PASIÓN POR ZAMORA
Guarido, antítesis de la izquierda derrochona
Sostengo que Francisco Guarido es la antítesis de la izquierda derrochona, caprichosa, la que gusta de hacer caridad con el menesteroso, en diáfana emulación del burgués creyente. Nuestro alcalde, como escribí en su momento, ahorra lo que es menester, pero con un destino, con un objetivo. Su mente funciona como la de un ama de casa humilde. Ella va apartando una parte del sueldo del marido, para, en un momento determinado, arreglar la habitación de los niños, pintar la cocina, comprar un sofá nuevo, renovar, en lo posible, el hogar, dulce hogar.
Si Guarido hubiese sido un manirroto socialista, un tipo sin cerebro; un popular simpático y risueño, ahora, cuando los autónomos y pequeños empresarios necesitan ayudas municipales, no habría un euro en la caja. Sucede que nuestros empresarios, casi todos pasándolas canutas antes, más ahora, cuando pase la pandemia vírica, precisan también merma en los impuestos municipales, pagar menos al municipio, tasas más bajas en lo posible, que no descuadren tampoco el presupuesto municipal. Zamora clama por inversiones privadas que generen puestos de trabajo. Por supuesto que las ayudas del Gobierno central y del autonómico resultan esenciales para sacar a nuestra ciudad del coma económico en que se encontraba y se hallará en breve. Muchas inversiones públicas deberían transformar nuestra economía. Pero, como digo, el autónomo, el pequeño empresario, también clama por un descenso en la fiscalidad municipal, regional y nacional.
La construcción del Parque de Bomberos, del Conservatorio de Música, del Centro de Social en la vieja Universidad Laboral contribuirán a reactivar el mercado laboral local y provincial; grandes proyectos a los que deberían unirse los de la restauración completa de las murallas de la ciudad, a cuenta del Ministerio de Cultura, su propietario, y otros propios del Ayuntamiento en su cotidiana labor de mejoramiento de la urbe. Y, sin olvidarme, por supuesto, de la promesa del presidente del Gobierno, del renacimiento militar de Monte La Reina; que Adif ceda los terrenos de la Estación del Ferrocarril, y la Biorrefinería de Barcial, aunque quede ya lejos de la capital de la provincia. Eso sí, no me olvido de que el Servicio de Urbanismo del Ayuntamiento de Zamora y su particular forma de entender la concesión de licencias municipales merece, como poco, una reflexión profunda. De seguir con su secular dinámica, aquí el personal esperaría ya al ingreso mínimo vital.
A veces, los ayuntamientos, como las amas de casa humildes, ahorran para invertir y progresar, para que la ciudad y la familia alcancen un mejor nivel de vida.
Eugenio-Jesús de Ávila
Sostengo que Francisco Guarido es la antítesis de la izquierda derrochona, caprichosa, la que gusta de hacer caridad con el menesteroso, en diáfana emulación del burgués creyente. Nuestro alcalde, como escribí en su momento, ahorra lo que es menester, pero con un destino, con un objetivo. Su mente funciona como la de un ama de casa humilde. Ella va apartando una parte del sueldo del marido, para, en un momento determinado, arreglar la habitación de los niños, pintar la cocina, comprar un sofá nuevo, renovar, en lo posible, el hogar, dulce hogar.
Si Guarido hubiese sido un manirroto socialista, un tipo sin cerebro; un popular simpático y risueño, ahora, cuando los autónomos y pequeños empresarios necesitan ayudas municipales, no habría un euro en la caja. Sucede que nuestros empresarios, casi todos pasándolas canutas antes, más ahora, cuando pase la pandemia vírica, precisan también merma en los impuestos municipales, pagar menos al municipio, tasas más bajas en lo posible, que no descuadren tampoco el presupuesto municipal. Zamora clama por inversiones privadas que generen puestos de trabajo. Por supuesto que las ayudas del Gobierno central y del autonómico resultan esenciales para sacar a nuestra ciudad del coma económico en que se encontraba y se hallará en breve. Muchas inversiones públicas deberían transformar nuestra economía. Pero, como digo, el autónomo, el pequeño empresario, también clama por un descenso en la fiscalidad municipal, regional y nacional.
La construcción del Parque de Bomberos, del Conservatorio de Música, del Centro de Social en la vieja Universidad Laboral contribuirán a reactivar el mercado laboral local y provincial; grandes proyectos a los que deberían unirse los de la restauración completa de las murallas de la ciudad, a cuenta del Ministerio de Cultura, su propietario, y otros propios del Ayuntamiento en su cotidiana labor de mejoramiento de la urbe. Y, sin olvidarme, por supuesto, de la promesa del presidente del Gobierno, del renacimiento militar de Monte La Reina; que Adif ceda los terrenos de la Estación del Ferrocarril, y la Biorrefinería de Barcial, aunque quede ya lejos de la capital de la provincia. Eso sí, no me olvido de que el Servicio de Urbanismo del Ayuntamiento de Zamora y su particular forma de entender la concesión de licencias municipales merece, como poco, una reflexión profunda. De seguir con su secular dinámica, aquí el personal esperaría ya al ingreso mínimo vital.
A veces, los ayuntamientos, como las amas de casa humildes, ahorran para invertir y progresar, para que la ciudad y la familia alcancen un mejor nivel de vida.
Eugenio-Jesús de Ávila

















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