SEMANA SANTA
Silencio de cota a cota
Desde el inicio procesional, nacido en el atrio de San Salvador, tras el allende de la puerta del cerco enrejado de la Santa Iglesia Catedral, por asunción de cada cofrade singular, en escenificación de acto general de hermandad, sumativo de la expresa libre voluntad de los integrantes presentes, en un compromiso formal, público y exteriorizante, impactando mayestáticamente, en el mismo, la intencionalidad manifiesta, el directo sentido y propósito de acción, de la ocasión, el lugar y el momento, se patentiza en forma categórica la toma de palabra jurada, dentro de iglesia diocesana zamorana cristiana católica, en decisión que, a la viva voz, conforma, formaliza y concreta el silencio.
Estamos en la proyección, hacia el resto social zamorano, y en su amplia versatilidad,, de un silencio completo de hermandad, asido umbilicalmente al desfile procesional que nutre, con gran profusión de hermanos, en dinámico acompañamiento por las rúas, plazas y calles de la urbe de Zamora (milenaria ciudad leonesa), la sobrecogedora, impactante y trascendente imagen del Sº. Cristo de las Injurias. Es este un silencio caminante que viaja por la ciudad, un silencio adherente que se instala en cada presencial hermano de acera, un silencio envolvente que es empatizado desde el inicio del recorrido procesional, un silencio compartido que mueve a la reflexión personal, un silencio cívico de amplio respeto ante un hecho público religioso de los cristianos católicos,…. Estamos, estos miércoles santos, ante un amplio elenco de convergente aunación en pro del silencio.
Podíamos describir todo el hecho procesional que tiene lugar en cada instante de nuestra zamorana geografía urbana, que siendo (co)protagonizado por los hermanos del caperuz rojo, da un marchamo característico de sello propio al mismo, pero es indudable que, y por varias razones, el iniciático hecho del comienzo prima, haciéndolo sobre manera, hacia y en todo el desfile procesional, incluso da hasta la impresión que dibuja el posterior desfile. El juramento apriorístico del desfile procesional de la Real Hermandad del Santísimo Cristo de las Injurias no solo es un ordenante del propio desfile, es la condición “sine qua non” propia para la realización del mismo. La prevalencia del propio juramento público de los integrantes de la hermandad destaca en el hecho procesional, en tanto y cuanto constituye una mostración voluntarista de la ejercitación de un acto religioso, asumiendo una responsabilidad en el mismo ligada a la aquiescencia plena con el resto de la cofradía.
Ese andar el caminó que ya viene en dos hileras, de rojos caperuces secuenciales, blanco sayón, inclinado largo varal y rojas velas de cera que pintinean las calles, Iluminando las tinieblas en que estamos inmersos, se pone en marcha hacia el resto de la ciudad, dejando a la espalda la Casa de Arias Gonzalo (¡un monumento a otro de los héroes de 1072!), con el eco del sonido profundo y grave que fue, desde la torre, de la Bomba y la Golondrina -.- en esa ayudas de las Gallegas y Sermoneras, la Maria y los Cimbalillos--.-, con el espejo de hidalguía del Portillo de la Lealtad (¡ honor y gloria a Vellido Dolfos!), en la obscura noche zamorana, por los entresijos medievales de nuestras calles, las antiguas rúas y las nombradas plazas, entre observantes miradores escénicos y balcones entiestados, dando una amplia solemnidad al momento grave, avanza el cofrade silencio llevando la imagen del Cristo muerto hacia los adentros profundos de la población.
La procesión del Sto Cristo de las Injurias pasa externamente, pero al mismo tempo la interiorizamos, va también con nosotros, y lo hace en silencio, un silencio para llevar con nosotros a todos los sitios, que casi con toda seguridad nos ara, y en ausencia de voces, pensar con detenimiento.
Estamos a la Pasión del Señor donde estamos, estamos a la Pasión del Señor como estamos,…, y vemos el movimiento, cuasi rítmico de la procesión, con el paso del campanil y el incensario, el sonido de apertura de las trompetas-.- que lo grabamos en nuestro disco duro-.- y esos caballos que ya de pequeños nos impresionaban, …, pero también e indudablemente, ¡claro está!, podemos (¡ y hasta debemos!) pensar, tanto ahora como luego, después de la procesión.
Nuestra procesión del Sto. Cristo de las Injurias, camina en silencio de cota a cota, entre dos partes de la ciudad de Zamora, dando referencia posicional de sus diferentes ubicaciones, pero mantiene la trasmisión de un mensaje amplio de sus miembros cofrades, la interiorización de un compromiso adquirido, el cumplimiento del mismo y el ejemplo público de llevarlo a efecto.
