Eugenio de Ávila
Jueves, 04 de Junio de 2020
PASIÓN POR ZAMORA

Zamora, su futuro y la dependencia del Estado

[Img #40086]Fue la ciudad líquida, la ciudad de las cigüeñas y ahora la ciudad de las amapolas. Es la ciudad que, antes de la pandemia vírica, ya padecía una pandemia económica. Nos aferrábamos para asir el futuro, para no desaparecer como ciudad, a que Monte La Reina renaciese como instalación militar; a la Biorrefinería de Barcial del Barco y al turismo. Y poco más. El comercio se desmoronaba, los locales de nuestras principales calles se alquilaban. Y llego el coronavirus. Y después, a partir de julio, comprobaremos cómo saldrá Zamora del estado de alarma. ¿Más fuerte, como Pedro Sánchez augura o más debilitada, si aún es posible mayor desmoronamiento social y demográfico?

No lo creo. Además, Ayuntamiento de Zamora y Diputación Provincial también necesitan del Estado para que sus proyectos se realicen, se vean, se palpen. Como he escrito con reiteración, la economía provincial inició su declive en los primeros años de la década de los 90, si bien el boom de la construcción escondió la verdadera situación social y demográfica de nuestra tierra. La reconversión, brutal, del sector primario, se fue paliando con las subvenciones europeas, pero, a la hora de la verdad, la sangría de agricultores y ganaderos, con miles de explotaciones cerradas, con la marcha de la Juventus, colapsó el comercio de Zamora y, por supuesto, de Benavente y Toro.

Si unimos a lo anteriormente expresado que el comercio online reclama la compra de la gente más joven, comprenderemos que nuestro comercio, que ya se hallaba muy tocado antes de la pandemia vírica, desemboque, tras el confinamiento, en un momento de extrema delicadeza. Si, como es de prever, el desempleo aumenta, el sector de hostelería se deja por el camino el 30% de sus establecimientos, bares y cafeterías, Zamora entrará en agonía económica. Solo las inversiones del Estado en Monte La Reina, la cesión al Ayuntamiento de los terrenos de Adif en el Complejo de la Estación del Ferrocarril; la restauración de las murallas de la ciudad, las obras municipales en el viejo Banco de España, Universidad Laboral y construcción del Conservatorio de Música, más el Parque de Bomberos, contribuirían a mostrar cierto optimismo, así como el inicio de la construcción de la Biorrefinería de Barcial del Barco, esencial para Benavente, más que para la capital de la provincia. Y no me olvido de la transformación en autovía de la carretera nacional entre Zamora y la frontera portuguesa. Todas estas inyecciones económicas corresponderían al ejecutivo de Sánchez, que, si lo cogobierna con Iglesias, me temo que conoceremos una quiebra absoluta de España.

Zamora también debería encontrar en el turismo cultural otro sector que relanzase la economía local y de los pueblos del alfoz. Ni el románico, ni nuestra historia, ni el modernismo ni el eclecticismo se nos robará. Pero, además de vender pasado y buena gastronomía, también considero esencial construir un campo de golf de 18 hoyos. La Diputación, en época de Martínez-Maíllo, apostó por crear una instalación para este deporte en La Aldehuela. Nunca más se supo. Ahora, Francisco J. Requejo debería pensar en retomar esa idea.

Todos estos proyectos moverían la economía zamorana. En principio, la construcción de tanta infraestructura conllevaría empleo; después, creación de puestos de trabajo fijos. No obstante, insisto en que los proyectos de Ayuntamiento de la capital y de la Diputación dependen, en buena medida del Gobierno central y, por supuesto, de la siempre cicatera con Zamora, Junta de Castilla y León.

Eugenio-Jesús de Ávila

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