COVID-19
Poema aún sin nombre
Esta pandemia, este coronavirus o Covid-19, como quiera que lo llamen, me ha traído, me ha regalado, dos cosas importantes, bonitas, alentadoras.
La primera, al comienzo de la (hoy ya) “tragedia mundial”: un buen amigo me presentó a Damaris y Cristian, pareja de ciudadanos americanos, residentes en EEUU. Apenas pudimos estar juntos las horas de un día. Ellos debían volver precipitadamente a su país, antes de que cerrasen sus fronteras, apenas unos días después, por la pandemia que “empezaba allí”. Debieron tomar los dos primeros billetes de vuelta que encontraron. No necesité más tiempo: sabía que tenía unos nuevos amigos, ya de por vida, enamorados de Zamora, a la que se acercan periódicamente...y que repetirán, a la primera oportunidad que se les presente, y que “los acontecimientos” les permitan.
La segunda ha sido hoy, ya “casi al final de nuestro confinamiento”, prostituido por la “mentira oficial” de nuestro Gobierno...y quién sabe en qué momento del “calvario” que está suponiendo para los habitantes de EEUU, prostituido, a su vez, por el inefable Presidente Donald Trump. He recibido un poema que, sin más preámbulos ni palabras, comparto con ustedes, como reconocimiento y agradecimiento a ellos, con la misiva de que Paco, Ito y el que firma, les esperamos...como si fuera ayer.
“POEMA AÚN SIN NOMBRE”
Empezar un poema que comience así:
“la única batalla que he ganado en mi vida
ha sido contra el bosque.
La única guerra que he perdido en mi vida
es el bosque cada verano”.
Ver el mar a lo lejos
cuando conducimos por estos parajes llanos,
oliendo un salitre
que no conoces
pero creer en el espejismo,
en la falacia de los sentidos.
Llegar al bosque como quien llega al mar:
entregarse
a sabiendas de que el combate siempre está por empezar.
Vivir en una calle que se llame
Campo de Marte
en una ciudad que se llame Zamora
solo por imaginar que su nombre
es Marsovo Polye
que los inviernos son fríos
y las noches de junio, blancas,
confiar en que estas murallas nos protegerán
cuando llegue la batalla final
aunque nunca hayamos creído en los dioses romanos
y nuestras armas solo sean
un par de palabras por decir.
Terminar un poema así:
“cuatro puntos cardinales
empujan en direcciones opuestas,
cualquier elección es la equivocada
y nuestra única opción
la inmovilidad”.
Damaris Puñales Alpízar
Gonzalo Julián
Esta pandemia, este coronavirus o Covid-19, como quiera que lo llamen, me ha traído, me ha regalado, dos cosas importantes, bonitas, alentadoras.
La primera, al comienzo de la (hoy ya) “tragedia mundial”: un buen amigo me presentó a Damaris y Cristian, pareja de ciudadanos americanos, residentes en EEUU. Apenas pudimos estar juntos las horas de un día. Ellos debían volver precipitadamente a su país, antes de que cerrasen sus fronteras, apenas unos días después, por la pandemia que “empezaba allí”. Debieron tomar los dos primeros billetes de vuelta que encontraron. No necesité más tiempo: sabía que tenía unos nuevos amigos, ya de por vida, enamorados de Zamora, a la que se acercan periódicamente...y que repetirán, a la primera oportunidad que se les presente, y que “los acontecimientos” les permitan.
La segunda ha sido hoy, ya “casi al final de nuestro confinamiento”, prostituido por la “mentira oficial” de nuestro Gobierno...y quién sabe en qué momento del “calvario” que está suponiendo para los habitantes de EEUU, prostituido, a su vez, por el inefable Presidente Donald Trump. He recibido un poema que, sin más preámbulos ni palabras, comparto con ustedes, como reconocimiento y agradecimiento a ellos, con la misiva de que Paco, Ito y el que firma, les esperamos...como si fuera ayer.
“POEMA AÚN SIN NOMBRE”
Empezar un poema que comience así:
“la única batalla que he ganado en mi vida
ha sido contra el bosque.
La única guerra que he perdido en mi vida
es el bosque cada verano”.
Ver el mar a lo lejos
cuando conducimos por estos parajes llanos,
oliendo un salitre
que no conoces
pero creer en el espejismo,
en la falacia de los sentidos.
Llegar al bosque como quien llega al mar:
entregarse
a sabiendas de que el combate siempre está por empezar.
Vivir en una calle que se llame
Campo de Marte
en una ciudad que se llame Zamora
solo por imaginar que su nombre
es Marsovo Polye
que los inviernos son fríos
y las noches de junio, blancas,
confiar en que estas murallas nos protegerán
cuando llegue la batalla final
aunque nunca hayamos creído en los dioses romanos
y nuestras armas solo sean
un par de palabras por decir.
Terminar un poema así:
“cuatro puntos cardinales
empujan en direcciones opuestas,
cualquier elección es la equivocada
y nuestra única opción
la inmovilidad”.
Damaris Puñales Alpízar
Gonzalo Julián
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