TERNURA
Abuela
Al empezar este duro y largo confinamiento, en casa se decidió comenzar un torneo de parchís familiar. Al decir familiar me refiero a mi padre, mi hermano, mi hermana, mi abuela y yo. Me gustaría resaltar a mi abuela, la cual verdaderamente no es más que mi vecina Pilar y con la cual no guardamos ningún tipo de parentesco. Es una señora de más de 90 años que desde que tengo recuerdo ha ejercido de algo similar a una abuela con mis hermanos y conmigo.
Médicos de los Países Bajos afirman que llevar a las personas mayores que padecen de COVID-19 a morir a los hospitales es inhumano, que se queden en residencias donde se les ofrecerán los mismos tratamientos paliativos que en un hospital o que simplemente permanezcan en sus casas, ya que lo único que se les podrá hacer es alargar su vida y no obtener una cura final. Que esos recursos queden libres para gente más joven y con capacidad terapéutica de recuperación. Al leer esta impactante noticia solo tuve una sensación de impotencia. La misma tarde que leí esta noticia claramente jugué el torneo de parchís.
Ahora bien, pueden pensar que ante la escasez de recursos es un comportamiento “normal”, dejar vivir a aquellos que más posibilidad tienen y créanme que ese pensamiento también rondó por mi cabeza durante algunos segundos, que me encantaría decir que fueron prácticamente ínfimos, pero tampoco les quiero mentir. Pero, al ver a Pilar mi vecina, que repito se ha comportado toda la vida como mi abuela, pensé: ¿y si esto le ocurriera a ella? Al adentrarse este pensamiento cada vez más fuerte en mi cabeza llegué a una conclusión.
Dejar morir a nuestros mayores que tanto han dado por nosotros, que han visto crecer a este nuestro país y transformarse en lo que gracias a Dios es hoy en día. Dejar morir a quienes lucharon por conseguir nuestra democracia actual, nuestros derechos. Quienes vivieron desde una guerra hasta una democracia, que vivieron la mejor y más eficaz de las transiciones europeas y quienes crecieron con el miedo a flor de piel. No luchar por quienes lucharon por nosotros, me parece a parte de triste, muy egoísta. Triste porque nadie merece morir sin haberle dado tan siquiera la oportunidad de luchar por su vida y egoísta porque negarles su opción terapéutica, ya sea tanto de alargar su vida como pudiera ser de recuperarse, es lo que es total y verdaderamente inhumano.
Jimena González-Santander Hernández.
Al empezar este duro y largo confinamiento, en casa se decidió comenzar un torneo de parchís familiar. Al decir familiar me refiero a mi padre, mi hermano, mi hermana, mi abuela y yo. Me gustaría resaltar a mi abuela, la cual verdaderamente no es más que mi vecina Pilar y con la cual no guardamos ningún tipo de parentesco. Es una señora de más de 90 años que desde que tengo recuerdo ha ejercido de algo similar a una abuela con mis hermanos y conmigo.
Médicos de los Países Bajos afirman que llevar a las personas mayores que padecen de COVID-19 a morir a los hospitales es inhumano, que se queden en residencias donde se les ofrecerán los mismos tratamientos paliativos que en un hospital o que simplemente permanezcan en sus casas, ya que lo único que se les podrá hacer es alargar su vida y no obtener una cura final. Que esos recursos queden libres para gente más joven y con capacidad terapéutica de recuperación. Al leer esta impactante noticia solo tuve una sensación de impotencia. La misma tarde que leí esta noticia claramente jugué el torneo de parchís.
Ahora bien, pueden pensar que ante la escasez de recursos es un comportamiento “normal”, dejar vivir a aquellos que más posibilidad tienen y créanme que ese pensamiento también rondó por mi cabeza durante algunos segundos, que me encantaría decir que fueron prácticamente ínfimos, pero tampoco les quiero mentir. Pero, al ver a Pilar mi vecina, que repito se ha comportado toda la vida como mi abuela, pensé: ¿y si esto le ocurriera a ella? Al adentrarse este pensamiento cada vez más fuerte en mi cabeza llegué a una conclusión.
Dejar morir a nuestros mayores que tanto han dado por nosotros, que han visto crecer a este nuestro país y transformarse en lo que gracias a Dios es hoy en día. Dejar morir a quienes lucharon por conseguir nuestra democracia actual, nuestros derechos. Quienes vivieron desde una guerra hasta una democracia, que vivieron la mejor y más eficaz de las transiciones europeas y quienes crecieron con el miedo a flor de piel. No luchar por quienes lucharon por nosotros, me parece a parte de triste, muy egoísta. Triste porque nadie merece morir sin haberle dado tan siquiera la oportunidad de luchar por su vida y egoísta porque negarles su opción terapéutica, ya sea tanto de alargar su vida como pudiera ser de recuperarse, es lo que es total y verdaderamente inhumano.
Jimena González-Santander Hernández.
Anónimo | Jueves, 02 de Abril de 2020 a las 14:22:46 horas
Mucha razón
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