REPÚBLICO
Las buenas personas
Me enorgullezco de que las personas que me estiman sean, objetivamente, en el buen sentido de la palabra, como escribió el gran Antonio Machado, buenas. Pero tanto como me honra la amistad de esos hombres y mujeres que me loan, aplauden, festejan; me jacto de que me envidien, calumnien y levanten falsos testimonios esa canalla de malandrines, felones y cobistas que habitan en nuestra ciudad del alma. Esta ralea de estólidos y badulaques, gente de escaso talento y colosal mediocridad, también se “ajunta”: Dios los cría....
Su vulgaridad resulta tan formidable que no saben ni reírse, ni hablar, ni insultar. En el camino de la vida siempre me han hecho compañía personas que fueron, son y serán mejores que yo.
Aprendí de todos, desde el más dotado intelectualmente hasta del que, por diversas circunstancias, se consideraba a sí mismo menos que los demás, que me enseñó cuál es el secreto de la humildad, de la bonhomía, de la sencillez. Cierto que en esa senda que nos conduce más allá del tiempo, los hijos de Caín me colocaron celadas, pero sus farsas me sirvieron de catarsis.
Solo deseo que los que aman y a los que amo gocen de la vida, reciban la bendición de los dioses y nos encontremos, si es menester, en los Campos Elíseos.
Eugenio-Jesús de Ávila
Me enorgullezco de que las personas que me estiman sean, objetivamente, en el buen sentido de la palabra, como escribió el gran Antonio Machado, buenas. Pero tanto como me honra la amistad de esos hombres y mujeres que me loan, aplauden, festejan; me jacto de que me envidien, calumnien y levanten falsos testimonios esa canalla de malandrines, felones y cobistas que habitan en nuestra ciudad del alma. Esta ralea de estólidos y badulaques, gente de escaso talento y colosal mediocridad, también se “ajunta”: Dios los cría....
Su vulgaridad resulta tan formidable que no saben ni reírse, ni hablar, ni insultar. En el camino de la vida siempre me han hecho compañía personas que fueron, son y serán mejores que yo.
Aprendí de todos, desde el más dotado intelectualmente hasta del que, por diversas circunstancias, se consideraba a sí mismo menos que los demás, que me enseñó cuál es el secreto de la humildad, de la bonhomía, de la sencillez. Cierto que en esa senda que nos conduce más allá del tiempo, los hijos de Caín me colocaron celadas, pero sus farsas me sirvieron de catarsis.
Solo deseo que los que aman y a los que amo gocen de la vida, reciban la bendición de los dioses y nos encontremos, si es menester, en los Campos Elíseos.
Eugenio-Jesús de Ávila
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