OPINIÓN
Donde dije digo digo Diego
Óscar de Prada López
Desde hace tiempo tengo la sensación de vivir en un déjà vu constante, con paralelismos incluidos. Sirva como muestra la última polémica entre Pablo Iglesias y mi colega de profesión Vicente Vallés, que trae a mi memoria cierto título de la saga Harry Potter. En “Harry Potter y la Orden del Fénix”, el Ministerio de Magia niega reiteradamente que el malvado Lord Voldemort haya regresado pese a las advertencias del propio testigo de ese retorno y de su valedor. De hecho, el ministro de turno (Cornelius Fudge) inicia una campaña de desacreditación contra ellos a fin de acallarles y demostrar quién es el que tiene la sartén por el mango. ¿Les suena haber visto tal actitud prepotente en algún pájaro con traje y sonrisa de almidón? Que uno niegue la realidad entra dentro de su libertad personal, que la niegue de cara a la galería no deja de ser una vergüenza.
Seguimos para bingo con las coincidencias entre esta realidad y esa ficción literaria, que son de tomo y lomo. Del mismo modo que evitan actualizar la cifra de fallecidos por covid-19 y el Gobierno en pleno regatea sus responsabilidades mientras controla la caverna mediática, Fudge hizo lo propio para que no crecieran los rumores sobre el regreso de El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado. Tal como hoy se mienta al microfito made in Wuhan, con temor y de boquilla. Si asolador es el efecto de un virus por paralizar toda la vida humana, desolador es el panorama que deja a su paso. No es cosa de risa saber que, en unos meses, una pandemia se ha llevado por delante a 28.385 personas en nuestro país. Como reflejo curioso, según la DGT en todo 2019 hubo 1.098 fallecidos por accidentes de tráfico. ¿Qué ánimo tendríamos de salir a la carretera si hubiéramos registrado todas esas muertes en calzada?
Otro curioso aporte de J.K. Rowling es el siguiente fragmento: “(…) hay que poner freno al progreso por el progreso (…) recortar las prácticas que creamos que han de ser prohibidas”. ¿No les recuerda al general de Brigada J.M.S., quien aludiera a la persecución de bulos que afectasen al Gobierno en pleno estado de alarma? Es curioso considerar que, tras la polémica, Moncloa tiró de silencio institucional -o sea, humo- y luego Marlaska ascendió al susodicho a jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil. La verdad es como el suelo, está bajo tus pies y esperas siempre pisarla pero no darte de bruces contra ella. Hasta que descubres tu vulnerabilidad frente a la gravedad universal de Newton. Cuanto más grande eres, más polvo levantas al caer.
A todo daño y quebranto le sigue un damnificado, sediento de reparación. Se suceden las manifestaciones de colectivos más o menos afectados por el parón, reclamando ayudas económicas. O sea: efectivo, numerario, mosca, perras, cuartos, guita, pecunia, viruta, plata, tela, parné, pasta, cacao... Si los atentados terroristas hicieron necesarias las asociaciones de ayuda a las víctimas, el coronavirus no será una excepción a la norma. Por mucho que llegue en horas bajas para la democracia. Sánchez acusa al PP de usar a los muertos para debilitar el Ejecutivo, curiosamente lo mismo que él hizo cuando a Rajoy le tocó lidiar con el miura del ébola. A quien, por cierto, tampoco se le conoce vacuna alguna. Crucemos los dedos para que no se sume a la fiesta de 2020.
Desde hace tiempo tengo la sensación de vivir en un déjà vu constante, con paralelismos incluidos. Sirva como muestra la última polémica entre Pablo Iglesias y mi colega de profesión Vicente Vallés, que trae a mi memoria cierto título de la saga Harry Potter. En “Harry Potter y la Orden del Fénix”, el Ministerio de Magia niega reiteradamente que el malvado Lord Voldemort haya regresado pese a las advertencias del propio testigo de ese retorno y de su valedor. De hecho, el ministro de turno (Cornelius Fudge) inicia una campaña de desacreditación contra ellos a fin de acallarles y demostrar quién es el que tiene la sartén por el mango. ¿Les suena haber visto tal actitud prepotente en algún pájaro con traje y sonrisa de almidón? Que uno niegue la realidad entra dentro de su libertad personal, que la niegue de cara a la galería no deja de ser una vergüenza.
Seguimos para bingo con las coincidencias entre esta realidad y esa ficción literaria, que son de tomo y lomo. Del mismo modo que evitan actualizar la cifra de fallecidos por covid-19 y el Gobierno en pleno regatea sus responsabilidades mientras controla la caverna mediática, Fudge hizo lo propio para que no crecieran los rumores sobre el regreso de El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado. Tal como hoy se mienta al microfito made in Wuhan, con temor y de boquilla. Si asolador es el efecto de un virus por paralizar toda la vida humana, desolador es el panorama que deja a su paso. No es cosa de risa saber que, en unos meses, una pandemia se ha llevado por delante a 28.385 personas en nuestro país. Como reflejo curioso, según la DGT en todo 2019 hubo 1.098 fallecidos por accidentes de tráfico. ¿Qué ánimo tendríamos de salir a la carretera si hubiéramos registrado todas esas muertes en calzada?
Otro curioso aporte de J.K. Rowling es el siguiente fragmento: “(…) hay que poner freno al progreso por el progreso (…) recortar las prácticas que creamos que han de ser prohibidas”. ¿No les recuerda al general de Brigada J.M.S., quien aludiera a la persecución de bulos que afectasen al Gobierno en pleno estado de alarma? Es curioso considerar que, tras la polémica, Moncloa tiró de silencio institucional -o sea, humo- y luego Marlaska ascendió al susodicho a jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil. La verdad es como el suelo, está bajo tus pies y esperas siempre pisarla pero no darte de bruces contra ella. Hasta que descubres tu vulnerabilidad frente a la gravedad universal de Newton. Cuanto más grande eres, más polvo levantas al caer.
A todo daño y quebranto le sigue un damnificado, sediento de reparación. Se suceden las manifestaciones de colectivos más o menos afectados por el parón, reclamando ayudas económicas. O sea: efectivo, numerario, mosca, perras, cuartos, guita, pecunia, viruta, plata, tela, parné, pasta, cacao... Si los atentados terroristas hicieron necesarias las asociaciones de ayuda a las víctimas, el coronavirus no será una excepción a la norma. Por mucho que llegue en horas bajas para la democracia. Sánchez acusa al PP de usar a los muertos para debilitar el Ejecutivo, curiosamente lo mismo que él hizo cuando a Rajoy le tocó lidiar con el miura del ébola. A quien, por cierto, tampoco se le conoce vacuna alguna. Crucemos los dedos para que no se sume a la fiesta de 2020.


















