PASIÓN POR ZAMORA
Zamora necesita cambios estéticos

hora toca embellecer nuestra ciudad después de la brutal pandemia vírica y antes de la que ya se anuncia pandemia económica, que infectará de desempleo a miles de zamoranos. Guarido tiene la palabra. Pero también nosotros, los zamoranos, debemos aconsejar al regidor para que Zamora recobre, en estos tres años que restan de su mandato, por mayoría absoluta, su belleza. Al respecto, enuncio aquellos espacios que, a juicio de un servidor, claman un cambio estético. Voy a ello, y, si yo fuera alcalde, intentaría convertir en espacios más estéticos.
Los solares del casco antiguo, entre los que incluyo los de La Horta, abandonados a su suerte desde hace décadas, ensucian, afean, manchan el paseo del turismo cultural por la zona noble de la ciudad. El alcalde me confesó que existen muchísimas dificultades para expropiar a los propietarios esos espacios, en principio, porque una cuestión económica. No obstante, se podría hablar con los dueños para ver la posibilidad de llegar a acuerdos y que esos solares pasasen a ser propiedad pública. Algo parecido a las negociaciones que se establecieron con los propietarios de edificios y viviendas en la avenida de la Feria con el objetivo de que la muralla quedase exenta. De momento, el Ayuntamiento ya anunciado medidas que deberían adoptar la propiedad. Si se hace caso omiso a la receta municipal, tendrá que pagar su falta de respeto con la ciudad, su insolidaridad.
Sigo con el recorrido: el parque del Castillo necesita agua, agua que corra, que proyecte frescor, que cante con su sonido. Pido, casi exigiría, que se colocasen fuentes o fuentecillas en ese espacio.
Todos los jardines del casco histórico deberían tener como compañía fuentecillas. No es cuestión, por ejemplo, de que el de la plaza Antonio del Aguila, al lado del horrible edificio del Consultivo, goce de una gran fuente, pero sí de una alberca coqueta.
San Martín, después de los cuantiosos gastos en proyectos durante mandatos de Antonio Vázquez y Rosa Valdeón, me sigue pareciendo un espacio inhóspito. El tipo de canto que cubre un tanto por ciento elevado de su superficie resulta insufrible para el viandante. Como también sucede en las rúas que, desde Viriato –plaza que clama por cubrirla de granito y adornarla, por supuesto, con fuente y jardín- hasta la plaza de la Catedral, hay que irlo retirando para cubrirlas con granito de Sayago, no el chino actual, con menos centímetros de los estipulados cuando la reforma del casco histórico.
Y llegamos al cogollo de la ciudad, a su Plaza Mayor. No me gusta nada. Hubo un proyecto, en el primer mandato del PSOE, durante la Alcaldía de Andrés Luis Calvo, que no se ejecutó. Por lo que conozco, por el dossier que tengo delante de mis ojos, me parece que la solución que se aporta en esa reforma podría desarrollarse.
Avancemos por Renova hasta Sagasta. Apruebo la instalación de la estatura de Barrón en el corazón del modernismo y eclecticismo. Pero estúdiese el acompañamiento: pedestal, jardincillo, estanque, para que el escultura adquiere mayor relieve. Se supone que, a no tardar, el edificio de García Casado se venda y se reforme, y que el local del restaurante Serafín se abra al público.
Y ya que hemos llegado a la plaza de San Gil, también vendría bien que los restos de la iglesia románica se puedan contemplar como sucede con otros restos arqueológicos en las ciudades que tienen algo que mostrar. Y, por supuesto, hace falta más verde, más agua, en una de las ágora más hermosas de la ciudad.
Y si continúo mi camino, me hallo con la plaza más austera, sobria y fea de España, un auténtico secarral, la de la Constitución. Hágase ya una reforma de su superficie. Dótese de fuente y jardines. No pasa nada. No habría filtraciones hacia el aparcamiento subterráneo. He consultado a los técnicos en la materia para afirmar lo que acabo de escribir.
Y, al llegar a la plaza de La Marina, me encuentro con otro secarral, con pérgolas metálicas, con demasiado cemento. Hay que reformar el centro neurálgico de la ciudad, para el disfrute de todas las generaciones, y darle vida al templete durante los atardeceres y noches del estío y verano.
Por último: acuerdo con Iberdrola, que todavía debe mucho a esta provincia, para una iluminación artística de todos los templos y las murallas. Y otro punto singular: que se soterren todos los cables de telefonía, que tanto afean el casco antiguo. Y, por supuesto, fuertes sanciones económicas a los mozalbetes descerebrados que ensucian sillares de iglesias, piedras de la muralla y fachadas de edificios. Y, como serán insolventes, que paguen sus progenitores, que tendrá parte de culpa de que sus hijos golfeen la ciudad. Hay que enseñar a la prole a respetar el patrimonio público antes que saber leer, escribir, sumar, dividir y hacer la raíz cuadrada.
Eugenio-Jesús de Ávila

