OPINIÓN
Fases y desfases
Óscar de Prada López
Pixar alumbró en 2008 una de esas joyas cinematográficas a las que nos tiene -para bien- malacostumbrados: “WALL-E”. La historia de aquel robot compactador de basuras, dedicado a limpiar el planeta Tierra mientras la Humanidad languidecía a bordo de una inmensa nave interestelar, conquistó por igual a crítica y público. En este año de confinamiento doméstico mundial, es de agradecer que no nos hayan mandado a aprovechar el amplio espacio que brinda el espacio exterior –como hiciera la mega corporación Buy ‘n Large (BNL) con su crucero de cinco años a todo lujo. Más que nada por ahorrarnos los efectos de la microgravedad, con la pérdida ósea y la atención automatizada 24/7.
Aquella estadía galáctica prevista para un lustro duró siete siglos, con evidentes consecuencias en la anatomía y la mentalidad del personal. Del mismo modo que hemos pisado con incredulidad la calle tras sabernos confinados, aquella generación criada entre algodones y sillones flotantes conoció lo que es pisar tierra firme e iniciar la recolonización de un planeta abandonado. Hoy todo el mundo va -como en otras cosas- agrandando las diferencias entre regiones y guiones, entre fases y desfases, entre atrasos y atracos. A este respecto, dirá Sánchez lo mismo que aquel capitán de la película: “Creo que nuestros antepasados estarían orgullosos de saber que, 700 años después, estamos haciendo lo mismo que hacían ellos”. Otra confirmación de cómo progresista es a progreso lo que carterista a cartera.
Resulta contradictorio que hablen de “desescalada” quienes no dejan de superar sus propias cotas de incompetencia. La absurdidad con ellos va camino de ser medible como una magnitud física, al igual que el peso o la velocidad o la altura o la distancia. No por llegar más alto el sanchismo se librará del descalabro; si acaso puede ganar unos segundos en la caída pero no escapar a la ley universal por excelencia: la gravedad. Mientras haya suelo, tendrá sitio donde caer. Distinto será aterrizar sobre un colchón de plumas o un lecho de rosas, que a fin de cuentas también consta de espinas.
Las comparecencias públicas de esta coalición recuerdan a las que realizaba el capitán de la Axiom, informando del nuevo día (“el 255.642”) a toda una tripulación embrutecida. Con cada intervención, confirman que España sigue siendo la tierra de las oportunidades para pícaros y rufianes. Podemos hablar de personas cautas pero no tanto de medidas cautelosas, en tal caso serían cautelares. El buenismo nunca fue muy práctico como filosofía de vida, especialmente en tiempos visigodos donde la puñalada trapera estaba -¿o está?- a la orden del día. Si la confianza del electorado fuese una espalda, Tezanos sería un remendador de zurcidos cual sastre chapucero del nº 13, Rue del Percebe.
Pixar alumbró en 2008 una de esas joyas cinematográficas a las que nos tiene -para bien- malacostumbrados: “WALL-E”. La historia de aquel robot compactador de basuras, dedicado a limpiar el planeta Tierra mientras la Humanidad languidecía a bordo de una inmensa nave interestelar, conquistó por igual a crítica y público. En este año de confinamiento doméstico mundial, es de agradecer que no nos hayan mandado a aprovechar el amplio espacio que brinda el espacio exterior –como hiciera la mega corporación Buy ‘n Large (BNL) con su crucero de cinco años a todo lujo. Más que nada por ahorrarnos los efectos de la microgravedad, con la pérdida ósea y la atención automatizada 24/7.
Aquella estadía galáctica prevista para un lustro duró siete siglos, con evidentes consecuencias en la anatomía y la mentalidad del personal. Del mismo modo que hemos pisado con incredulidad la calle tras sabernos confinados, aquella generación criada entre algodones y sillones flotantes conoció lo que es pisar tierra firme e iniciar la recolonización de un planeta abandonado. Hoy todo el mundo va -como en otras cosas- agrandando las diferencias entre regiones y guiones, entre fases y desfases, entre atrasos y atracos. A este respecto, dirá Sánchez lo mismo que aquel capitán de la película: “Creo que nuestros antepasados estarían orgullosos de saber que, 700 años después, estamos haciendo lo mismo que hacían ellos”. Otra confirmación de cómo progresista es a progreso lo que carterista a cartera.
Resulta contradictorio que hablen de “desescalada” quienes no dejan de superar sus propias cotas de incompetencia. La absurdidad con ellos va camino de ser medible como una magnitud física, al igual que el peso o la velocidad o la altura o la distancia. No por llegar más alto el sanchismo se librará del descalabro; si acaso puede ganar unos segundos en la caída pero no escapar a la ley universal por excelencia: la gravedad. Mientras haya suelo, tendrá sitio donde caer. Distinto será aterrizar sobre un colchón de plumas o un lecho de rosas, que a fin de cuentas también consta de espinas.
Las comparecencias públicas de esta coalición recuerdan a las que realizaba el capitán de la Axiom, informando del nuevo día (“el 255.642”) a toda una tripulación embrutecida. Con cada intervención, confirman que España sigue siendo la tierra de las oportunidades para pícaros y rufianes. Podemos hablar de personas cautas pero no tanto de medidas cautelosas, en tal caso serían cautelares. El buenismo nunca fue muy práctico como filosofía de vida, especialmente en tiempos visigodos donde la puñalada trapera estaba -¿o está?- a la orden del día. Si la confianza del electorado fuese una espalda, Tezanos sería un remendador de zurcidos cual sastre chapucero del nº 13, Rue del Percebe.