SEMANA SANTA
Semana de Pasión
Mañana de Jueves Santo. Llueve a ritmo de Mater Mea. Las gotas que caen son lágrimas de sus semanasanteros. Cuanta impotencia, cuando dolor. Dolor en medio del dolor. Siento como se ablanda la dureza de mi alma. ¿Cuántos son ya los fallecidos? Cuantos pacientes han vivido en las últimas semanas su particular camino al calvario? La madre del cuñado de Zoa, la hermana y el padre de Chema.... ¡Dolor sobre dolor! Me acuerdo especialmente de camilleros, limpiadores, auxiliares de enfermería, enfermeros y médicos ahora transformados en ángeles que ofrecen su particular cáliz a los familiares de enfermos. Dolor sobre impotencia. Dolor sobre sudor. ¡Dolor sobre dolor!
Viajo a mi niñez preguntándome qué fue de la niña huidiza que portaba la palma labrada acompañada de un rosario de caramelo que le traían sus tías de Barcelona. En esta soledad domiciliaria me acuerdo de las personas, de las que están y muy especialmente de aquellas que ya partieron. Nuestra Semana Santa es una pasión de personas o de personas con pasión, como ustedes prefieran llamarla. Es una pasión popular, sencilla y sobria. Rememoro mis encuentros compartidos con Magdalena, la madre de Luis Felipe Delgado en la Iglesia de San Juan. Mujer vitalista de ojos claros que me enseño junto con mi madre y mi madrina Flor de té a adorar a la Virgen de la Soledad. ¿Dónde estarán mis conversaciones de niña con María Luisa y Lola Muñiz Tola que, entre bombón y bombón, me contextualizaban su amor y la donación familiar al pueblo zamorano de mi Virgen de mirada serena? ¿Dónde quedó el porte de caballerito español de Hipólito Pérez Calvo, autor de la talla de Jesús de Luz y Vida, cuando en su última estación vital, entre sorbo y sorbo, conversábamos sobre conceptos básicos de la escultura religiosa? ¿Dónde quedaron la alegría y los abrazos de oso de Nacho Pintas y de Javi el hermano de Rosa y Perico? ¿Dónde quedo el espíritu liberal y reivindicativo de mi vecino el escultor Abrantes? ¿Dónde el pulpo y bacalao de mi madre y la advertencia de mi padre de no llegar tarde? ¡Dolor sobre dolor!
Y me pregunto dónde se encuentra hoy la ciudad que desperezada de su ritmo cadencioso, pliega sus murallas a las procesiones de extramuros, dejando aparcada por unos días su naturaleza endogámica. Me pregunto qué fue de la limpieza de túnicas de Antonia, de los vinos de Toro compartidos con mi comadre y amigos, los ajetreos y las prisas, los talleres improvisados para el arreglo de túnicas.
Dónde quedaron los paseos anisados por La Rúa y el Vía Crucis solitario siguiendo el curso del Duero, teñido ahora de morado, mientras honro a uno de sus fundadores y, además abuelo, Jesús del Rio. Dónde el encuentro con mi familia materna la noche del martes Santo.
Donde quedó el Jerusalén que este año Jesu tuvo que escuchar de la mano de Rogelio desde su balcón. Dónde se escondieron las chuches y las pipas de Felipin. Dónde se fueron las aceitadas de mi hermana Pika y de Miji.
Dónde las sopas de ajo de la madrugada, sopas de la abuela que saben a honradez del que las siente y la frente limpia y el corazón ardiente que escribió en verso mi tío Paco Hernández Pascual. A dónde irá el sonido de corneta y tambor destemplado de mis Merlús favoritos, como los llamo todo el año: Mauri, Lolo y David.
Dónde quedaran las ganas de procesionar de Hugo al toque de tambores y trompetas y de todos aquellos que componen las bandas.
Dónde quedarán los nervios y la responsabilidad de la directiva del Santo Entierro y el sentimiento contenido de mi hermano Grace, de mis cuñados y sobrinos en esos besos compartidos que saben a gloria. Dónde los paseos de David para que todo esté perfecto.
Donde quedará la custodia de la corona de brillantes de la Virgen de la Soledad, realizada por mis compañeros pertenecientes a la mejor Policia Municipal de España.
Dónde quedará el aguardiente compartido el domingo de Resurrección en casa de Antonio Pedrero y Luisa. A donde se irá los abrazos de felices pascuas de mis queridos Neches y los ruidos ensordecedores de escopeta de los hermanos Manolo y Mario celebrando la Resurrección del Rey de Reyes.... ¿Dónde?
Y están silentes las calles,
y están silentes las plazas,
y lo campos, y los montes,
y las piedras, y las almas......
Sigue lloviendo. Ahora a ritmo de Thalberg. ¡Dolor sobre dolor!
