DESDE ESTADOS UNIDOS
Coronavirus y aislamiento de los Estados Unidos
Asomarse a las noticias en estos días puede resultar un ejercicio peligroso: la desesperanza y la pérdida de fe en el porvenir parecen ser los sentimientos más frecuentes con que nos quedamos tras abrir cualquier fuente de noticias.
Acá, en los Estados Unidos, el panorama es todavía más incierto. A principios de abril varios modelos preveían que el número de fallecidos por coronavirus alcanzaría cifras entre 60 y 100 mil para fines de agosto. A principios de julio la realidad es mucho más dramática: más de 131 mil personas han perdido su vida a causa de la enfermedad, según la información dada a conocer por la Universidad John Hopkins. En total, la cantidad acumulada de enfermos confirmados asciende a los tres millones, lo que coloca a este país en una triste delantera mundial. Tan solo este martes 7 de julio, se alcanzó una nueva lamentable cifra record: 60 021 nuevos casos confirmados en un solo día. Según las nuevas predicciones, se prevé alcanzar las 208 000 muertes a causa del covid-19 para el 1 de noviembre.
Florida, Tejas, Arizona y California son de los estados con una situación más crítica, pero al menos 35 estados, de los 50 de la federación, están enfrentando un incremento significativo en el número de casos con respecto a las semanas anteriores, lo que ha obligado a varios gobernadores a imponer nuevamente restricciones para el funcionamiento de sitios públicos como bares y restaurantes. Muchos hospitales a lo largo y ancho de la nación han alcanzado su capacidad máxima y no tienen espacio ni camas para recibir a más pacientes en las salas de emergencia. Otros, están en una situación casi similar: falta de personal médico y de apoyo, cansancio crónico de los que se han mantenido trabajando sin parar desde que empezó la pandemia, escasez de suplementos médicos y, sobre todo, de kits de pruebas para el coronavirus.
En medio de este desesperanzador panorama, Donald Trump le ha notificado al Congreso que su administración abandona formalmente la Organización Mundial de Salud porque, según el presidente norteamericano, ésta es controlada por China. De acuerdo con la notificación presidencial, que ya ha sido presentada ante el Secretario General de las Naciones Unidas, la separación surtirá efecto a partir del 6 de julio del 2021.
En otra movida incoherente y caótica, Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés. Es el brazo ejecutorio de las políticas anti-inmigratorias del Departamento de Estado), ha informado que los estudiantes internacionales tendrán que abandonar el país o correrán el riesgo de ser deportados si los centros de educación a los que asisten ofrecen sus clases online en el otoño. Desde antes de esta decisión, varias universidades, como Harvard y la Universidad de California Sur, por ejemplo, habían anunciado que sus clases serían todas telemáticas debido a los riesgos de contagio por el coronavirus. La mayoría de los centros universitarios está todavía intentando crear un modelo híbrido que permita retener a sus actuales estudiantes y atraer otros; ofrecer una educación de calidad; y mantener el dinero circulando para poder funcionar. En todas las instituciones de educación superior del país los estragos de la crisis se sienten ya: recortes salariales, despidos, congelación de nuevas contrataciones, eliminación de los planes de retiro, prohibición de fondos para viajes internacionales…
Una nueva incertidumbre se añade al incierto presente: ¿qué pasará si, a mitad de semestre aquellas universidades que comiencen sus clases con algún tipo de modalidad presencial tienen que moverse online debido al incremento en el número de enfermos por coronavirus? ¿tendrán los estudiantes internacionales que abandonar el país a mitad de semestre? Por otra parte, muchos estudiantes se están viendo atrapados en una situación surreal: no pueden permanecer en los Estados Unidos debido a las nuevas medidas anunciadas por ICE, pero tampoco pueden regresar a sus países de origen debido a las restricciones en los viajes internacionales.
Esta movida de ICE se suma a otras medidas implementadas por la actual administración: el pasado mes restringió la emisión de visas de trabajo a extranjeros, lo que añadió un estrés adicional a muchas empresas y centros de investigación que requieren contratar a especialistas y trabajadores foráneos.
Según el Instituto para Políticas Migratorias, con sede en Washington, cerca de 1.2 millones de estudiantes internacionales se verían afectados por la nueva medida. Para que se tenga una idea del impacto económico que tal restricción impondría a las universidades, vale mencionar que, según una nota publicada por el New York Times este martes, tan solo en Michigan se perderían 1.2 billones de dólares aportados por los 33,236 estudiantes internacionales que asisten a las universidades de ese estado.
Muchas universidades en el país, tanto estatales como privadas, han apelado a estudiantes internacionales que en muchos casos pagan una matrícula mucho más cara que sus pares nacionales, para paliar los recortes de fondos estatales para los centros universitarios y una caída en el número de estudiantes estadounidenses. Se estima que, en muchos casos, los estudiantes internacionales constituyen un tercio de la matrícula total, y aportan una cantidad nada despreciable de dinero a las arcas universitarias.
Cada nueva medida anunciada por la administración actual parece estar empujando a los Estados Unidos a un mayor aislamiento en momentos en que, debido a la pandemia mundial, deberían hacerse esfuerzos mancomunados para encontrar una solución humana a la grave crisis que está significado el coronavirus en todos los ámbitos.
