REPÚBLICO
Los antiliberales, los amantes fieles del Estado: comunistas y fascistas
Cuando un servidor era jovencito –ya casi no me acuerdo- y quería ser jugador profesional de fútbol, un Johan Cruyff, observé que casi todos los niños eran del Real Madrid y muy pocos del Barça y del Athlétic Club de Bilbao. El seguidor de la entidad azulgrana se caracterizaba, ante todo, por su odio al equipo blanco, más que por su amor a sus colores. De hecho, el joven barcelonista se alegraba más con la derrota del club de Concha Espina que con el éxito propio.
A la gente de izquierdas, como me sucedió a mí hasta que tuve uso de razón, la caracteriza su odio a todo lo que huela a derecha, sin saber qué significa ser persona conservadora, ni conocer el liberalismo; pero sin tener ni puta idea de lo que fue y es el comunismo, ni el socialismo español, ni cómo se las gastaron desde Marx a Lenin y Stalin y su fiel parroquia política a lo largo de la historia. Se encontrarían con dictadores sanguinarios, golpistas, enemigos de la democracia, genocidas y, por supuesto, hostiles a la libertad individual y a la empresa privada. Les sucede también como a los católicos que no se acercan a la historia del Papado desde sus inicios, porque temen encontrarse con sumos pontífices, cardenales, obispos y sacerdotes rijosos, políticos, bélicos, felones y, me atrevería a afirmar, ateos. Marxismo y cristianismo son dos religiones. Ambas prometen entelequias: paraísos más caca y cielos más allá, al otro lado de la muerte. Fe. Nunca razón.
Quizá a ese personal de izquierdas –hay unas cuantas, según apreció Gustavo Bueno-, ignorante de las tesis principales que definen sus ideologías, odien a la gente que propugna aplicar políticas basadas en la racionalidad, la individualidad, la creencia en el progreso, la sociabilidad, porque más allá del individualismo, todo ser humano es interdependiente; el apego a los universales humanos, porque hay derechos, sea cual sea nuestra religión, raza, nacionalidad, que nos pertenecen a todos; la necesidad de limitar el poder y, por supuesto, la economía de mercado, todo dentro de un marco democrático, de un Estado de Derecho.
Pues todas esas ideas forman parte del liberalismo clásico, si bien, como considera Freedem, podrían ser compartidas por personas de diferentes ideologías, incluso antiliberales. El objetivo no consiste en crear un partido liberal, sino que todas las formaciones asuman parte del contenido programático del liberalismo: pluralismo político, tolerancia y un sistema de mercado más o menos grande. Porque una persona normal, que no sea religiosa, como comunistas y fascistas, ama la libertad, la propiedad privada, la propiedad sobre su propio ser, también lo público, la Ley, respeta la naturaleza, al prójimo y poder elegir.
No hay nada que más una comunistas y fascistas que su antiliberalismo. Seguidores de Mussolini apenas quedan en España. Solo Falange Auténtica, que suele loar las políticas de Unidas Podemos, formación a la que el gran Antonio García-Trevijano un sucedáneo del partido de José Antonio y su revolución pendiente. Pero sí permanece en los cerebros de estos rojos burgueses el Manifiesto Comunista de 1848. Anacrónicos y desfasados. Pero un peligro real para la libertad.
Pues hete aquí que los dirigentes morados y los del puño y la rosa gustan atacar a los conservadores españoles acusándolos de neoliberales. Analfabetos. ¡Me hacéis reír don Gonzalo¡ Ni neo ni zarandajas. No hubo jamás liberalismo en España, salvo en el siglo XIX, en las Cortes de Cádiz y para usted de contar. El liberalismo, como definió Goethe es un sentimiento del alma. No conozco nación en el orbe liberal. Quizá se acercase algo Inglaterra. Pero tampoco. Por lo tanto, si no hubo liberalismo no podrá haber neoliberalismo. Lo que sí existe por doquier, con estados que así lo proclaman, es comunismo: China, que encontró la fórmula para aplicar el capitalismo y gobernar con ideología comunista; Corea del Norte, con una monarquía también de esa ideología; Venezuela, socialfascismo, y Cuba, la isla del sexo libre para que el hambre no se note tanto.
