REPÚBLICO
Derechas e izquierdas: el vulgo desprecia cuanto ignora
Conozco personal que no sabe lo que es la derecha ideológica. Gente de izquierdas que odia al PP, porque cree que ese partido es de derechas. Grave error. El PP no es de nada. Su reino sí es de este mundo. Funciona como una plataforma para hacer carrera en política. Los populares no son de izquierdas, aunque Montoro aplicase una política fiscal socialista; ni de derechas, porque les da vergüenza por aquello del franquismo. Tienen complejos ideológicos.
Me temo que los militantes del Partido Popular desconocen también lo que es la derecha política. Parece ser que la derecha es aquello que no es izquierda. ¿Pero qué es ser de la siniestra? Conozco personajes que se jactan de ser de izquierdas, pero se comportan como lo que ellos consideran que es la forma de actuar de toda persona conservadora.
Lo he comentado en numerosas ocasiones. Hay ciudadanos que votan a las izquierdas, porque odian a las derechas, pero no por amor las formaciones que dicen representar a las ideologías zurdas. Les sucede a los hinchas del Barça: se alegran más de los fracasos del Real Madrid que de los triunfos del equipo catalán. El odio siempre supera al amor.
Tengo amigas izquierdosillas, burguesitas, a las que les pregunto sobre qué es ser de derechas. Balbucean. No saben responder. Cambian de conversación. Votan al PSOE, sea quien sea el candidato, o a Pablo Iglesias porque proyectan el odio, muchas veces personal, visceral, a gente conservadora, del Partido Popular.
Tampoco sabrían decir qué es ser de izquierdas. Se quedan en lo social, como si el PP no hubiera destinado ingentes cantidades de dinero a asuntos sociales en los ayuntamientos, diputaciones, autonomías y gobiernos centrales cuando los gobernó. Verbigracia: de izquierdas fueron la ETA y es su partido político, Bildu; Lenin, Stalin, y toda la gerontocracia soviética; Castro, su hermano; la monarquía roja, abuelo, padre e hijo, que domina, ferozmente, Corea del Norte; Mao y sus sucesores. Y, según confiesa la militancia, el PSOE de Pedro Sánchez, y también el de Felipe y después el de Zapatero. Convendremos que entre todas esas izquierdas hay asesinos, genocidas –las mayores hambrunas del orbe acontecieron en la Unión Soviética y la China de Mao, rijoso reconocido, machista absoluto-y también el primer campo de concentración para homosexuales se creó en la Cuba del Che Guevara, reconocido homófobo.
Esencialmente, un tío o tía de izquierdas debería ser una personas que considerase que el Estado lo es todo, que prohibiese la propiedad privada, la libertad de prensa –recuerden frases sobre el particular del señor que luce coleta-; centralista, por lo tanto, jacobino, y que, al final de su vida, dejase su patrimonio, si acaso lo posee, al Estado. Por supuesto, la cultura, en todas sus manifestaciones, dirigida por el Estado; sin que existiese la enseñanza privada, pues el gobierno de turno, izquierdista, la habría prohibido. Tampoco, por supuesto, la sanidad privada. Todos, en un Estado de izquierdas, seríamos funcionarios, incluso, si me apuras, animales domésticos, moscas y demás insectos. Ni qué decir tiene que el burgués, de nacimiento u hecho, no existiría, ni la religión, ni Dios.
Un señor que no es de izquierdas, que pasa de definirse de derechas, apostaría por la propiedad privada, por la economía de mercado, por la ley por encima del hombre, por la absoluta separación de los tres poderes del Estado, por elecciones libres, por dejar al Estado el grueso de la Sanidad, Educación, Ejército y Policía, y aligerarlo de funcionarios, de empresas públicas, de asociaciones dependientes del dinero público, y, por supuesto, de medios de comunicación estatalizados, siempre controlados y manipulados por los partidos en el poder.
En esencia, existe una ignorancia supina entre el vulgo sobre lo que es izquierda y derecha. La gente que vota a PSOE o Unidas Podemos piensa, cuando vota, en que son los suyos, porque odian al PP, principal razón por la que acuden a las urnas, para echar a los populares de las instituciones. Y los que votan a partidos conservadores ejerce su función por miedo, con un cierto complejo moral, como si se les permitiera vivir en democracia. Convencido estoy que, más las izquierdas ultras, si pudieran, establecerían una dictadura férrea, a la que apellidarían de acuerdo a la propaganda. Los partidos de izquierdas, en España, se dirigen por un sector de la burguesía pseudo intelectual, nunca por trabajadores. Historia. La Revolución Francesa, abuela de las actuales democracias, estableció esa distinción entre izquierdas y derechas, entre dos tipos de burguesías. Y poco más. El obrero no tiene quien lo represente. Las clases medias, tampoco. Se gobierna para las grandes multinacionales. Apenas nada más. No obstante, en España todo es un fraude a izquierdas y derechas. Me quedo con Max Stirner: “Más vale el hombre que se niega a todo y a todos, que aquel que consiente siempre”.
Jamás consentiré que el poder me reduzca a número, masa, plebe, rebaño. No tengo redil, ni pastor.
