DENUNCIAS
Mascarillas en el suelo: contaminación y riesgo
Faltan medidas que eviten esta práctica
Cualquier operario del servicio de limpieza podía dar cuenta de objetos raros, algunos muy sorprendentes, que no tienen ningún motivo para estar abandonados en la vía pública, pero que sin embargo ahí aparecen y tienen que ser retirados. Sin duda, en los últimos días, hay un artículo demás en el suelo de la calle, es la mascarilla.
En aceras, en la calzada, en los jardines, en el alfeizar de una ventana, encima de un coche o en el campo, muy, pero que muy lejos de la zona urbana, aparecen mascarillas desechables. Raro aquel que, aun en un corto paseo, no se ha encontrado con un buen número de estas piezas sanitarias, una aquí, otra allí, abandonadas. Ese trozo que, en un momento determinado, quien sabe si durante mucho o quizás escaso tiempo, estuvo en la boca y nariz de alguien, y a saberse, si aún en un remoto supuesto, pudiera haberlo estado en contacto con el virus transmisible. Y, ahí yace, en el suelo, como un desperdicio más, aunque en este caso es algo más peligroso, que un simple papel o plástico, en la calle.
Huelga que explicar, que los contagios del COVID son por medio de gotas despedidas por nariz o boca, de una persona infectada, de ahí que la mascarilla suponga una barrera efectiva, pero una vez contaminada y no deshaciéndose de ella en un lugar apropiado, pudiera ser un vehículo de transmisión. La normativa obliga a llevar, salvo algún supuesto, esta protección, el consejo para deshacerse de ella adecuadamente, es depositarla dentro de una bolsa en el contenedor gris, ahí quien no lo sigue. El desprenderse de ella de forma inadecuada, arrojándola al suelo, al subir o bajar del coche, o al entrar en el portal de casa, además de resultar un acto incívico, tanto como el arrojar cualquier objeto al suelo, en este caso además de ser un material contaminante para el medio ambiente, pudiera ejercer el fin contrario a su destino, contagiar en lugar de proteger.
Salvo la recriminación ciudadana de quien lo observe, poco más puede pasar, a quien se deprenda de una mascarilla, o guantes desechables, en la vía pública. Lo cual facilita que los desaprensivos, puedan hacerlo impunemente. Conviniendo, de una campaña municipal informativa que consiga concienciar de la importancia de deshacerse de lo objetos en cuestión de forma adecuada. Quedando como último recurso la cuestión sancionadora.
Manuel Herrero Alonso
Cualquier operario del servicio de limpieza podía dar cuenta de objetos raros, algunos muy sorprendentes, que no tienen ningún motivo para estar abandonados en la vía pública, pero que sin embargo ahí aparecen y tienen que ser retirados. Sin duda, en los últimos días, hay un artículo demás en el suelo de la calle, es la mascarilla.
En aceras, en la calzada, en los jardines, en el alfeizar de una ventana, encima de un coche o en el campo, muy, pero que muy lejos de la zona urbana, aparecen mascarillas desechables. Raro aquel que, aun en un corto paseo, no se ha encontrado con un buen número de estas piezas sanitarias, una aquí, otra allí, abandonadas. Ese trozo que, en un momento determinado, quien sabe si durante mucho o quizás escaso tiempo, estuvo en la boca y nariz de alguien, y a saberse, si aún en un remoto supuesto, pudiera haberlo estado en contacto con el virus transmisible. Y, ahí yace, en el suelo, como un desperdicio más, aunque en este caso es algo más peligroso, que un simple papel o plástico, en la calle.
Huelga que explicar, que los contagios del COVID son por medio de gotas despedidas por nariz o boca, de una persona infectada, de ahí que la mascarilla suponga una barrera efectiva, pero una vez contaminada y no deshaciéndose de ella en un lugar apropiado, pudiera ser un vehículo de transmisión. La normativa obliga a llevar, salvo algún supuesto, esta protección, el consejo para deshacerse de ella adecuadamente, es depositarla dentro de una bolsa en el contenedor gris, ahí quien no lo sigue. El desprenderse de ella de forma inadecuada, arrojándola al suelo, al subir o bajar del coche, o al entrar en el portal de casa, además de resultar un acto incívico, tanto como el arrojar cualquier objeto al suelo, en este caso además de ser un material contaminante para el medio ambiente, pudiera ejercer el fin contrario a su destino, contagiar en lugar de proteger.
Salvo la recriminación ciudadana de quien lo observe, poco más puede pasar, a quien se deprenda de una mascarilla, o guantes desechables, en la vía pública. Lo cual facilita que los desaprensivos, puedan hacerlo impunemente. Conviniendo, de una campaña municipal informativa que consiga concienciar de la importancia de deshacerse de lo objetos en cuestión de forma adecuada. Quedando como último recurso la cuestión sancionadora.
Manuel Herrero Alonso
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