Miércoles, 12 de Noviembre de 2025

Nélida L. Del Estal Sastre
Viernes, 10 de Julio de 2020
CON LOS CINCO SENTIDOS

Aquel fin de semana de julio

[Img #41418] Recuerdo aquellos días como terribles, pendiente del televisor y de la radio, en la casa de verano de mis padres intentando disfrutar del inicio del embarazo de mi única hija. Estaba de mes y medio, más o menos, pero sin dormir y con el alma en un puño. Aquél fatídico fin de semana algo en nosotros cambió, cambió para siempre. Pero muchas veces me he preguntado por qué razón ese "click", ese no aguantar más aquella situación de desamparo y fanatismo homicida, no se produjo mucho antes, mucho, mucho antes.

Tendremos que perdonarnos en nuestra cobardía y nuestro siniestro silencio si es que alguna vez logramos hacerlo sin sentir un latigazo en lo más profundo de nuestro ser. Por él, sí, pero también por todos los demás que se quedaron por el camino de manera más o menos anónima y cuyos nombres no recordaremos jamás porque no obtuvieron relevancia por estar desempeñando su trabajo… Cuántas veces he dicho que en el sueldo de muchos trabajadores de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no va la vida, pero se la juegan igualmente.

Os recuerdo, quizá lo habréis olvidado porque la memoria es selectiva y caprichosa, que el mayor número de asesinados por ETA fueron Guardias Civiles, Policías y militares, por ese orden y en acto de servicio. Creo que todos los españoles de bien lo sabemos, pero nunca lo hemos reconocido abiertamente. La noche en la que asesinaron y dejaron tirado a Miguel Ángel Blanco lloré. Sí, lloré. Lloré cuando toda Ermua se levantaba con las manos pintadas de blanco libertad. Pero me acordé de todos aquellos de los que nadie jamás recordará rostro ni nombre, ni oficio. “Para eso estaban”, “sabían que se la jugaban”. Tristeza infinita ante tanta mendacidad humana que sólo reconoce a las víctimas que les son útiles o les dan visibilidad. Yo lloré por él, sí, pero también por todos los demás a los que sólo lloran sus familias.

Familias que los recuerdan cada día porque se los arrebataron sin razón alguna, sólo porque estaban en el lugar y momento incorrectos, erróneos, porque la víctima principal fuese otra, o no. A veces, los mayores enemigos de su “causa” eran los Guardias Civiles. Mataron vilmente a tantos que se perdió la cuenta, y si alguien la recuerda, que lo dudo, será familiar o allegado al Cuerpo. Reconocimiento a todos ellos, por número de bajas y después, hablamos de los demás. No hay víctimas de primera ni de segunda. NO. Hay víctimas, muertos, porque los cuerpos mueren del mismo modo. Hoy recordaré a Miguel Ángel Blanco, por supuesto, pero también a todos los demás que se dejaron la piel, literalmente, en el intento de pacificar aquella orgía de sangre y destrucción.

Nélida L. del Estal Sastre

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