DENUNCIAS
Impracticable el paso bajo el puente de Piedra
Un escollo en el camino de la ribera
Los más viejos del lugar, lo recordarán. La basura de casa se acumulaba en un caldero, que se bajaba cada noche. Los operarios del servicio descargaban el contenido en el camión, dejando el cubo vacío en el lugar donde lo habían encontrado. El propietario lo retornaba a la vivienda, para repetir el proceso al día siguiente. De ciertas cosas, por sus características y volumen, no era posible deshacerse de la manera anterior, había que recurrir a otros medios. Quien vivía cerca del Duero, no lo tenía difícil, tirándolo al rio.
Así estaban las orillas, repletas de basuras. Entre los montones de desperdicios de todo tipo, tampoco faltaban escombros, crecían hierbas y campaban ratas a sus anchas, no sin cierta dificultad, pero se podía pasar, e ir de una punta a otra. Vinieron otros tiempos y, con un buen puñado de millones, se invirtió en un cuestionado proyecto que a costa de trasformar sustancialmente el paisaje existente, dotó de anchos caminos para personas y bicicletas, uniendo la Aldehuela con Olivares.
Las grandes avenidas de agua ocurren de tarde en tarde, causan daños en algunos tramos de los paseos y necesitan posteriormente de una reparación. Todos los años, aunque escaseen las lluvias, el rio crece de forma moderada, en la época invernal. El paso bajo el puente medieval en la orilla derecha, con una mínima subida del nivel de las aguas, queda anegado una buena temporada. Posteriormente, los efectos se dejan notar. La corriente de agua arrastra la arena, dejando las antiguas piedras, a la vista y lo que es peor, sobre ellas, salvo abandonar el camino ribereño con el consiguiente rodeo, es necesario pasar.
La solución que se aporta cada primavera consiste en esparcir en la zona tierra de zahorra con su posterior apisonamiento, salva, momentáneamente, la situación, permitiendo un paso cómodo para los viandantes, pero llegando de nuevo la primera subida del rio, la historia se repite. El agua ocupa el ojo del puente impidiendo el paso, y tras la bajada del nivel, la superficie acusa la fuerza de la corriente, quedando de nuevo un piso con altibajos, que hace difícil caminar, incluso con riesgo de caídas.
A día de hoy, la superficie bajo el puente se encuentra impracticable, con piedras desiguales que, ya no solo no permiten un paso normal, sino que obligan a pasar con cuidado y fijándose donde poner el pie para evitar posibles accidentes. Se hace necesaria una solución inminente con un relleno apropiado de tierra. Aunque no estaría de más que se buscara un recurso arquitectónico más duradero, en consonancia con el entorno y que no fuera discordante con el mismo, que permitiera el paso. Podría ser una pasarela elevada, y que evitara costes de reparación todos los años.
Manuel Herrero Alonso
Los más viejos del lugar, lo recordarán. La basura de casa se acumulaba en un caldero, que se bajaba cada noche. Los operarios del servicio descargaban el contenido en el camión, dejando el cubo vacío en el lugar donde lo habían encontrado. El propietario lo retornaba a la vivienda, para repetir el proceso al día siguiente. De ciertas cosas, por sus características y volumen, no era posible deshacerse de la manera anterior, había que recurrir a otros medios. Quien vivía cerca del Duero, no lo tenía difícil, tirándolo al rio.
Así estaban las orillas, repletas de basuras. Entre los montones de desperdicios de todo tipo, tampoco faltaban escombros, crecían hierbas y campaban ratas a sus anchas, no sin cierta dificultad, pero se podía pasar, e ir de una punta a otra. Vinieron otros tiempos y, con un buen puñado de millones, se invirtió en un cuestionado proyecto que a costa de trasformar sustancialmente el paisaje existente, dotó de anchos caminos para personas y bicicletas, uniendo la Aldehuela con Olivares.
Las grandes avenidas de agua ocurren de tarde en tarde, causan daños en algunos tramos de los paseos y necesitan posteriormente de una reparación. Todos los años, aunque escaseen las lluvias, el rio crece de forma moderada, en la época invernal. El paso bajo el puente medieval en la orilla derecha, con una mínima subida del nivel de las aguas, queda anegado una buena temporada. Posteriormente, los efectos se dejan notar. La corriente de agua arrastra la arena, dejando las antiguas piedras, a la vista y lo que es peor, sobre ellas, salvo abandonar el camino ribereño con el consiguiente rodeo, es necesario pasar.
La solución que se aporta cada primavera consiste en esparcir en la zona tierra de zahorra con su posterior apisonamiento, salva, momentáneamente, la situación, permitiendo un paso cómodo para los viandantes, pero llegando de nuevo la primera subida del rio, la historia se repite. El agua ocupa el ojo del puente impidiendo el paso, y tras la bajada del nivel, la superficie acusa la fuerza de la corriente, quedando de nuevo un piso con altibajos, que hace difícil caminar, incluso con riesgo de caídas.
A día de hoy, la superficie bajo el puente se encuentra impracticable, con piedras desiguales que, ya no solo no permiten un paso normal, sino que obligan a pasar con cuidado y fijándose donde poner el pie para evitar posibles accidentes. Se hace necesaria una solución inminente con un relleno apropiado de tierra. Aunque no estaría de más que se buscara un recurso arquitectónico más duradero, en consonancia con el entorno y que no fuera discordante con el mismo, que permitiera el paso. Podría ser una pasarela elevada, y que evitara costes de reparación todos los años.
Manuel Herrero Alonso
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