La imagen del Sto. Cristo de las Injurias ahora está en la calle y durante el año en su capilla, en nuestra Catedral de San Salvador, donde a diario es muy visitada, ya que cualquiera que por cualquier circunstancia va a este nuestro templo mayor, hace un giro de comparecencia ante tal aposento.
Ahora estamos en este aquí, en la posesión y vemos venir, al fondo, un tanto lejos, la imagen del Sto. Cristo de la Injurias. No hace distinción y viene para todos.
De las Injurias dolor, en la frente unas llagas, sangre brota de Cristo, Zamora de mi pasión, en la corona clavada.
De la Injurias dolor, al costado una lanzada, Jesucristo perpetuó, Zamora de mi pasión, la redención humana.
De las Injurias dolor, cruz de madera pegada, brazos tensos del Señor, Zamora de mi pasión, con las manos clavadas.
De las Injurias dolor, a los pies está traspasada, la imagen del Señor, Zamora de mi pasión, la soledad marcada.
De las Injurias dolor, son del Cristo sus llagas, las pupilas semicerradas, Zamora de mi pasión, en la vida escapada.
De las Injurias dolor, dirigen mudas palabras, miradas están sin ver, Zamora de mi pasión, claman en la bien cercada.
De las Injurias dolor, ¡madre los hijos no están!, zamoranos que se van, Zamora de mí pasión, nietos que no volverán.
De las Injurias dolor, humos que giran y danzan, poético callar en Trabanca, Zamora de mi pasión, aroma brisa de Las Pajarancas
De las Injurias dolor, las tumbas insepultadas, esas familias quebradas, Zamora de mi pasión, con tantas vidas acabadas.
De las Injurias dolor, lloran quienes perdieron, gimen los que esperaron, Zamora de mi pasión, fraternos amores hicieron
De las Injurias dolor, Cristo es puesto al día, fuese ya la cofradía, Zamora de mi pasión, él marcha, él sigue y él guía.
Francisco Iglesias Carreño
Miembro de la Tertulia del Cofrade de Zamora
Desde el inicio procesional, nacido en el atrio de San Salvador, tras el allende de la puerta del cerco enrejado de la Santa Iglesia Catedral, por asunción de cada cofrade singular, en escenificación de acto general de hermandad, sumativo de la expresa libre voluntad de los integrantes presentes, en un compromiso formal, público y exteriorizante, impactando mayestáticamente, en el mismo, la intencionalidad manifiesta, el directo sentido y propósito de acción, de la ocasión, el lugar y el momento, se patentiza en forma categórica la toma de palabra jurada, dentro de iglesia diocesana zamorana cristiana católica, en decisión que, a la viva voz, conforma, formaliza y concreta el silencio.
Estamos en la proyección, hacia el resto social zamorano, y en su amplia versatilidad,, de un silencio completo de hermandad, asido umbilicalmente al desfile procesional que nutre, con gran profusión de hermanos, en dinámico acompañamiento por las rúas, plazas y calles de la urbe de Zamora (milenaria ciudad leonesa), la sobrecogedora, impactante y trascendente imagen del Sº. Cristo de las Injurias. Es este un silencio caminante que viaja por la ciudad, un silencio adherente que se instala en cada presencial hermano de acera, un silencio envolvente que es empatizado desde el inicio del recorrido procesional, un silencio compartido que mueve a la reflexión personal, un silencio cívico de amplio respeto ante un hecho público religioso de los cristianos católicos,…. Estamos, estos miércoles santos, ante un amplio elenco de convergente aunación en pro del silencio.
Podíamos describir todo el hecho procesional que tiene lugar en cada instante de nuestra zamorana geografía urbana, que siendo (co)protagonizado por los hermanos del caperuz rojo, da un marchamo característico de sello propio al mismo, pero es indudable que, y por varias razones, el iniciático hecho del comienzo prima, haciéndolo sobre manera, hacia y en todo el desfile procesional, incluso da hasta la impresión que dibuja el posterior desfile. El juramento apriorístico del desfile procesional de la Real Hermandad del Santísimo Cristo de las Injurias no solo es un ordenante del propio desfile, es la condición “sine qua non” propia para la realización del mismo. La prevalencia del propio juramento público de los integrantes de la hermandad destaca en el hecho procesional, en tanto y cuanto constituye una mostración voluntarista de la ejercitación de un acto religioso, asumiendo una responsabilidad en el mismo ligada a la aquiescencia plena con el resto de la cofradía.
