PASIÓN POR ZAMORA
Tercera Caída para volverse a levantar
Ya no me acuerdo cuántas veces me caí en mi vida. Perdí el número. Muchas. Demasiadas. Mi padre y mi madre, y algunos amigos, me ayudaron a levantarme. Por mí, habría seguido tirado hasta que me vinieran a buscar las parcas. Pero siempre me aupó el amor, me extrajo de la vulgaridad, de la apatía, de vivir por inercia. Si no hubiera amado, ya no sería. Trabajé porque amé. Me derribaron y me sublevé. Nunca me resigné. Proteste. Pedí cuentas. Nunca imité al Nazareno. No caí tres veces. No me cubrí la cara con un caperuz. La ofrecí. Pero nunca la otra mejilla. Mi Semana Santa solo es recuerdo, niñez y juventud. Mi Pasión es Zamora. Mi combate es el progreso de mi ciudad, el regreso del abismo al que la dirigieron los malandrines de la política y la cobardía de nuestra gente, la apatía antropológica de los zamoranos.
Yo he caído cuatro, cinco, seis y no sé cuántas veces. Los hermanos de la cofradía que debió salir esta noche de San Lázaro, el barrio de mi familia materna, todos los años celebran la Tercera Caída. Y también saben alzarse para cumplir con el rito del Lunes Santo, a la postura del sol. A Zamora la han flagelado, azotado, crucificado desde que tengo uso de razón. Pero la ciudad del alma se mantiene ahí, ancianita, con orgullo, dispuesta a erguirse y mantener su recia figura, sin que nadie rompa su columna vertebral: el Duero, el de la niebla de otoño y de los juncos en primavera. Sí. Noche de la Tercera Caída. ¡Qué vengan más y más, porque Zamora siempre sabrá levantarse! No habrá coronavirus ni politicastros que la humillen, deprecien y maltraten, mientras un solo cofrade crea en ella, en su porvenir, en su renacimiento.
Eugenio-Jesús de Ávila
Fotografías
Hermanos de la Tercera Caída en el interior de San Lázaro: Pedro Ladoire
Mano de la Virgen de la Amargura: El Día de Zamora
Ya no me acuerdo cuántas veces me caí en mi vida. Perdí el número. Muchas. Demasiadas. Mi padre y mi madre, y algunos amigos, me ayudaron a levantarme. Por mí, habría seguido tirado hasta que me vinieran a buscar las parcas. Pero siempre me aupó el amor, me extrajo de la vulgaridad, de la apatía, de vivir por inercia. Si no hubiera amado, ya no sería. Trabajé porque amé. Me derribaron y me sublevé. Nunca me resigné. Proteste. Pedí cuentas. Nunca imité al Nazareno. No caí tres veces. No me cubrí la cara con un caperuz. La ofrecí. Pero nunca la otra mejilla. Mi Semana Santa solo es recuerdo, niñez y juventud. Mi Pasión es Zamora. Mi combate es el progreso de mi ciudad, el regreso del abismo al que la dirigieron los malandrines de la política y la cobardía de nuestra gente, la apatía antropológica de los zamoranos.
Yo he caído cuatro, cinco, seis y no sé cuántas veces. Los hermanos de la cofradía que debió salir esta noche de San Lázaro, el barrio de mi familia materna, todos los años celebran la Tercera Caída. Y también saben alzarse para cumplir con el rito del Lunes Santo, a la postura del sol. A Zamora la han flagelado, azotado, crucificado desde que tengo uso de razón. Pero la ciudad del alma se mantiene ahí, ancianita, con orgullo, dispuesta a erguirse y mantener su recia figura, sin que nadie rompa su columna vertebral: el Duero, el de la niebla de otoño y de los juncos en primavera. Sí. Noche de la Tercera Caída. ¡Qué vengan más y más, porque Zamora siempre sabrá levantarse! No habrá coronavirus ni politicastros que la humillen, deprecien y maltraten, mientras un solo cofrade crea en ella, en su porvenir, en su renacimiento.
Eugenio-Jesús de Ávila
Fotografías
Hermanos de la Tercera Caída en el interior de San Lázaro: Pedro Ladoire
Mano de la Virgen de la Amargura: El Día de Zamora






















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