Eugenio-Jesús de Ávila
Conozco personal que no sabe lo que es la derecha ideológica. Gente de izquierdas que odia al PP, porque cree que ese partido es de derechas. Grave error. El PP no es de nada. Su reino sí es de este mundo. Funciona como una plataforma para hacer carrera en política. Los populares no son de izquierdas, aunque Montoro aplicase una política fiscal socialista; ni de derechas, porque les da vergüenza por aquello del franquismo. Tienen complejos ideológicos.
Me temo que los militantes del Partido Popular desconocen también lo que es la derecha política. Parece ser que la derecha es aquello que no es izquierda. ¿Pero qué es ser de la siniestra? Conozco personajes que se jactan de ser de izquierdas, pero se comportan como lo que ellos consideran que es la forma de actuar de toda persona conservadora.
Lo he comentado en numerosas ocasiones. Hay ciudadanos que votan a las izquierdas, porque odian a las derechas, pero no por amor las formaciones que dicen representar a las ideologías zurdas. Les sucede a los hinchas del Barça: se alegran más de los fracasos del Real Madrid que de los triunfos del equipo catalán. El odio siempre supera al amor.
Tengo amigas izquierdosillas, burguesitas, a las que les pregunto sobre qué es ser de derechas. Balbucean. No saben responder. Cambian de conversación. Votan al PSOE, sea quien sea el candidato, o a Pablo Iglesias porque proyectan el odio, muchas veces personal, visceral, a gente conservadora, del Partido Popular.
Tampoco sabrían decir qué es ser de izquierdas. Se quedan en lo social, como si el PP no hubiera destinado ingentes cantidades de dinero a asuntos sociales en los ayuntamientos, diputaciones, autonomías y gobiernos centrales cuando los gobernó. Verbigracia: de izquierdas fueron la ETA y es su partido político, Bildu; Lenin, Stalin, y toda la gerontocracia soviética; Castro, su hermano; la monarquía roja, abuelo, padre e hijo, que domina, ferozmente, Corea del Norte; Mao y sus sucesores. Y, según confiesa la militancia, el PSOE de Pedro Sánchez, y también el de Felipe y después el de Zapatero. Convendremos que entre todas esas izquierdas hay asesinos, genocidas –las mayores hambrunas del orbe acontecieron en la Unión Soviética y la China de Mao, rijoso reconocido, machista absoluto-y también el primer campo de concentración para homosexuales se creó en la Cuba del Che Guevara, reconocido homófobo.
Esencialmente, un tío o tía de izquierdas debería ser una personas que considerase que el Estado lo es todo, que prohibiese la propiedad privada, la libertad de prensa –recuerden frases sobre el particular del señor que luce coleta-; centralista, por lo tanto, jacobino, y que, al final de su vida, dejase su patrimonio, si acaso lo posee, al Estado. Por supuesto, la cultura, en todas sus manifestaciones, dirigida por el Estado; sin que existiese la enseñanza privada, pues el gobierno de turno, izquierdista, la habría prohibido. Tampoco, por supuesto, la sanidad privada. Todos, en un Estado de izquierdas, seríamos funcionarios, incluso, si me apuras, animales domésticos, moscas y demás insectos. Ni qué decir tiene que el burgués, de nacimiento u hecho, no existiría, ni la religión, ni Dios.
Un señor que no es de izquierdas, que pasa de definirse de derechas, apostaría por la propiedad privada, por la economía de mercado, por la ley por encima del hombre, por la absoluta separación de los tres poderes del Estado, por elecciones libres, por dejar al Estado el grueso de la Sanidad, Educación, Ejército y Policía, y aligerarlo de funcionarios, de empresas públicas, de asociaciones dependientes del dinero público, y, por supuesto, de medios de comunicación estatalizados, siempre controlados y manipulados por los partidos en el poder.
En esencia, existe una ignorancia supina entre el vulgo sobre lo que es izquierda y derecha. La gente que vota a PSOE o Unidas Podemos piensa, cuando vota, en que son los suyos, porque odian al PP, principal razón por la que acuden a las urnas, para echar a los populares de las instituciones. Y los que votan a partidos conservadores ejerce su función por miedo, con un cierto complejo moral, como si se les permitiera vivir en democracia. Convencido estoy que, más las izquierdas ultras, si pudieran, establecerían una dictadura férrea, a la que apellidarían de acuerdo a la propaganda. Los partidos de izquierdas, en España, se dirigen por un sector de la burguesía pseudo intelectual, nunca por trabajadores. Historia. La Revolución Francesa, abuela de las actuales democracias, estableció esa distinción entre izquierdas y derechas, entre dos tipos de burguesías. Y poco más. El obrero no tiene quien lo represente. Las clases medias, tampoco. Se gobierna para las grandes multinacionales. Apenas nada más. No obstante, en España todo es un fraude a izquierdas y derechas. Me quedo con Max Stirner: “Más vale el hombre que se niega a todo y a todos, que aquel que consiente siempre”.
Jamás consentiré que el poder me reduzca a número, masa, plebe, rebaño. No tengo redil, ni pastor.
Eugenio-Jesús de Ávila




















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