A comunistas y fascistas les repele la libertad, les produce náuseas, sarpullidos en la piel del alma. Libertad…para qué, que le respondiese Lenin a Fernando de los Ríos, socialista humanista español, allá en 1920, durante su encuentro con el dirigente bolchevique en Moscú. Esa exigua libertad la administran los comunistas para repartírsela entre ellos. Después, cuando surge algún heterodoxo, se purga y no pasa nada. Historia.
Aquí, en España, cuando la economía se precipite hacia el abismo, tal y como predice desde el Banco de España, integrado por técnicos, hasta organismos internacionales, Pedro Sánchez se quitará de encima al neoburgués, neocomunista, neonada, Pablo Iglesias para administrar la miseria. Podría llevar a algún zamorano a su Gobierno, porque aquí, en nuestra tierra, se lleva administrando miseria toda una vida.
“La presencia en el gobierno de Iglesias, su mujer y adláteres es un cáncer para nuestro país y hay que echarlos. De no ser así crecerán las amenazas. Y una violencia que los propios políticos no serán capaces de frenar". Si Sánchez no se deshace de ese peligro público que es Pablo Iglesias será responsable de la violencia que se genere en España. Él y todo su partido”. Esto no lo ha dicho un “facha”, sino un ministro de un Gobierno presidido por Zapatero, César Antonio Molina, intelectual, escritor, nombrado por Francia Caballero de Orden de las Artes y las Letras. En verdad, cada vez hay más españoles “fachas”. Como sigamos así, gobernados por esta plaga, lo seremos todos.
Eugenio-Jesús de Ávila
Cuando un servidor era jovencito –ya casi no me acuerdo- y quería ser jugador profesional de fútbol, un Johan Cruyff, observé que casi todos los niños eran del Real Madrid y muy pocos del Barça y del Athlétic Club de Bilbao. El seguidor de la entidad azulgrana se caracterizaba, ante todo, por su odio al equipo blanco, más que por su amor a sus colores. De hecho, el joven barcelonista se alegraba más con la derrota del club de Concha Espina que con el éxito propio.
A la gente de izquierdas, como me sucedió a mí hasta que tuve uso de razón, la caracteriza su odio a todo lo que huela a derecha, sin saber qué significa ser persona conservadora, ni conocer el liberalismo; pero sin tener ni puta idea de lo que fue y es el comunismo, ni el socialismo español, ni cómo se las gastaron desde Marx a Lenin y Stalin y su fiel parroquia política a lo largo de la historia. Se encontrarían con dictadores sanguinarios, golpistas, enemigos de la democracia, genocidas y, por supuesto, hostiles a la libertad individual y a la empresa privada. Les sucede también como a los católicos que no se acercan a la historia del Papado desde sus inicios, porque temen encontrarse con sumos pontífices, cardenales, obispos y sacerdotes rijosos, políticos, bélicos, felones y, me atrevería a afirmar, ateos. Marxismo y cristianismo son dos religiones. Ambas prometen entelequias: paraísos más caca y cielos más allá, al otro lado de la muerte. Fe. Nunca razón.
Quizá a ese personal de izquierdas –hay unas cuantas, según apreció Gustavo Bueno-, ignorante de las tesis principales que definen sus ideologías, odien a la gente que propugna aplicar políticas basadas en la racionalidad, la individualidad, la creencia en el progreso, la sociabilidad, porque más allá del individualismo, todo ser humano es interdependiente; el apego a los universales humanos, porque hay derechos, sea cual sea nuestra religión, raza, nacionalidad, que nos pertenecen a todos; la necesidad de limitar el poder y, por supuesto, la economía de mercado, todo dentro de un marco democrático, de un Estado de Derecho.
