DENUNCIAS
Trascastillo, un paseo impracticable
Un camino por el que ni pasar se puede
Paseantes, muchos en los últimos días; paseos los mismos, inusitadamente ocupados masivamente por esas circunstancias, que ni recordar merece. Saturados de personas, con ánimo de distraerse y hacer algo de ejercicio después de tanto tiempo recluidos en sus domicilios. Sobrados de tiempo, mas necesitados de ocuparlo movieron sus pies por lugares no tan habituales.
Allá en trascastillo, entre la bajada de la puerta del Obispo y el famoso escudo de la ciudad implantado en la zona ajardinada, hay un buen paseo. Recóndito podría, bucólico de no ser por el estado en que se encuentra. Discurre paralelo a la acera, aunque elevado una mínima altura respecto a esta. Acusa los desprendimientos de la roca donde se asienta la fortaleza. Piedras que permanecen en el camino de paso, lo ocupan y dejan pasar mínimamente, unas de mayor tamaño otras más pequeñas; todas esperando que alguien tropiece en ellas, pero en consonancia con el estado del resto de la ciudad, ese parece ser un peligro menor. Llevan tiempo allí, porque nadie se ha preocupado de retirarlas. Nunca se ha hecho y lo peor, probablemente, nunca se quitarán de en medio. Ellas solas no desaparecerán por arte de magia, como hicieron los bancos que en su día hubo.
Cubren, lo intentan sin conseguirlo, toda la ladera entre la senda y la zona amurallada una hilera de árboles. Detrás de lo que pretenden ocultar, desprendimientos de tierra, restos vegetales, chumberas secas principalmente, hierbas, maleza y otras basuras, que hacen el lugar poco saludable. Y, de lo que fue un vallado ornamental de setos de mediana altura, entre el paseo y la acera poco queda, en algún tramo hasta ha desaparecido totalmente, en otros se encuentra en muy mal estado, triste que se haya perdido por la falta mínima de cuidados, entre ellos el riego, el sistema gota a gota, no ha funcionado correctamente.
En definitiva, esa doble misión de ornamentar mientras protege a los paseantes de posibles caídas debido a la diferencia de altura, queda muy lejos de cumplirse. Concluyendo, encontramos otra de las zonas turísticas, dada su ubicación, sumida en el abandono de años.
Manuel Herrero Alonso
Paseantes, muchos en los últimos días; paseos los mismos, inusitadamente ocupados masivamente por esas circunstancias, que ni recordar merece. Saturados de personas, con ánimo de distraerse y hacer algo de ejercicio después de tanto tiempo recluidos en sus domicilios. Sobrados de tiempo, mas necesitados de ocuparlo movieron sus pies por lugares no tan habituales.
Allá en trascastillo, entre la bajada de la puerta del Obispo y el famoso escudo de la ciudad implantado en la zona ajardinada, hay un buen paseo. Recóndito podría, bucólico de no ser por el estado en que se encuentra. Discurre paralelo a la acera, aunque elevado una mínima altura respecto a esta. Acusa los desprendimientos de la roca donde se asienta la fortaleza. Piedras que permanecen en el camino de paso, lo ocupan y dejan pasar mínimamente, unas de mayor tamaño otras más pequeñas; todas esperando que alguien tropiece en ellas, pero en consonancia con el estado del resto de la ciudad, ese parece ser un peligro menor. Llevan tiempo allí, porque nadie se ha preocupado de retirarlas. Nunca se ha hecho y lo peor, probablemente, nunca se quitarán de en medio. Ellas solas no desaparecerán por arte de magia, como hicieron los bancos que en su día hubo.
Cubren, lo intentan sin conseguirlo, toda la ladera entre la senda y la zona amurallada una hilera de árboles. Detrás de lo que pretenden ocultar, desprendimientos de tierra, restos vegetales, chumberas secas principalmente, hierbas, maleza y otras basuras, que hacen el lugar poco saludable. Y, de lo que fue un vallado ornamental de setos de mediana altura, entre el paseo y la acera poco queda, en algún tramo hasta ha desaparecido totalmente, en otros se encuentra en muy mal estado, triste que se haya perdido por la falta mínima de cuidados, entre ellos el riego, el sistema gota a gota, no ha funcionado correctamente.
En definitiva, esa doble misión de ornamentar mientras protege a los paseantes de posibles caídas debido a la diferencia de altura, queda muy lejos de cumplirse. Concluyendo, encontramos otra de las zonas turísticas, dada su ubicación, sumida en el abandono de años.
Manuel Herrero Alonso
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