haber existido Twitter en la antigua Roma, aquel "Carthago delenda est" se habría convertido en un hastag de gran repercusión mediática. Hoy igual lo censurarían, de ir dirigido hacia ciertos mandamases por su incompetencia manifiesta. La indignación sólo se traducirá en aplausos cuando cese quien la provoca.