Domingo, 28 de Septiembre de 2025

Irene Alfageme
Domingo, 07 de Junio de 2020
LA COLUMNA DE DOÑA ELVIRA

Crónica de una taza derramada

Mientras la brisa se tropieza con mi cara, aparto mi pelo de la frente dejando que la taza de café ardiendo roce mis labios para poder- por fin- saborear el primer sorbo de este gran placer en una de las terrazas que han vuelto a abrir. Como de costumbre, debido a mis manos temblorosas y la alta temperatura del café, se me derrama una gota- por no decir medio café- que tengo que limpiar con un pañuelo de color blanco. Mientras espero a que la taza se temple y degustar de mi primera taza de café al aire libre en mucho tiempo, cojo una hoja en blanco y un boli bic- de color negro- que tengo en mi bolso, y me dispongo a dibujar lo que tengo a mi alrededor. Lo que en mis ojos se refleja mirando la hoja de papel, una vez terminado esa especie de “dibujo”, son un montón de mesas con gente- del mismo bar en el que me encuentro-; personas paseando de un lado a otro, con su mascarilla en la cara,; y, a los lados, lo que fueron tiendas, bares, restaurantes, pero que ahora solamente son bonitos recuerdos que quedan en la mente de las personas que un día disfrutaron de su tiempo allí, en esos establecimientos en los que ahora lo más colorido que queda es el fondo del cartel de: “Cerrado” que está plantado en medio de lo que un día fue la puerta principal.

 

Tras finalizar mi dibujo, pude- por fin- terminar lo poco que había quedado en mi taza de café, tras mi momento de torpeza; pagué y me fui a continuar con mis recados diarios. Pasados cinco minutos un camarero fue a limpiar la mesa que yo ocupaba para que otros clientes pudieran ocuparla más tarde y disfrutar de ese placer que llevamos tanto tiempo desenado. El camarero, una vez que limpió la silla, vio el “dibujo” que había hecho, y que se me había quedado olvidado en la mesa. Mientras limpiaba con su bayeta, los movimientos eran cada vez más lentos, debido a que el camarero se quedó contemplado el “dibujo”. Por su mente pasaba lo mismo que por la mía: cómo es posible haber acabado en una situación en la que los negocios de toda la vida, los pequeños comercios, bares y resto de establecimientos abandonados hayan acabado colgando un cartel de “Cerrado”. Por qué los ciudadanos no impulsamos, entre todos los habitantes del pueblo en el que se encuentra este tipo de situaciones, estos negocios; comprar en ellos, comprar sus productos, nuestros productos; y, de esa manera- a lo mejor- la hoja de papel que me quedé en la mesa de aquel bar, aquella que casualmente se encontró ese camarero anónimo, cambie de forma y de contenido. Y,  en el alrededor de las mesas de la terraza de aquel bar, cientos de personas compren y disfruten de los productos que venden esos pequeños comercios que ahora lucen el cartel de: “Abierto”.

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