CONFINADOS
Entre la esperanza y la realidad, un Jueves Santo de lluvia y virus

Esperaba unas palabras de ternura y solo me envía silencio. Esperaba que hoy fuera uno de esos tres jueves que relucen más que el sol. Pero llueve. Esperaba que este Gobierno pidiera perdón por engañarnos, por no tomar medidas a tiempo, después de las múltiples advertencias de organizaciones internacionales. Pero se muestra soberbio. Esperaba que la prensa fuera crítica con el poder, pero se ha vendido al dinero público. Esperaba que la oposición plantara a cara a este ejecutivo de propaganda, engañobobos y demagógico. Pero los partidos nacionales demuestran su cobardía, su falta de fuste, su inanidad. Esperaba que al Gobierno de España no lo engañaran como a chinos. Pero su incapacidad para la gestión resultó patética. Esperaba que los intelectuales -¿los hay?- analizarán y demostrasen las falacias, carencias, querencias de esta democracia de cartón piedra. Pero guardan silencio, como si no se muriera gente, como si estuviesen viendo una película de ciencia ficción desde el salón de su casa.
Espero que esta crisis, propiciada por un virus asiático, no conllevara una pandemia económica. Pero las directrices de la hoz comunista del ejecutivo conducen al desastre económico. Espero que los comercios zamoranos, sus bares y cafeterías, vuelvan a abrirse y vender y ganar dinero y que no se cierre ninguno. Pero, antes de la pandemia, ya se encontraban en clara decadencia. Espero que nuestras instituciones tengan la sensibilidad suficiente para atender las necesidades de nuestros comerciantes y autónomos. No lo dudo. Pero también dependen, tanto Ayuntamiento como Diputación, de las inyecciones económicas de la Junta de Castilla y León y Gobierno de la nación. Espero que el sector primario de nuestra provincia, tan castigado, tan olvidado, tan maltratado por el olvido de los distintos ejecutivos de España. Pero agricultores y ganaderos apenas cuentan para los políticos urbanitas que nos dirigen, que no distinguen la espiga de trigo de la de cebada, un corderito de un cabrito, nubes de tormenta de cirros y cúmulos.
Espero que, después de esta pandemia y de las gravísimas consecuencias económicas que sucederán a su derrota por la ciencia, Zamora y España cambien, se transformen, tomen conciencia de lo que ha sucedido, castiguen a los políticos que obviaron las advertencias internacionales, que el Gobierno de la nación rompa, definitivamente, con los racistas catalanes, los Juntos por Cataluña y la ERC filofascista, socialismo en un solo país, que nos han demostrado, por enésima vez, que nuestras instituciones públicas, Ejército y Guardia Civil, les resultan ajenos, que nos odian, que les importamos un comino; que no se puede gobernar la nación más antigua de Europa con el enemigo sentado en la mesa, donde devoran nuestras viandas, manchan nuestras cocinas, ensucian nuestras alcobas, defecan en nuestros cuartos de baños. Pero esto Gobierno ejerce su poder, apoyado en lo peor que ha dado España: fascistas vascos y catalanes y comunistas euskéricos.
Espero que Pablo Iglesias, neocomunista de libro, estandarte de una ideología que causó hambrunas en Ucrania y Rusa, genocida, terrorista y enemiga de la democracia, de las dictaduras más salvajes y prolongadas en el tiempo, como Corea del Norte, Cuba y Venezuela, no aplique sus medidas económicas, que conducirán a la nación a su quiebra económica, al caos social y al hambre; al cierre de la prensa libre, a la expropiación de toda propiedad privada, menos su mansión, y al liberticidio. Pero las masas muestran sus debilidades cuando surgen momentos excepcionales, como el que ahora vivimos, en plena pandemia, y los que acontecerán en venideros tiempos.
Espero que la ciencia y la libertad derroten a esta peste amarilla y a toda ideología totalitaria, que crece cuando la sociedad se halla confinada, amedrentada, acobardada. Pero yo no creo en nada, ni en dios, ni en la Virgen de la Esperanza, que hoy no levantó el vuelo desde el convento de las monjas de Cabañales, para cruzar el río duradero, subir por Balborraz y entrar en la Catedral, después de atravesar el casco antiguo. Tampoco, en circunstancias normales, esta procesión con sabor andaluz, podría haber teñido de bella femenina y verde esperanza, nuestra ciudad. La lluvia se impuso el sol, como la sombra a la luz. Pero las almas pías, la gente con fe, esperan que el Sumo Hacedor remedie lo que la Humanidad nunca supo arreglar, reponer, sustanciar.
