PASIÓN POR ZAMORA
La única Resurrección

No creo en la resurrección de los cuerpos. Somos polvo en el tiempo. Envidio al hombre y a la mujer con fe, almas pías, creyentes en la transcendencia de la vida. Pero, antes de morirme, deseo para nuestra sociedad que resucite la verdad en la política; la amistad en las relaciones entre la gente del común; la libertad para escribir, hablar, sentir de lo que te dé la real gana. Anhelo una resurrección de valores esenciales en el ser humano: la igualdad, la solidaridad, la fraternidad. Deseo la resurrección del amor de verdad triunfe sobre el amor efímero, falaz, epidérmico. Quiero ¡la resurrección de la sensibilidad, de la cultura, del arte, de la belleza. Pido la resurrección de la economía, demografía y de la sociedad de nuestra ciudad y de su provincia. No pido mucho. Un poco más si me lo permite la platea: la resurrección de mis virtudes, quizá perdidas en el largo trayecto de la vida, y enterrar, forever, la soberbia, la vanidad, el egoísmo y intolerancia.
Dos y pingada para el humilde, para el sencillo, para el que no tiene que comer, para el que no tiene nada, ni tan si quiera un pedazo de amor, un trozo de cariño, una caricia.
Dos y pingada en el confinamiento, pero para compartirlo con todos los hermanos y las hermanas de la Resurrección, que este año estrenaba presidente, florecillas de primavera, alegría compartida, la más hermosa, porque la euforia necesita darse, nunca vivirla en soledad.
No creo en la transcendencia del ser humano, pero intento que resucite hoy mismo los valores esenciales para construir una sociedad mejor, nunca perfecta, porque somos hombres y mujeres. Resucitemos lo mejor que hay dentro de nosotros mismos y enterremos, para siempre, nuestras miserias, vicios, envidias, hipocresías y felonías.

No creo en la resurrección de los cuerpos. Somos polvo en el tiempo. Envidio al hombre y a la mujer con fe, almas pías, creyentes en la transcendencia de la vida. Pero, antes de morirme, deseo para nuestra sociedad que resucite la verdad en la política; la amistad en las relaciones entre la gente del común; la libertad para escribir, hablar, sentir de lo que te dé la real gana. Anhelo una resurrección de valores esenciales en el ser humano: la igualdad, la solidaridad, la fraternidad. Deseo la resurrección del amor de verdad triunfe sobre el amor efímero, falaz, epidérmico. Quiero ¡la resurrección de la sensibilidad, de la cultura, del arte, de la belleza. Pido la resurrección de la economía, demografía y de la sociedad de nuestra ciudad y de su provincia. No pido mucho. Un poco más si me lo permite la platea: la resurrección de mis virtudes, quizá perdidas en el largo trayecto de la vida, y enterrar, forever, la soberbia, la vanidad, el egoísmo y intolerancia.
Dos y pingada para el humilde, para el sencillo, para el que no tiene que comer, para el que no tiene nada, ni tan si quiera un pedazo de amor, un trozo de cariño, una caricia.
Dos y pingada en el confinamiento, pero para compartirlo con todos los hermanos y las hermanas de la Resurrección, que este año estrenaba presidente, florecillas de primavera, alegría compartida, la más hermosa, porque la euforia necesita darse, nunca vivirla en soledad.
No creo en la transcendencia del ser humano, pero intento que resucite hoy mismo los valores esenciales para construir una sociedad mejor, nunca perfecta, porque somos hombres y mujeres. Resucitemos lo mejor que hay dentro de nosotros mismos y enterremos, para siempre, nuestras miserias, vicios, envidias, hipocresías y felonías.



















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