Lunes, 22 de Septiembre de 2025

Eugenio de Ávila
Sábado, 16 de Mayo de 2020
REPÚBLICO

Julio Anguita, un comunista honrado y demócrata

[Img #39259]Julio Anguita fue un hombre honrado. Falangista en su juventud, cambió de fe para convertirse al comunismo. Las diferencias entre fascismo y marxismo son muy sutiles. El fascismo es el comunismo patriota. El otro es internacionalista, como la Iglesia Católica. Lógico. Un judío converso, Karl Marx lo pergeñó. Los hebreos carecían entonces de patria. Nunca se consideraron patriotas de ninguna nación. Quizá los sefarditas. Españoles. Los principales dirigentes bolcheviques, si exceptuamos a Stalin, por cierto, el único obrero entre esa casta revolucionaria, eran semitas.

 

La Falange copió su bandera de la CNT. Los falangistas cambiaron el diseño -rayas horizontales- porque la vieron colgando en un balcón y no percibieron que la del sindicato anarquista partía los colores con una diagonal. José Antonio defendía la nacionalización de la Banca y de los grandes servicios públicos, supresión de los latifundios y el Estado podría expropiar las tierras y, por supuesto, repudiaba el capitalismo y el liberalismo. Diferían de los comunistas en su fe católica. La Falange actual comulga con muchas de las ideas de Podemos. Normal. García-Trevijano comentó, no hace muchos años, en marzo de 2016: “Podemos es una farsa, la revolución pendiente de la Falange”. 

 

Anguita absorbió los principios más socializantes del falangismo en sus primeros pasos en política. Después se olvidó de ese pecado de juventud para hacerse comunista. Muchos socialistas de ahora, de los de esta democracia, procedían de la Falange y también nutrieron las filas del PSOE curas. Los socialistas de 1931 quemaban iglesias. La II República, con menos de un mes de vida, contempló la quema de cientos de templos católicos. Los socialistas de ahora cargan con cristos y vírgenes. Es la vida. Anguita no fue socialista nunca. El comunismo, históricamente, desde sus orígenes, criticó a los socialistas, incluso creó una Internacional para distinguirse de los socialdemócratas. De hecho, Julio fue el más serio opositor a Felipe González. La prensa socialista llegó a calificar al dirigente de IU de aliado de Aznar, con aquello de la pinza. Anguita solo le exigía a González, si quería pactar con su formación, “programa, programa, programa”. Clarísimo. Felipe se hallaba en otra dimensión: por encima del bien y del mal. Y conocía, además, el objetivo final del comunismo. La democracia burguesa, como la califican los marxistas, solo es un medio para alcanzar el fin.

 

Ahora, Pedro Sánchez, que se dice socialista, pero desconoce la historia de su partido, la vieja y la nueva, pactó con un neocomunista, con un personaje anacrónico, el que destruyó a la formación de Anguita, Frutos, Cayo Lara, personas honradas, justas y serias. El líder burgués de Unidas Podemos, o de Unidos Podemas, pactó con el PSOE para tocar poder. Anguita le habría exigido a Sánchez aquello de “programa, programa, programa”. Garzón, un niño de bien, felón a la historia de su formación, prefirió vender IU a Iglesias. Ahora es ministro de Consumo. ¡Un comunista, admirador del consumo en Cuba, dirige un Ministerio de la cosa! Surrealismo.

 

El comunismo español, de personajes como Simón Sánchez Montero, Marcelino Camacho, del propio Anguita, de Frutos, de Cayo Lara ha degenerado. La derecha, por supuesto, también se ha pervertido. El PP dejó hace tiempo de serlo. Le daba vergüenza.

 

Se nos murió Julio Anguita, un hombre honrado, aunque su ideología no gustase, pero, en su Córdoba, le votaban hasta los conservadores. A IU, nunca jamás se lo conoció un caso de corrupción como a PP, PSOE, CiU, ni financiaciones extrañas, como a Podemos. A Francisco Guarido, también lo eligieron personas de orden de toda la vida. Así va la política en una nación en quiebra moral y económica. Se nos muere la gente honrada. Las parcas son injustas.

 

“Cuando la diferencia entre la verdad y la mentira se convierte en una mera cuestión de poder y astucia, de presión y repetición infinita, las falsedades más monstruosas se transforman en hechos incuestionables”. Hannah Arendt: “Los orígenes del totalitarismo”.

 

Eugenio-Jesús de Ávila

 

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