Lorena Hernández del Río
Mañana de Jueves Santo. Llueve a ritmo de Mater Mea. Las gotas que caen son lágrimas de sus semanasanteros. Cuanta impotencia, cuando dolor. Dolor en medio del dolor. Siento como se ablanda la dureza de mi alma. ¿Cuántos son ya los fallecidos? Cuantos pacientes han vivido en las últimas semanas su particular camino al calvario? La madre del cuñado de Zoa, la hermana y el padre de Chema.... ¡Dolor sobre dolor! Me acuerdo especialmente de camilleros, limpiadores, auxiliares de enfermería, enfermeros y médicos ahora transformados en ángeles que ofrecen su particular cáliz a los familiares de enfermos. Dolor sobre impotencia. Dolor sobre sudor. ¡Dolor sobre dolor!
Viajo a mi niñez preguntándome qué fue de la niña huidiza que portaba la palma labrada acompañada de un rosario de caramelo que le traían sus tías de Barcelona. En esta soledad domiciliaria me acuerdo de las personas, de las que están y muy especialmente de aquellas que ya partieron. Nuestra Semana Santa es una pasión de personas o de personas con pasión, como ustedes prefieran llamarla. Es una pasión popular, sencilla y sobria. Rememoro mis encuentros compartidos con Magdalena, la madre de Luis Felipe Delgado en la Iglesia de San Juan. Mujer vitalista de ojos claros que me enseño junto con mi madre y mi madrina Flor de té a adorar a la Virgen de la Soledad. ¿Dónde estarán mis conversaciones de niña con María Luisa y Lola Muñiz Tola que, entre bombón y bombón, me contextualizaban su amor y la donación familiar al pueblo zamorano de mi Virgen de mirada serena? ¿Dónde quedó el porte de caballerito español de Hipólito Pérez Calvo, autor de la talla de Jesús de Luz y Vida, cuando en su última estación vital, entre sorbo y sorbo, conversábamos sobre conceptos básicos de la escultura religiosa? ¿Dónde quedaron la alegría y los abrazos de oso de Nacho Pintas y de Javi el hermano de Rosa y Perico? ¿Dónde quedo el espíritu liberal y reivindicativo de mi vecino el escultor Abrantes? ¿Dónde el pulpo y bacalao de mi madre y la advertencia de mi padre de no llegar tarde? ¡Dolor sobre dolor!
Y me pregunto dónde se encuentra hoy la ciudad que desperezada de su ritmo cadencioso, pliega sus murallas a las procesiones de extramuros, dejando aparcada por unos días su naturaleza endogámica. Me pregunto qué fue de la limpieza de túnicas de Antonia, de los vinos de Toro compartidos con mi comadre y amigos, los ajetreos y las prisas, los talleres improvisados para el arreglo de túnicas.
Dónde quedaron los paseos anisados por La Rúa y el Vía Crucis solitario siguiendo el curso del Duero, teñido ahora de morado, mientras honro a uno de sus fundadores y, además abuelo, Jesús del Rio. Dónde el encuentro con mi familia materna la noche del martes Santo.
Donde quedó el Jerusalén que este año Jesu tuvo que escuchar de la mano de Rogelio desde su balcón. Dónde se escondieron las chuches y las pipas de Felipin. Dónde se fueron las aceitadas de mi hermana Pika y de Miji.
Dónde las sopas de ajo de la madrugada, sopas de la abuela que saben a honradez del que las siente y la frente limpia y el corazón ardiente que escribió en verso mi tío Paco Hernández Pascual. A dónde irá el sonido de corneta y tambor destemplado de mis Merlús favoritos, como los llamo todo el año: Mauri, Lolo y David.
Dónde quedaran las ganas de procesionar de Hugo al toque de tambores y trompetas y de todos aquellos que componen las bandas.
Dónde quedarán los nervios y la responsabilidad de la directiva del Santo Entierro y el sentimiento contenido de mi hermano Grace, de mis cuñados y sobrinos en esos besos compartidos que saben a gloria. Dónde los paseos de David para que todo esté perfecto.
Donde quedará la custodia de la corona de brillantes de la Virgen de la Soledad, realizada por mis compañeros pertenecientes a la mejor Policia Municipal de España.
Dónde quedará el aguardiente compartido el domingo de Resurrección en casa de Antonio Pedrero y Luisa. A donde se irá los abrazos de felices pascuas de mis queridos Neches y los ruidos ensordecedores de escopeta de los hermanos Manolo y Mario celebrando la Resurrección del Rey de Reyes.... ¿Dónde?
Y están silentes las calles,
y están silentes las plazas,
y lo campos, y los montes,
y las piedras, y las almas......
Sigue lloviendo. Ahora a ritmo de Thalberg. ¡Dolor sobre dolor!
Lorena Hernández del Río
























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