Eugenio de Ávila
Domingo, 12 de Abril de 2020
REPÚBLICO

Para cuándo la resurrección de la verdad política en España

[Img #37613]“No merecemos un Gobierno que nos mienta”. Rubalcaba. Aserto pronunciado durante el caos por los atentados del 11-M. Después montaron, a través de las redes sociales, que ahora quiere censurar Pablo Iglesias, lo de las manifestaciones en las sedes del PP durante la jornada de reflexión.

Y mintieron los periodistas de las izquierdas, todos millonarios: Ferreras, entonces en la SER, que propagó el bulo sobre los terroristas suicidas, y Gabilondo que, años después, tantos como seis, en 2010, admitió que “la noticia de los terroristas suicidas del 11-M fue un error”.

 Engañó Aznar con las armas de destrucción masiva que almacenaba Sadam Husseim en Irak. Zapatero escondió al abuelo no republicano y se jactó de que nuestra economía era la envidia de Francia, Italia y Alemania, para gastar lo que no tenía. Un libertino de la política, un crápula del Estado. Mintió Rajoy con la financiación ilegal del PP. No sabía nada de nada. Barcenas no existía. Mintieron y engañaron todos. Porque un político nunca debe decir la verdad, según confesó Maragall a Carlos Herrera, ha tiempo. 

Pero ha sido Pedro Sánchez el político que  se doctoró en la mentira. Mintió cuando afirmó que convocaría elecciones generales tras la censura contra el ejecutivo que presidía Mariano Rajoy. Mintió sobre su tesis doctoral. Mintió cuando, antes de las últimas elecciones, aseguro que nunca conciliaría el sueño si pactaba con Pablo Iglesias. Al día siguiente de su triunfo parcial, en el que el PSOE perdió miles de votantes, se abrazó y se dejó querer por el líder de Unidas Podemos.

Mintió antes del coronavirus y sigue mintiendo o no diciendo toda la verdad cuando la pandemia se come media España, la nación con el mayor número de muertos por millón de habitantes, la nación que registra el mayor número de profesionales sanitarios contagiados, la nación que suspendió eventos más tarde que Austria, Bélgica, Portugal, Polonia, Grecia y Hungría; no obstante, se mostró más diligente, al respecto, que Alemania, Reino Unido, Francia e Italia; pero fue el qué más tardó en cerrar escuelas, 12 días;  solo superado en esta carrera de apatía vírica por Francia, en la que la vida escolar concluyó un mes después del primer fallecido; el ejecutivo de Sánchez demoró 14 días en prohibir movimientos no esenciales, mientras que Grecia, Bélgica, Portugal y Chequia. Solo Italia superó, en otra carrera de incapacidad política, en cerrar las fronteras, nada menos que 13 días.

Mintió cuando afirmó, en el Congreso de los Diputados, que su Gobierno era el que más había informado sobre la pandemia. Existe otra forma de ocultar la verdad, sutil forma de mentir, que consiste en censurar las preguntas de la prensa que no es afín, porque a Pablo Iglesias, como afirmó en su momento, le importa más controlar las televisiones que, verbigracia, el Ministerio de Educación; de ahí esos 15 millones de euros de matute para canales como la Sexta, la Cuatro, Tele5, A3, que recogieron beneficios de más de cien millones de euros el pasado curos. No existe paragón en el mundo civilizado dónde, según considere el gobierno respectivo, se admiten o declinan las cuestiones planteadas por los medios de comunicación.

La última sesión parlamentaria registró todo una marca de mentiras en la voz de Pedro Sánchez. Pero una nación desinformada, embrutecida por tantas televisiones que expanden la vulgaridad de las aventuras de famosos y famosas, gente ágrafa, personas con un solo objetivo: enriquecerse por fuera, pero nunca sembrar semillas de sabiduría en sus cerebros, cree que la mentira es la gran verdad, y que la verdad, embuste. El pueblo se ha acostumbrado tanto a que le mientan, que cualquier verdad le ofende.

Quizá es que este Gobierno, que se considera tan de izquierdas, como si, por decirlo, se elevasen moral y éticamente por encima de cualquier otra persona que no lo fuere, ha olvidado que los trabajadores no quieren que les mientan, ni tampoco limosnas de 500 euros, para condenarlos a la mendicidad laboral. 500 euros convierten al hombre en oveja. 500 euros formar un rebaño que se alimentará en el abrevadero de la mentira política.

 Los obreros, honrados y orgullosos, desean tener un trabajo digno, con un salario que les permita acceder a la educación, la sanidad y una vivienda, amén de cultura y diversión. Y eso solo se alcanza si hay otros hombres, empresarios, que arriesgan su patrimonio para creer riqueza, en primer lugar, para ellos mismos, y después para los trabajadores, y un gobierno que haga cumplir con la Ley, tanto unos como a otros.

Uno no nace empresario. Se hace. Se asumen riesgos y potenciales crisis económicas y ruinas. El funcionario no nace, se hace tras oposiciones, libres o nepóticas. No hay riesgo. Se cobra, más o menos, pero hasta la jubilación. La clase política española, a diestra, siniestra y etérea, vienen de la función pública. Desconoce qué significa ser empresario, qué acarrea, qué sufrimiento y qué pelea cotidiana por mantener el negocio.

La izquierda española sabe mentir mejor que la derecha. Son hijos ideológicos de un sociópata, Lenin: “La mentira es una arma revolucionaria”. Goeblels, otro monstruo, se adelantó a nuestras izquierdas, con su máxima de que “una mentira mil veces repetidas se convierte en la mayor de las verdades”. Pero, si el sanchismo cae y el Lenin de bolsillo no convierte en realidad su sueño: convertir a España en la Venezuela de Europa, gobernará la derecha, que, una vez instalada en el poder, también mentirá, porque el poder cree que solo perdura conjugando ese verbo deleznable. Alguien, mucho más inteligente que yo, dijo que “puedes engañar a todo el mundo durante algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Nuestras izquierdas y nuestras diestras alcanzaron el poder mintiendo y aspiraron siempre a mantenerlo de idéntica manera.

El COVID-19 es el virus que enfatizó la mentira política, que la potenció. Y nos dejará una España de cadáveres y de mentiras y una pandemia económica inescrutable.

Anhelo la resurrección de la verdad en la política española, después de haber sido crucificada por la cobardía de Pilatos y los sacerdotes de una religión arcaica y fracasada.

“El lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdades, el asesinato una acción respetable y para dar al viento una apariencia de solidez”. George Orwell.

 

Eugenio-Jesús de Ávila

 

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