hora toca embellecer nuestra ciudad después de la brutal pandemia vírica y antes de la que ya se anuncia pandemia económica, que infectará de desempleo a miles de zamoranos. Guarido tiene la palabra. Pero también nosotros, los zamoranos, debemos aconsejar al regidor para que Zamora recobre, en estos tres años que restan de su mandato, por mayoría absoluta, su belleza. Al respecto, enuncio aquellos espacios que, a juicio de un servidor, claman un cambio estético. Voy a ello, y, si yo fuera alcalde, intentaría convertir en espacios más estéticos.
Los solares del casco antiguo, entre los que incluyo los de La Horta, abandonados a su suerte desde hace décadas, ensucian, afean, manchan el paseo del turismo cultural por la zona noble de la ciudad. El alcalde me confesó que existen muchísimas dificultades para expropiar a los propietarios esos espacios, en principio, porque una cuestión económica. No obstante, se podría hablar con los dueños para ver la posibilidad de llegar a acuerdos y que esos solares pasasen a ser propiedad pública. Algo parecido a las negociaciones que se establecieron con los propietarios de edificios y viviendas en la avenida de la Feria con el objetivo de que la muralla quedase exenta. De momento, el Ayuntamiento ya anunciado medidas que deberían adoptar la propiedad. Si se hace caso omiso a la receta municipal, tendrá que pagar su falta de respeto con la ciudad, su insolidaridad.
Sigo con el recorrido: el parque del Castillo necesita agua, agua que corra, que proyecte frescor, que cante con su sonido. Pido, casi exigiría, que se colocasen fuentes o fuentecillas en ese espacio.
Todos los jardines del casco histórico deberían tener como compañía fuentecillas. No es cuestión, por ejemplo, de que el de la plaza Antonio del Aguila, al lado del horrible edificio del Consultivo, goce de una gran fuente, pero sí de una alberca coqueta.
San Martín, después de los cuantiosos gastos en proyectos durante mandatos de Antonio Vázquez y Rosa Valdeón, me sigue pareciendo un espacio inhóspito. El tipo de canto que cubre un tanto por ciento elevado de su superficie resulta insufrible para el viandante. Como también sucede en las rúas que, desde Viriato –plaza que clama por cubrirla de granito y adornarla, por supuesto, con fuente y jardín- hasta la plaza de la Catedral, hay que irlo retirando para cubrirlas con granito de Sayago, no el chino actual, con menos centímetros de los estipulados cuando la reforma del casco histórico.
Y llegamos al cogollo de la ciudad, a su Plaza Mayor. No me gusta nada. Hubo un proyecto, en el primer mandato del PSOE, durante la Alcaldía de Andrés Luis Calvo, que no se ejecutó. Por lo que conozco, por el dossier que tengo delante de mis ojos, me parece que la solución que se aporta en esa reforma podría desarrollarse.
Avancemos por Renova hasta Sagasta. Apruebo la instalación de la estatura de Barrón en el corazón del modernismo y eclecticismo. Pero estúdiese el acompañamiento: pedestal, jardincillo, estanque, para que el escultura adquiere mayor relieve. Se supone que, a no tardar, el edificio de García Casado se venda y se reforme, y que el local del restaurante Serafín se abra al público.
Y ya que hemos llegado a la plaza de San Gil, también vendría bien que los restos de la iglesia románica se puedan contemplar como sucede con otros restos arqueológicos en las ciudades que tienen algo que mostrar. Y, por supuesto, hace falta más verde, más agua, en una de las ágora más hermosas de la ciudad.
Y si continúo mi camino, me hallo con la plaza más austera, sobria y fea de España, un auténtico secarral, la de la Constitución. Hágase ya una reforma de su superficie. Dótese de fuente y jardines. No pasa nada. No habría filtraciones hacia el aparcamiento subterráneo. He consultado a los técnicos en la materia para afirmar lo que acabo de escribir.
Y, al llegar a la plaza de La Marina, me encuentro con otro secarral, con pérgolas metálicas, con demasiado cemento. Hay que reformar el centro neurálgico de la ciudad, para el disfrute de todas las generaciones, y darle vida al templete durante los atardeceres y noches del estío y verano.
Por último: acuerdo con Iberdrola, que todavía debe mucho a esta provincia, para una iluminación artística de todos los templos y las murallas. Y otro punto singular: que se soterren todos los cables de telefonía, que tanto afean el casco antiguo. Y, por supuesto, fuertes sanciones económicas a los mozalbetes descerebrados que ensucian sillares de iglesias, piedras de la muralla y fachadas de edificios. Y, como serán insolventes, que paguen sus progenitores, que tendrá parte de culpa de que sus hijos golfeen la ciudad. Hay que enseñar a la prole a respetar el patrimonio público antes que saber leer, escribir, sumar, dividir y hacer la raíz cuadrada.
Eugenio-Jesús de Ávila


















Alfonso | Martes, 21 de Julio de 2020 a las 16:32:47 horas
Muy buenas ideas todas ellas aunque creo que hay que empezar con la plaza de la Marina y todo lo que pille en la andadura hasta el castillo. Zamora debe ser un referente turistico como Segovia o Toledo o sino morirá.
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