Antes de dormir

Antes de dormir. "Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo" Aristóteles. Bien, queridos amigos, enfadarse a veces resulta de lo más ceremonioso, a veces, de lo más humano, a veces, de lo más normalizado. Y a eso voy.

Tú, amigo/a que te enfadas con alguien de tu círculo más cercano, e incluso, círculo familiar, ¿has pensado alguna vez si merece la pena el mal rato, si te van a valorar en tus argumentos o los van a echar por tierra con su habitual vacío intelectual? Pues eso.

A veces, muchas para mi pesadumbre existencial, la gente que te rodea y a la que quieres argumentar el porqué de tu manera de ser y de obrar, no capta una mierda de lo que les dices, por mucho que lo intentes. Da igual que hables como si de ante un auditorio ducho en la materia se tratase, o hables ante tres monos rascándose los huevos. Da igual. El resultado es exactamente el mismo. Cero. Nada. Si piensan que eres mala gente, da igual. Si piensan que hiciste mal, da igual, aunque no lo hicieras y eso fuera una consecuencia distorsionada de su percepción de la realidad.

Aristóteles tenía toda la razón en su acertada afirmación. Toda la razón. No te molestes en intentar explicar lo que no necesita explicación ante personas inteligentes o que conocen tu manera de ser y de obrar. Es de todo punto prescindible. Es perder un tiempo precioso, que puedes invertir, como el dinero, en gastar con amigos de verdad, con personas que te conocen y quieren y saben de tu manera de ser. No desdibujes tu forma de ser para complacer a otros. Ellos, no lo harían por ti. Aprende. Espabila. Sé tú, con todas las consecuencias. Y a todos esos que te ponen peros, pegas, dimes, diretes. Que les den.

Nélida L. del Estal Sastre