Martes, 30 de Septiembre de 2025

Redacción
Miércoles, 24 de Junio de 2020
OPINIÓN

Ángulos oscuros

Óscar de Prada López

[Img #40840]¿Quién no ha oído hablar de Doraemon, el gato robot del siglo XXII y que viajaba al siglo XX para cuidar de un antepasado de su amo en el Japón contemporáneo? De esa serie animada se desprendía una visión optimista, propia de quien cree que el paso del tiempo sólo puede conllevar avances en todos los campos. Luego la realidad se encarga de superar a la ficción y oscurecer el horizonte de los profetas progretas, con asuntos como el cambio climático o la pandemia del covid-19. Así como el de la sociedad en conjunto, claro. Si el sol amanece para justos e injustos y la lluvia cae sobre buenos y malos, también la noche llega para fatigados e insomnes como la justicia para inocentes y culpables.

 

Una de las conclusiones a las que cualquiera llegaría con esos episodios es que, si eres vago y súbitamente alguien te saca las castañas del fuego, no te esforzarás por cambiar y sí por mantener cerca a quien te sacó del apuro. Más o menos lo mismo que esperan hoy quienes creen en la máxima de "Estómago agradecido, voto conseguido". El esquema de no pocos capítulos era éste: Nobita siendo perseguido o despreciado por sus compañeros al inicio, un pionero visibilizando el bullying; luego, merced a los aparatos mágicos de Doraemon, podía vengarse y actuar según le conviniera. El cierre era singular, pudiendo mostrarse Nobita tan despreciable por su proceder como quienes le acosaran y recibiendo su merecido al final. ¿Conclusión? Tratar de hacer justicia por tu propia mano no justifica que cometas injusticias, a ojos de los demás, y quedes exento de culpa alguna.

 

Traigo estas reflexiones a colación de esa fiebre revisionista al otro lado del charco. No tengo nada en contra de denunciar el racismo, sí en contra de combatir el odio con odio. ¿A alguien se le ocurriría intentar apagar un incendio con gasolina, creyendo que por ser líquida puede actuar como el agua? Tal es la impresión que me producen quienes jalean el acoso y derribo de estatuas sobre personajes históricos españoles, como Isabel la Católica, Colón, Cervantes, fray Junípero Serra o Juan de Oñate. Hago mía la valoración de Eslava Galán en su título “La conquista de América contada para escépticos” (2019): “La progresía que tanto critica la actuación española en el Nuevo Mundo debiera considerar que no se puede juzgar con criterios modernos el comportamiento de unos hombres de mentalidad y principios muy distintos a los nuestros”. Rabia y razón no suelen ser complementarias a la actuación de tales fanáticos, más bien incompatibles.

 

Ni los pequeños placeres de la infancia, como los cómics, se libran de la nueva censura. En 2007, “Tintín en el Congo” llegó a los tribunales por representar -según aquel demandante, Bienvenu Mbutu Mondondo- una apología de la colonización y el racismo. Justo es admitir que el propio Hergé reconoció haberse nutrido de estereotipos desde la primera edición (1931). Aquel litigio se resolvió en 2012 al determinar el tribunal que esa obra no era racista y que no pretende transmitir “ideas de carácter racista, vejatorias, humillantes o degradantes para los congoleños”, siendo un testimonio propio de una “época determinada”. Según la COPE, "Mortadelo y Filemón" también están siendo analizados con lupa en las redes sociales por supuesto racismo. La corrección político-racial hoy no entiende de herir susceptibilidades ajenas o respetar la Historia, al darse por ofendida desde mucho tiempo atrás.

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