Lorena Hernández del Río
Domingo, 12 de Julio de 2020
POR DERECHO

Frida, fridu, freedom

[Img #41450]El próximo trece de julio hará sesenta y seis años que falleció Frida Kahlo, artista mexicana de personalidad arrebatadora y vida compleja a quién su padre bautizó como Frida, en recuerdo a la palabra alemana fridu que significa paz. Desde hace varias semanas he visto como partían personas, que en mayor o menor medida, han formado parte de mi vida. Mi compañero de trabajo y  también de yoga, Jose, hombre de ternura y melena larga; Felisa, la madre de Félix, portadora de unos de los ojos azules más expresivos y alegres que he visto en mi vida; Agapita, amiga de la juventud de mi madre y una de las primeras supervisoras que tuvo el Virgen de la Concha; Ana Cordero, compañera de baños de sol, de confidencias y de paseos compartidos por La Rúa y Ennio Morricone, la excelencia musical en estado puro.

 He sentido impotencia y dolor por el fallecimiento de todos ellos y la continuidad de sus partidas me ha exigido enfocar mis pensamientos en la muerte. Tras sus enfermedades, siempre hubo un instante para manifestar palabras de aliento procurando normalizar la enfermedad. Establecí un paralelismo entre sus duras anécdotas vitales y las treinta y dos operaciones a las que Frida Kahlo fue sometida como consecuencia de un accidente sufrido a sus diecinueve años.

Lo asequible, ante tanta pérdida sentida, hubiese sido quedarme parada por un dolor de ausencia vacía, recreándome en el duelo. Sin embargo, recordé a la pintora mexicana que fue capaz de transmutar el dolor hasta límites insospechados escribiendo lo siguiente: “El arte más poderosos de la vida es hacer del dolor un talismán que cura”. Me quedo, a modo de reliquia, con la prudencia de Jose, con la  fe y la abnegación de Agapita, con la capacidad de simplificar la vida a lo esencial de Felisa, con la creatividad de Moricone y con la aceptación de Ana.

Ninguno de vosotros os iréis del todo mientras sigáis revoloteando con vuestras almas desnudas a nuestro alrededor. Los ángeles turiferarios de la iglesia de la Magdalena han salido del templo para hacer su trabajo; os dirigen hacia la ciudad celestial. Mientras tanto, yo paseo sola por el casco antiguo sin flores en el pelo y veo el azul de los ojos de Felisa en el despejado cielo, escucho Your Love de Ennio interrumpida por la petición de rezar de Agapita y de Ana a mi paso por San Ildefonso. Sois espíritus evolucionados, que confrontasteis el miedo a la enfermedad plantándole cara; le disteis vida a la muerte emprendiendo el inicio del viaje sagrado.

 Y mientras honro vuestra partida, yo... yo... yo os cielo, como diría Frida, así mis alas se extienden enormes para amaros sin medida. Quizá esto que siento, sea la comunión de los Santos...

Que descanséis en paz y en libertad. Frida, fridu, freedom....

Lorena Hernández del  Río

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