Ese andar el caminó que ya viene en dos hileras, de rojos caperuces secuenciales, blanco sayón, inclinado largo varal y rojas velas de cera que pintinean las calles, Iluminando las tinieblas en que estamos inmersos, se pone en marcha hacia el resto de la ciudad, dejando a la espalda la Casa de Arias Gonzalo (¡un monumento a otro de los héroes de 1072!), con el eco del sonido profundo y grave que fue, desde la torre, de la Bomba y la Golondrina -.- en esa ayudas de las Gallegas y Sermoneras, la Maria y los Cimbalillos--.-, con el espejo de hidalguía del Portillo de la Lealtad (¡ honor y gloria a Vellido Dolfos!), en la obscura noche zamorana, por los entresijos medievales de nuestras calles, las antiguas rúas y las nombradas plazas, entre observantes miradores escénicos y balcones entiestados, dando una amplia solemnidad al momento grave, avanza el cofrade silencio llevando la imagen del Cristo muerto hacia los adentros profundos de la población.
La procesión del Sto Cristo de las Injurias pasa externamente, pero al mismo tempo la interiorizamos, va también con nosotros, y lo hace en silencio, un silencio para llevar con nosotros a todos los sitios, que casi con toda seguridad nos ara, y en ausencia de voces, pensar con detenimiento.
Estamos a la Pasión del Señor donde estamos, estamos a la Pasión del Señor como estamos,…, y vemos el movimiento, cuasi rítmico de la procesión, con el paso del campanil y el incensario, el sonido de apertura de las trompetas-.- que lo grabamos en nuestro disco duro-.- y esos caballos que ya de pequeños nos impresionaban, …, pero también e indudablemente, ¡claro está!, podemos (¡ y hasta debemos!) pensar, tanto ahora como luego, después de la procesión.
Nuestra procesión del Sto. Cristo de las Injurias, camina en silencio de cota a cota, entre dos partes de la ciudad de Zamora, dando referencia posicional de sus diferentes ubicaciones, pero mantiene la trasmisión de un mensaje amplio de sus miembros cofrades, la interiorización de un compromiso adquirido, el cumplimiento del mismo y el ejemplo público de llevarlo a efecto.
La imagen del Sto. Cristo de las Injurias ahora está en la calle y durante el año en su capilla, en nuestra Catedral de San Salvador, donde a diario es muy visitada, ya que cualquiera que por cualquier circunstancia va a este nuestro templo mayor, hace un giro de comparecencia ante tal aposento.
Ahora estamos en este aquí, en la posesión y vemos venir, al fondo, un tanto lejos, la imagen del Sto. Cristo de la Injurias. No hace distinción y viene para todos.
De las Injurias dolor, en la frente unas llagas, sangre brota de Cristo, Zamora de mi pasión, en la corona clavada.
De la Injurias dolor, al costado una lanzada, Jesucristo perpetuó, Zamora de mi pasión, la redención humana.
De las Injurias dolor, cruz de madera pegada, brazos tensos del Señor, Zamora de mi pasión, con las manos clavadas.
De las Injurias dolor, a los pies está traspasada, la imagen del Señor, Zamora de mi pasión, la soledad marcada.
De las Injurias dolor, son del Cristo sus llagas, las pupilas semicerradas, Zamora de mi pasión, en la vida escapada.
De las Injurias dolor, dirigen mudas palabras, miradas están sin ver, Zamora de mi pasión, claman en la bien cercada.
De las Injurias dolor, ¡madre los hijos no están!, zamoranos que se van, Zamora de mí pasión, nietos que no volverán.
De las Injurias dolor, humos que giran y danzan, poético callar en Trabanca, Zamora de mi pasión, aroma brisa de Las Pajarancas
De las Injurias dolor, las tumbas insepultadas, esas familias quebradas, Zamora de mi pasión, con tantas vidas acabadas.
De las Injurias dolor, lloran quienes perdieron, gimen los que esperaron, Zamora de mi pasión, fraternos amores hicieron
De las Injurias dolor, Cristo es puesto al día, fuese ya la cofradía, Zamora de mi pasión, él marcha, él sigue y él guía.
Francisco Iglesias Carreño
Miembro de la Tertulia del Cofrade de Zamora



























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