PASIÓN
Telesemanasanta
Poco a poco, el teléfono del que dependía para conectarme dejó de recargarse. La batería iba muriendo con extraños y convulsos momentos. Estoy en un pueblo rodeado de bosques y pierdo mi conexión con el mundo, de virus maléficos atacado. Por este medio envío el artículo y se hace patente la importancia en estos momentos de las tecnologías de la información como algo esencial en nuestra sociedad. La tienda de informática estaba cerrada hoy...
Intenté resolver algunos problemas por teléfono, pero nadie se ponía del otro lado del auricular; tampoco contestaban al correo electrónico, y es que no es lo mismo interpelar a un rostro que hablar a un sistema de mensajes cuyas palomas a veces no vuelan o duermen o ya partieron no se sabe adónde. Cierta relajación se da en algunos que desde el hogar trabajan, pues apenas nadie o nada les controla, aunque en otros sucede lo contrario y su jornada laboral, si se descuidan, no acaba ni en el retrete ni en el dormitorio. Ahora que trabajamos desde esta general prisión y muchos viven adheridos al teléfono o al ordenador estamos comprobando esta compleja situación en la que no todo puede resolverse a distancia, pero lo intentamos pues no hay otra opción.
Un efecto inesperado y probablemente positivo de esta plaga es el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información de las que dependemos actualmente más que nunca, basta ver cuántas horas se pasa uno en comunicación con sus semejantes, llamando, mirando por Internet, abriendo la puerta a otros mundos, ya que el universo físico se nos ha vetado en buena parte. Vemos enlaces y mensajes como esenciales, pero también estamos descubriendo que hay, y más que nunca, mendigos digitales, no todos tienen los mismos ordenadores y algunos, por vetustos, no admiten los programas que requieren sus nuevas funciones. Así lo veo en algunos compañeros cuya docencia ha tenido que verterse a la pantalla. Nadie hasta ahora estaba obligado, en muchos puestos de trabajo, a tener un teléfono y menos un ordenador con una conexión a la gran red, de la que todos bebemos ahora, nos nutrimos y en la que encontramos cierto respiro. Hay muchos maestros de escuela que con una parte importante de los padres logra conectar para enviar deberes y materias de trabajo a sus pequeños alumnos por medio de electrónicas redes, otros no tienen los instrumentos adecuados o, simplemente, no saben usarlos.
Parece que los tiempos venideros han de facilitar a todos, aunque sea con préstamo, los recursos tecnológicos para poder educarse y comunicarse. Sin ordenador hoy vivimos todavía un desorden mayor, pues todo digital parece, incluso la plegaria o la procesión, salvo en el supermercado, donde, a falta de mascarillas, tal vez hallemos comprando galletas a un morado encapuchado de semana santa escapado de la virtual procesión.
Ilia Galán
Poco a poco, el teléfono del que dependía para conectarme dejó de recargarse. La batería iba muriendo con extraños y convulsos momentos. Estoy en un pueblo rodeado de bosques y pierdo mi conexión con el mundo, de virus maléficos atacado. Por este medio envío el artículo y se hace patente la importancia en estos momentos de las tecnologías de la información como algo esencial en nuestra sociedad. La tienda de informática estaba cerrada hoy...
Intenté resolver algunos problemas por teléfono, pero nadie se ponía del otro lado del auricular; tampoco contestaban al correo electrónico, y es que no es lo mismo interpelar a un rostro que hablar a un sistema de mensajes cuyas palomas a veces no vuelan o duermen o ya partieron no se sabe adónde. Cierta relajación se da en algunos que desde el hogar trabajan, pues apenas nadie o nada les controla, aunque en otros sucede lo contrario y su jornada laboral, si se descuidan, no acaba ni en el retrete ni en el dormitorio. Ahora que trabajamos desde esta general prisión y muchos viven adheridos al teléfono o al ordenador estamos comprobando esta compleja situación en la que no todo puede resolverse a distancia, pero lo intentamos pues no hay otra opción.
Un efecto inesperado y probablemente positivo de esta plaga es el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información de las que dependemos actualmente más que nunca, basta ver cuántas horas se pasa uno en comunicación con sus semejantes, llamando, mirando por Internet, abriendo la puerta a otros mundos, ya que el universo físico se nos ha vetado en buena parte. Vemos enlaces y mensajes como esenciales, pero también estamos descubriendo que hay, y más que nunca, mendigos digitales, no todos tienen los mismos ordenadores y algunos, por vetustos, no admiten los programas que requieren sus nuevas funciones. Así lo veo en algunos compañeros cuya docencia ha tenido que verterse a la pantalla. Nadie hasta ahora estaba obligado, en muchos puestos de trabajo, a tener un teléfono y menos un ordenador con una conexión a la gran red, de la que todos bebemos ahora, nos nutrimos y en la que encontramos cierto respiro. Hay muchos maestros de escuela que con una parte importante de los padres logra conectar para enviar deberes y materias de trabajo a sus pequeños alumnos por medio de electrónicas redes, otros no tienen los instrumentos adecuados o, simplemente, no saben usarlos.
Parece que los tiempos venideros han de facilitar a todos, aunque sea con préstamo, los recursos tecnológicos para poder educarse y comunicarse. Sin ordenador hoy vivimos todavía un desorden mayor, pues todo digital parece, incluso la plegaria o la procesión, salvo en el supermercado, donde, a falta de mascarillas, tal vez hallemos comprando galletas a un morado encapuchado de semana santa escapado de la virtual procesión.
Ilia Galán
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