Sábado, 20 de Diciembre de 2025

Esther Ferreira Leonís
Jueves, 25 de Junio de 2020
OPINIÓN

Mi horizonte hacia el pasado, por favor

[Img #40887]Llevo tiempo ovillando eso de la nueva normalidad. Me enfrento a ella en varios sentidos. Primero porque poco a poco afronto una nueva situación, con toda la prudencia que creo que nos es obligada, a estas alturas de la covid19, por supuesto, aún y va para largo. Y segundo porque me encaro a este reciente enemigo, que lo es por haber despiezado a rejonazos la vida, para mal acomodarnos en esta butaca mullida de incertidumbre a mansalva, sintiendo el desasosiego que toda espera luce.

También le planto cara a la propia expresión.
Nueva es, sin duda, la manera de movernos más allá de nuestro reducto hogareño bien aliñado con vapores plúmbeos que nos trasladan al recuerdo de estancias en hospitales y centros de salud o, mejor opción, de oasis termales donde relajar la mollera. Y fuera ya de este forzado arreglo envolvente cada cual se sumerge en una estrambótica relación con los otros, simulando un abismo o pertrechados con una mascarilla. Y entonces añoramos la afinidad que proporciona una palmada en la espalda, el calor protector de una caricia en el brazo o ciertos gestos de complicidad con que las muecas nos ayudan en esa comunicación verbal que nos hace más exactos. La empatía queda arrinconada…

Prefiero pensar en un estado de provisionalidad o transitoriedad hacia lo que realmente me sitúa en mi franja de control. “Hacia” se convierte en evolución, en crecimiento por pasar de una situación adversa a una serie de rutinas que se acompasaban y se entrelazaban con diversas circunstancias que estaban al alcance de mi gobierno y elección.

Me fastidia como un buen pisotón en mis recién estrenados zapatos que, además, me los quieran calzar con expresiones cuestionables. Parece que la jerga más actual nos deposita como limosna en un devenir caótico, sin visos de esperanza por recuperar lo que siempre hemos sido y somos.

No pienso aclimatarme a esas sensaciones que adornan nuestro paisaje emocional cuando te cruzas con zotes, picassianos porque al parecer tienen la napia y la boca en el codo o con cuitadicos (léase con entonación alistana) a los que la mascarilla les debe quedar grande y por eso se les “rescuelga” pero de las orejas; ni a ese escalofrío de película hollywoodiense cuando a mi alrededor la mayoría sí que sobrelleva el ajuar reglamentario.
Hasta ahora me iba autoconvenciendo de mi solidez de quince en quince días y ahora, que nos regocijamos en la caída libre que solo será frenada por la ansiada vacuna, vuelco mi resistencia de mes en mes en la cazuela de la paciencia con unas gotitas de perspectiva ilusionante.


Por ello me revuelvo en la moda de la nueva normalidad intentando escapar a manotazos de ella hasta lo que yo prefiero discernir eventual, circunstancial, temporal, accidental,… entre paréntesis o velado por un agujero negro…Hace dos días por fin escuché un resquicio de coherencia discursiva frente a la fatídica expresión; nuestro presidente autonómico sí me avala en esa ventana abierta con las miras puestas en retomar lo que éramos en marzo, antes de su día paralizante: “situación de transitoriedad a la normalidad”, ¡eureka!


Mejor, mucho mejor, acatar las medidas necesarias para mantenernos a flote -por volver a Arquímedes- hasta que una vacuna nos devuelva a la normalidad, a la que es, a la de verdad.

Esther Ferreira Leonís

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