COSAS MÍAS
Insultos “sotto voce”
Convencido estoy que “gilipollas” es un insulto que una gran mayoría de la prensa local me dedica, sotto voce, cuando me ve llegar, pasear con mi can o me escucha hablar. Lógico. Siempre calumnia el envidioso. Incluso, es una suposición, se me dedicarán más gruesas calumnias por parte de periodistas y políticos. Caigo mal porque soy libre. Se me dedicarán improperios porque nunca me he vendido. El mediocre odia a toda persona que considera superior en talento y otras virtudes. Los dicterios son una proyección del odio hacia sí mismo de ciertas personas que, como no pueden juzgarse y condenarse, lo extrapolan hacia el prójimo. La injuria siempre funciona como un boomerang. Hay gente que no se gusta, que querría haber sido más inteligente, culta y guapa, pero se quedó en vulgar, analfabeta y grotesca.
Este primer párrafo viene a cuento de un “escándalo” de la prensa hipócrita y vendida ante la grabación, al término del Pleno, celebrado ayer, por la mañana, en el Ayuntamiento de la capital, de una voz femenina, al parecer del PP, que dedicaba el término descalificativo de “gilipollas” a nuestro regidor. El propio Guarido no se habrá sorprendido. El alcalde cae muy bien a mucha gente de Zamora, entre otra a mí. Quizá porque es de izquierdas, que no comunista. Es persona inteligente. Me temo que hay muchos “gilipollas” y epítetos más graves en todo el arco ideológico zamorano. Y hay memos integrales, y felones, y jetas, y cobistas en política y en el periodismo. Por sus hechos los conoceremos. Yo no voy por ahí diciéndole al personal del que discrepo lo que pienso de su persona. No lo traduzco en palabras. Me lo guardo entre las circunvalaciones de mi cerebro. Y nada más.
Ultrajar o injuriar a una persona, político, periodista, panadero o amante, en voz baja, refleja cierta cobardía o, por qué no, una frustración que consiste en guardarte ese deseo de confesar, espetar y expulsar un sentimiento, en este caso de odio, asco, fobia.
Se supone que entre los políticos, los periodistas y los empresarios los descalificativos hacia el rival resultan cotidianos. Incluso escribo que cada cual tendrá un mote, relacionado con su físico, voz, forma de vestir, su falta de elegancia o de higiene. A mí me encanta que me tengan inquina y encono los periodistas malos –una mala persona nunca podrá ser un buen periodista- y los políticos corruptos, traidores y mentirosos. Es un honor. Guarido debería sentirse orgulloso de que lo insulten sus enemigos políticos, señal de que no lo hace mal del todo. En tiempos de hipocresía, cualquier sinceridad parece cinismo. No me llames cínico.
Eugenio-Jesús de Ávila
Convencido estoy que “gilipollas” es un insulto que una gran mayoría de la prensa local me dedica, sotto voce, cuando me ve llegar, pasear con mi can o me escucha hablar. Lógico. Siempre calumnia el envidioso. Incluso, es una suposición, se me dedicarán más gruesas calumnias por parte de periodistas y políticos. Caigo mal porque soy libre. Se me dedicarán improperios porque nunca me he vendido. El mediocre odia a toda persona que considera superior en talento y otras virtudes. Los dicterios son una proyección del odio hacia sí mismo de ciertas personas que, como no pueden juzgarse y condenarse, lo extrapolan hacia el prójimo. La injuria siempre funciona como un boomerang. Hay gente que no se gusta, que querría haber sido más inteligente, culta y guapa, pero se quedó en vulgar, analfabeta y grotesca.
Este primer párrafo viene a cuento de un “escándalo” de la prensa hipócrita y vendida ante la grabación, al término del Pleno, celebrado ayer, por la mañana, en el Ayuntamiento de la capital, de una voz femenina, al parecer del PP, que dedicaba el término descalificativo de “gilipollas” a nuestro regidor. El propio Guarido no se habrá sorprendido. El alcalde cae muy bien a mucha gente de Zamora, entre otra a mí. Quizá porque es de izquierdas, que no comunista. Es persona inteligente. Me temo que hay muchos “gilipollas” y epítetos más graves en todo el arco ideológico zamorano. Y hay memos integrales, y felones, y jetas, y cobistas en política y en el periodismo. Por sus hechos los conoceremos. Yo no voy por ahí diciéndole al personal del que discrepo lo que pienso de su persona. No lo traduzco en palabras. Me lo guardo entre las circunvalaciones de mi cerebro. Y nada más.
Ultrajar o injuriar a una persona, político, periodista, panadero o amante, en voz baja, refleja cierta cobardía o, por qué no, una frustración que consiste en guardarte ese deseo de confesar, espetar y expulsar un sentimiento, en este caso de odio, asco, fobia.
Se supone que entre los políticos, los periodistas y los empresarios los descalificativos hacia el rival resultan cotidianos. Incluso escribo que cada cual tendrá un mote, relacionado con su físico, voz, forma de vestir, su falta de elegancia o de higiene. A mí me encanta que me tengan inquina y encono los periodistas malos –una mala persona nunca podrá ser un buen periodista- y los políticos corruptos, traidores y mentirosos. Es un honor. Guarido debería sentirse orgulloso de que lo insulten sus enemigos políticos, señal de que no lo hace mal del todo. En tiempos de hipocresía, cualquier sinceridad parece cinismo. No me llames cínico.
Eugenio-Jesús de Ávila
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