CON LOS CINCO SENTIDOS
Esos días de mi vida
Cuando era pequeña iba hacia el colegio contando las baldosas por colores, o formas, saltándome, por supuesto, las juntas de las mismas. Cuando fui al instituto fuera de mi pueblo, en la ciudad, miraba por los grandes ventanales del autobús cómo pasaban los coches ordenados por diferentes colores según el día. "Hoy toca rojos, mañana azules, pasado blancos" Los apuntaba en mi cabeza aunque fuese hablando con mi querida compañera de asiento.
Reconozco que lo sigo haciendo aún a día de hoy. No tengo remedio. Un día, estando en la barandilla de la cafetería del instituto haciendo el moñas y palmeando en la madera como si tocase el piano de casa, me clavé una punta suelta y saliente en la madera que me atravesó toda la mano, desde el envés hasta el haz. No me dolió en caliente, pero a la vuelta en bus a casa, la mano se me tornó como una bombilla incandescente.
Tuve que ir a urgencias, lógicamente. Me inyectaron la antitetánica. Estuve sin poder tomar apuntes unos cuantos días. Mi mano enorme era el centro de atracción hasta que volvió a su tamaño natural. Fueron días extraños, en los que seguía contando coches por número y color. Un día un especialista me dijo que mi "mal" era el Asperger pero con la maravilla de que poseía grandes habilidades sociales, era extrovertida, divertida y afable en el trato con cualquiera. Creo que sigo siendo así. Pero guardo para mis adentros esas pequeñas grandes manías que hacen de mí una persona especial, creo, extraña, atrayente a la par que todo lo contrario.
No iba a contarlo, pero lo hice. Soy diferente, soy yo, soy tú, somos todos. Cada cual con su idiosincrasia. En el colegio me maltrataron, pero en el instituto fui una de las abejas reina del cotarro. Aprendí para llegar a la universidad con más desfachatez que vergüenza. Y triunfé. Gané la batalla a la rareza y me convertí en mariposa. Pero sigo siendo rara, aunque no lo veas. Esa ha sido mi lucha, lucha que jamás será reconocida por nadie. Pero me importa una mierda. Sí, tal cual, no me importa una mierda.
Nélida L. del Estal Sastre
Cuando era pequeña iba hacia el colegio contando las baldosas por colores, o formas, saltándome, por supuesto, las juntas de las mismas. Cuando fui al instituto fuera de mi pueblo, en la ciudad, miraba por los grandes ventanales del autobús cómo pasaban los coches ordenados por diferentes colores según el día. "Hoy toca rojos, mañana azules, pasado blancos" Los apuntaba en mi cabeza aunque fuese hablando con mi querida compañera de asiento.
Reconozco que lo sigo haciendo aún a día de hoy. No tengo remedio. Un día, estando en la barandilla de la cafetería del instituto haciendo el moñas y palmeando en la madera como si tocase el piano de casa, me clavé una punta suelta y saliente en la madera que me atravesó toda la mano, desde el envés hasta el haz. No me dolió en caliente, pero a la vuelta en bus a casa, la mano se me tornó como una bombilla incandescente.
Tuve que ir a urgencias, lógicamente. Me inyectaron la antitetánica. Estuve sin poder tomar apuntes unos cuantos días. Mi mano enorme era el centro de atracción hasta que volvió a su tamaño natural. Fueron días extraños, en los que seguía contando coches por número y color. Un día un especialista me dijo que mi "mal" era el Asperger pero con la maravilla de que poseía grandes habilidades sociales, era extrovertida, divertida y afable en el trato con cualquiera. Creo que sigo siendo así. Pero guardo para mis adentros esas pequeñas grandes manías que hacen de mí una persona especial, creo, extraña, atrayente a la par que todo lo contrario.
No iba a contarlo, pero lo hice. Soy diferente, soy yo, soy tú, somos todos. Cada cual con su idiosincrasia. En el colegio me maltrataron, pero en el instituto fui una de las abejas reina del cotarro. Aprendí para llegar a la universidad con más desfachatez que vergüenza. Y triunfé. Gané la batalla a la rareza y me convertí en mariposa. Pero sigo siendo rara, aunque no lo veas. Esa ha sido mi lucha, lucha que jamás será reconocida por nadie. Pero me importa una mierda. Sí, tal cual, no me importa una mierda.
Nélida L. del Estal Sastre




























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