Tu nombre

Hoy me vino a la cabeza tu nombre. Estaba dormitando y mi ensoñación me llevó al lugar en el que se escriben las palabras y los sentimientos con letras mayúsculas, porque todo en ese paraje de mi memoria es a lo grande, a pleno color y en varias dimensiones aparte de las conocidas por la mayoría de los seres humanos. Pude oler tu perfume como si estuvieras a mi lado, como cuando rememoras una delicadeza culinaria y hasta sientes el sabor en tus papilas gustativas.

Parece increíble, pero el cerebro puede rememorar olores, sabores… Hoy me vino a la cabeza tu nombre, pero casi no recuerdo tu rostro. Se ha ido diluyendo por la porosidad de mis neuronas. Se ha filtrado como el agua entre la pared de mis añoranzas y sólo es una foto borrosa y descolorida en la recámara de un recóndito espacio en mi cabeza. Se lo engulló el pasado y el presente.

Quizá el futuro logre recuperar esa pérdida y ese olvido y sólo sean una circunstancia pasajera en el tren del tiempo. Hoy me vino a la cabeza tu nombre, como en tantas otras jornadas, entre risas y vacío, entre besos y vacío, entre miradas y vacío. El devenir de la propia vida es tan rápido que asusta, porque olvidamos pronto, recordamos poco y dibujamos a nuestro antojo lo que nos queda con pinceladas inventadas, añadidas para decorar y hacer más grande algo que ya no sostiene ni su propia imagen.

El ser humano es insondable, enigmático, raro. Aún así, hoy me vino a la cabeza tu nombre con mil caras diferentes y no he sabido discernir la tuya del resto de las que me mostraba la galería de imágenes que guardo. No la registré bien en su momento por las prisas, puede ser. Ahora la echo en falta cuando aflora la primavera en todo su magnífico esplendor. Quizá mañana te encuentre en una calle cualquiera de la ciudad que es mi vida y reconozca tus facciones al instante, como si nunca las hubiese perdido.

Mientras tanto, pensaré en tu nombre para ver si el destino caprichoso me devuelve al momento en el que te identifiqué como un todo.

Nélida L. Del Estal Sastre