Damaris Puñales-Alpizar
Asomarse a las noticias en estos días puede resultar un ejercicio peligroso: la desesperanza y la pérdida de fe en el porvenir parecen ser los sentimientos más frecuentes con que nos quedamos tras abrir cualquier fuente de noticias.
Acá, en los Estados Unidos, el panorama es todavía más incierto. A principios de abril varios modelos preveían que el número de fallecidos por coronavirus alcanzaría cifras entre 60 y 100 mil para fines de agosto. A principios de julio la realidad es mucho más dramática: más de 131 mil personas han perdido su vida a causa de la enfermedad, según la información dada a conocer por la Universidad John Hopkins. En total, la cantidad acumulada de enfermos confirmados asciende a los tres millones, lo que coloca a este país en una triste delantera mundial. Tan solo este martes 7 de julio, se alcanzó una nueva lamentable cifra record: 60 021 nuevos casos confirmados en un solo día. Según las nuevas predicciones, se prevé alcanzar las 208 000 muertes a causa del covid-19 para el 1 de noviembre.
Florida, Tejas, Arizona y California son de los estados con una situación más crítica, pero al menos 35 estados, de los 50 de la federación, están enfrentando un incremento significativo en el número de casos con respecto a las semanas anteriores, lo que ha obligado a varios gobernadores a imponer nuevamente restricciones para el funcionamiento de sitios públicos como bares y restaurantes. Muchos hospitales a lo largo y ancho de la nación han alcanzado su capacidad máxima y no tienen espacio ni camas para recibir a más pacientes en las salas de emergencia. Otros, están en una situación casi similar: falta de personal médico y de apoyo, cansancio crónico de los que se han mantenido trabajando sin parar desde que empezó la pandemia, escasez de suplementos médicos y, sobre todo, de kits de pruebas para el coronavirus.
En medio de este desesperanzador panorama, Donald Trump le ha notificado al Congreso que su administración abandona formalmente la Organización Mundial de Salud porque, según el presidente norteamericano, ésta es controlada por China. De acuerdo con la notificación presidencial, que ya ha sido presentada ante el Secretario General de las Naciones Unidas, la separación surtirá efecto a partir del 6 de julio del 2021.
En otra movida incoherente y caótica, Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés. Es el brazo ejecutorio de las políticas anti-inmigratorias del Departamento de Estado), ha informado que los estudiantes internacionales tendrán que abandonar el país o correrán el riesgo de ser deportados si los centros de educación a los que asisten ofrecen sus clases online en el otoño. Desde antes de esta decisión, varias universidades, como Harvard y la Universidad de California Sur, por ejemplo, habían anunciado que sus clases serían todas telemáticas debido a los riesgos de contagio por el coronavirus. La mayoría de los centros universitarios está todavía intentando crear un modelo híbrido que permita retener a sus actuales estudiantes y atraer otros; ofrecer una educación de calidad; y mantener el dinero circulando para poder funcionar. En todas las instituciones de educación superior del país los estragos de la crisis se sienten ya: recortes salariales, despidos, congelación de nuevas contrataciones, eliminación de los planes de retiro, prohibición de fondos para viajes internacionales…
Una nueva incertidumbre se añade al incierto presente: ¿qué pasará si, a mitad de semestre aquellas universidades que comiencen sus clases con algún tipo de modalidad presencial tienen que moverse online debido al incremento en el número de enfermos por coronavirus? ¿tendrán los estudiantes internacionales que abandonar el país a mitad de semestre? Por otra parte, muchos estudiantes se están viendo atrapados en una situación surreal: no pueden permanecer en los Estados Unidos debido a las nuevas medidas anunciadas por ICE, pero tampoco pueden regresar a sus países de origen debido a las restricciones en los viajes internacionales.
Esta movida de ICE se suma a otras medidas implementadas por la actual administración: el pasado mes restringió la emisión de visas de trabajo a extranjeros, lo que añadió un estrés adicional a muchas empresas y centros de investigación que requieren contratar a especialistas y trabajadores foráneos.
Según el Instituto para Políticas Migratorias, con sede en Washington, cerca de 1.2 millones de estudiantes internacionales se verían afectados por la nueva medida. Para que se tenga una idea del impacto económico que tal restricción impondría a las universidades, vale mencionar que, según una nota publicada por el New York Times este martes, tan solo en Michigan se perderían 1.2 billones de dólares aportados por los 33,236 estudiantes internacionales que asisten a las universidades de ese estado.
Muchas universidades en el país, tanto estatales como privadas, han apelado a estudiantes internacionales que en muchos casos pagan una matrícula mucho más cara que sus pares nacionales, para paliar los recortes de fondos estatales para los centros universitarios y una caída en el número de estudiantes estadounidenses. Se estima que, en muchos casos, los estudiantes internacionales constituyen un tercio de la matrícula total, y aportan una cantidad nada despreciable de dinero a las arcas universitarias.
Cada nueva medida anunciada por la administración actual parece estar empujando a los Estados Unidos a un mayor aislamiento en momentos en que, debido a la pandemia mundial, deberían hacerse esfuerzos mancomunados para encontrar una solución humana a la grave crisis que está significado el coronavirus en todos los ámbitos.
Damaris Puñales-Alpizar


















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