Pues todas esas ideas forman parte del liberalismo clásico, si bien, como considera Freedem, podrían ser compartidas por personas de diferentes ideologías, incluso antiliberales. El objetivo no consiste en crear un partido liberal, sino que todas las formaciones asuman parte del contenido programático del liberalismo: pluralismo político, tolerancia y un sistema de mercado más o menos grande. Porque una persona normal, que no sea religiosa, como comunistas y fascistas, ama la libertad, la propiedad privada, la propiedad sobre su propio ser, también lo público, la Ley, respeta la naturaleza, al prójimo y poder elegir.
No hay nada que más una comunistas y fascistas que su antiliberalismo. Seguidores de Mussolini apenas quedan en España. Solo Falange Auténtica, que suele loar las políticas de Unidas Podemos, formación a la que el gran Antonio García-Trevijano un sucedáneo del partido de José Antonio y su revolución pendiente. Pero sí permanece en los cerebros de estos rojos burgueses el Manifiesto Comunista de 1848. Anacrónicos y desfasados. Pero un peligro real para la libertad.
Pues hete aquí que los dirigentes morados y los del puño y la rosa gustan atacar a los conservadores españoles acusándolos de neoliberales. Analfabetos. ¡Me hacéis reír don Gonzalo¡ Ni neo ni zarandajas. No hubo jamás liberalismo en España, salvo en el siglo XIX, en las Cortes de Cádiz y para usted de contar. El liberalismo, como definió Goethe es un sentimiento del alma. No conozco nación en el orbe liberal. Quizá se acercase algo Inglaterra. Pero tampoco. Por lo tanto, si no hubo liberalismo no podrá haber neoliberalismo. Lo que sí existe por doquier, con estados que así lo proclaman, es comunismo: China, que encontró la fórmula para aplicar el capitalismo y gobernar con ideología comunista; Corea del Norte, con una monarquía también de esa ideología; Venezuela, socialfascismo, y Cuba, la isla del sexo libre para que el hambre no se note tanto.
A comunistas y fascistas les repele la libertad, les produce náuseas, sarpullidos en la piel del alma. Libertad…para qué, que le respondiese Lenin a Fernando de los Ríos, socialista humanista español, allá en 1920, durante su encuentro con el dirigente bolchevique en Moscú. Esa exigua libertad la administran los comunistas para repartírsela entre ellos. Después, cuando surge algún heterodoxo, se purga y no pasa nada. Historia.
Aquí, en España, cuando la economía se precipite hacia el abismo, tal y como predice desde el Banco de España, integrado por técnicos, hasta organismos internacionales, Pedro Sánchez se quitará de encima al neoburgués, neocomunista, neonada, Pablo Iglesias para administrar la miseria. Podría llevar a algún zamorano a su Gobierno, porque aquí, en nuestra tierra, se lleva administrando miseria toda una vida.
“La presencia en el gobierno de Iglesias, su mujer y adláteres es un cáncer para nuestro país y hay que echarlos. De no ser así crecerán las amenazas. Y una violencia que los propios políticos no serán capaces de frenar". Si Sánchez no se deshace de ese peligro público que es Pablo Iglesias será responsable de la violencia que se genere en España. Él y todo su partido”. Esto no lo ha dicho un “facha”, sino un ministro de un Gobierno presidido por Zapatero, César Antonio Molina, intelectual, escritor, nombrado por Francia Caballero de Orden de las Artes y las Letras. En verdad, cada vez hay más españoles “fachas”. Como sigamos así, gobernados por esta plaga, lo seremos todos.
Eugenio-Jesús de Ávila
Gonzalo Julián | Jueves, 11 de Junio de 2020 a las 00:35:25 horas
Dos comentarios:
"China, que encontró la fórmula para aplicar el capitalismo y gobernar con ideología comunista"
LA FÓRMULA:"HACEROS RICOS...Y NO OS PREOCUPÉIS DE LO DEMÁS"
“...Si Sánchez no se deshace de ese peligro público que es Pablo Iglesias..." PABLO IGLESIAS SE DESHARÁ DE PEDRO SÁNCHEZ.
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