Eugenio-Jesús de Ávila
Esperaba unas palabras de ternura y solo me envía silencio. Esperaba que hoy fuera uno de esos tres jueves que relucen más que el sol. Pero llueve. Esperaba que este Gobierno pidiera perdón por engañarnos, por no tomar medidas a tiempo, después de las múltiples advertencias de organizaciones internacionales. Pero se muestra soberbio. Esperaba que la prensa fuera crítica con el poder, pero se ha vendido al dinero público. Esperaba que la oposición plantara a cara a este ejecutivo de propaganda, engañobobos y demagógico. Pero los partidos nacionales demuestran su cobardía, su falta de fuste, su inanidad. Esperaba que al Gobierno de España no lo engañaran como a chinos. Pero su incapacidad para la gestión resultó patética. Esperaba que los intelectuales -¿los hay?- analizarán y demostrasen las falacias, carencias, querencias de esta democracia de cartón piedra. Pero guardan silencio, como si no se muriera gente, como si estuviesen viendo una película de ciencia ficción desde el salón de su casa.
Espero que esta crisis, propiciada por un virus asiático, no conllevara una pandemia económica. Pero las directrices de la hoz comunista del ejecutivo conducen al desastre económico. Espero que los comercios zamoranos, sus bares y cafeterías, vuelvan a abrirse y vender y ganar dinero y que no se cierre ninguno. Pero, antes de la pandemia, ya se encontraban en clara decadencia. Espero que nuestras instituciones tengan la sensibilidad suficiente para atender las necesidades de nuestros comerciantes y autónomos. No lo dudo. Pero también dependen, tanto Ayuntamiento como Diputación, de las inyecciones económicas de la Junta de Castilla y León y Gobierno de la nación. Espero que el sector primario de nuestra provincia, tan castigado, tan olvidado, tan maltratado por el olvido de los distintos ejecutivos de España. Pero agricultores y ganaderos apenas cuentan para los políticos urbanitas que nos dirigen, que no distinguen la espiga de trigo de la de cebada, un corderito de un cabrito, nubes de tormenta de cirros y cúmulos.
Espero que, después de esta pandemia y de las gravísimas consecuencias económicas que sucederán a su derrota por la ciencia, Zamora y España cambien, se transformen, tomen conciencia de lo que ha sucedido, castiguen a los políticos que obviaron las advertencias internacionales, que el Gobierno de la nación rompa, definitivamente, con los racistas catalanes, los Juntos por Cataluña y la ERC filofascista, socialismo en un solo país, que nos han demostrado, por enésima vez, que nuestras instituciones públicas, Ejército y Guardia Civil, les resultan ajenos, que nos odian, que les importamos un comino; que no se puede gobernar la nación más antigua de Europa con el enemigo sentado en la mesa, donde devoran nuestras viandas, manchan nuestras cocinas, ensucian nuestras alcobas, defecan en nuestros cuartos de baños. Pero esto Gobierno ejerce su poder, apoyado en lo peor que ha dado España: fascistas vascos y catalanes y comunistas euskéricos.
Espero que Pablo Iglesias, neocomunista de libro, estandarte de una ideología que causó hambrunas en Ucrania y Rusa, genocida, terrorista y enemiga de la democracia, de las dictaduras más salvajes y prolongadas en el tiempo, como Corea del Norte, Cuba y Venezuela, no aplique sus medidas económicas, que conducirán a la nación a su quiebra económica, al caos social y al hambre; al cierre de la prensa libre, a la expropiación de toda propiedad privada, menos su mansión, y al liberticidio. Pero las masas muestran sus debilidades cuando surgen momentos excepcionales, como el que ahora vivimos, en plena pandemia, y los que acontecerán en venideros tiempos.
Espero que la ciencia y la libertad derroten a esta peste amarilla y a toda ideología totalitaria, que crece cuando la sociedad se halla confinada, amedrentada, acobardada. Pero yo no creo en nada, ni en dios, ni en la Virgen de la Esperanza, que hoy no levantó el vuelo desde el convento de las monjas de Cabañales, para cruzar el río duradero, subir por Balborraz y entrar en la Catedral, después de atravesar el casco antiguo. Tampoco, en circunstancias normales, esta procesión con sabor andaluz, podría haber teñido de bella femenina y verde esperanza, nuestra ciudad. La lluvia se impuso el sol, como la sombra a la luz. Pero las almas pías, la gente con fe, esperan que el Sumo Hacedor remedie lo que la Humanidad nunca supo arreglar, reponer, sustanciar.
Eugenio-Jesús de Ávila
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