REPÚBLICO
Ser de izquierdas o de derecha: paradojas políticas
Tengo amigos que se definen de izquierdas. Cuando les pregunto por las razones que les llevan a autocalificarse como simpatizantes de esas ideologías –existen unos siete tipos de izquierdismo- , intuyo que lo son a la contra, porque no quieren nada con la derecha, odian todo lo que huela a diestra, como el seguidor del Barça al Real Madrid, tanto que le alegra más el fracaso blanco que el éxito azulgrana.
Entonces, les inquiero, por separado, qué es ser de la diestra, que entiendes por ideología de derecha. En esos instantes, tras la pregunta directa, balbucean, se ofuscan, no argumentan. Como compruebo que los pongo en dificultades, matizo y me expreso: “No confundáis ser de derechas con votar, o tener simpatías por el PP”.
Una vez que esclarezco espacios ideológicos en las circunvalaciones cerebrales de mis amistades izquierdosas, respiran más tranquilas. No obstante, a la postre, no supieron ni me definieron qué es ser de la diestra o de la siniestra. Ya les he dejado en paz intelectual. Prefieren no pensar. Duele. A un cristiano tampoco le puedes hablar del Antiguo Testamento y de los diversos genocidios de Yavhé. Se desmoronaría toda su cultura religiosa.
Me resulta toda una paradoja que está gente de izquierdas elija vivir en una nación donde existe la propiedad privada, vivienda, automóvil, patrimonio, dinero en el banco o bajo el colchón; elecciones libres –en España ya sabemos que no lo son del todo, debido a la Ley Electoral-, sindicatos que defiendan sus derechos, partidos políticos, patronal, libertad de expresión, aquí, por cierto, cada vez más limitada; de pertenecer a una determinada religión, de elegir entre educación pública y privada, poder viajar sin cortapisas tanto por el territorio nacional o incluso al extranjero y, definitivo, dejar tu capital, tu patrimonio, todo lo que ganaste en la vida, merced a tu trabajo, profesionalidad, suerte, a tus herederos, ya miembros de tu familia, bien amistades o amantes.
Un tío o una tía, monta tanto, tanto monta, de la izquierda real, la que representan partidos como Unidas Podemos, Bildu, BNG –no incluyo al PSOE o ERC porque me parecen formaciones conservadoras, mayordomos del gran capital, que se transforman, cuando conviene, cuando está de moda, en revolucionarias, pero para andar por casa, rojos pálidos, rosas; decía que los de Iglesias, los filoetarras o los republicanos fascistoides catalanes gustan de acabar con todo tipo de propiedad privada, de elecciones libres, de libertad de prensa –recuerdo lo que piensa Pablo Iglesias de los medios de comunicación en manos privadas-, de movimiento sindical, de libertad de movimiento, de manifestaciones…Solo un partido, el suyo. Solo una propiedad privada, la de la nomenklatura. Admiran a Cuba y Corea del Norte, y suspiran por la URSS de Lenin, Stalin y la gerontocracia y la China de Mao.
En verdad, cumplir los mandamientos de la Santa Madre Iglesia comunista me resulta antinatura, tanto como el cristianismo evangélico. ¿Hay por ahí fuera alguien de izquierdas? Pues si es así, coherencia. Ni existe un paraíso en el cielo ni tampoco en la tierra. La Ley para que no nos matemos y la libertad para vivir con dignidad, para que no te estatalicen hasta el alma.
Coherencia, verbigracia, ideológica consiste en dejar Vallecas, barrio obrero, por una mansión de un millón de euros en Galapagar, propia de la alta burguesía explotadora del proletariado. Ya te digo: paradojas del neocumunismo en el siglo XXI.
Eugenio-Jesús de Ávila
Tengo amigos que se definen de izquierdas. Cuando les pregunto por las razones que les llevan a autocalificarse como simpatizantes de esas ideologías –existen unos siete tipos de izquierdismo- , intuyo que lo son a la contra, porque no quieren nada con la derecha, odian todo lo que huela a diestra, como el seguidor del Barça al Real Madrid, tanto que le alegra más el fracaso blanco que el éxito azulgrana.
Entonces, les inquiero, por separado, qué es ser de la diestra, que entiendes por ideología de derecha. En esos instantes, tras la pregunta directa, balbucean, se ofuscan, no argumentan. Como compruebo que los pongo en dificultades, matizo y me expreso: “No confundáis ser de derechas con votar, o tener simpatías por el PP”.
Una vez que esclarezco espacios ideológicos en las circunvalaciones cerebrales de mis amistades izquierdosas, respiran más tranquilas. No obstante, a la postre, no supieron ni me definieron qué es ser de la diestra o de la siniestra. Ya les he dejado en paz intelectual. Prefieren no pensar. Duele. A un cristiano tampoco le puedes hablar del Antiguo Testamento y de los diversos genocidios de Yavhé. Se desmoronaría toda su cultura religiosa.
Me resulta toda una paradoja que está gente de izquierdas elija vivir en una nación donde existe la propiedad privada, vivienda, automóvil, patrimonio, dinero en el banco o bajo el colchón; elecciones libres –en España ya sabemos que no lo son del todo, debido a la Ley Electoral-, sindicatos que defiendan sus derechos, partidos políticos, patronal, libertad de expresión, aquí, por cierto, cada vez más limitada; de pertenecer a una determinada religión, de elegir entre educación pública y privada, poder viajar sin cortapisas tanto por el territorio nacional o incluso al extranjero y, definitivo, dejar tu capital, tu patrimonio, todo lo que ganaste en la vida, merced a tu trabajo, profesionalidad, suerte, a tus herederos, ya miembros de tu familia, bien amistades o amantes.
Un tío o una tía, monta tanto, tanto monta, de la izquierda real, la que representan partidos como Unidas Podemos, Bildu, BNG –no incluyo al PSOE o ERC porque me parecen formaciones conservadoras, mayordomos del gran capital, que se transforman, cuando conviene, cuando está de moda, en revolucionarias, pero para andar por casa, rojos pálidos, rosas; decía que los de Iglesias, los filoetarras o los republicanos fascistoides catalanes gustan de acabar con todo tipo de propiedad privada, de elecciones libres, de libertad de prensa –recuerdo lo que piensa Pablo Iglesias de los medios de comunicación en manos privadas-, de movimiento sindical, de libertad de movimiento, de manifestaciones…Solo un partido, el suyo. Solo una propiedad privada, la de la nomenklatura. Admiran a Cuba y Corea del Norte, y suspiran por la URSS de Lenin, Stalin y la gerontocracia y la China de Mao.
En verdad, cumplir los mandamientos de la Santa Madre Iglesia comunista me resulta antinatura, tanto como el cristianismo evangélico. ¿Hay por ahí fuera alguien de izquierdas? Pues si es así, coherencia. Ni existe un paraíso en el cielo ni tampoco en la tierra. La Ley para que no nos matemos y la libertad para vivir con dignidad, para que no te estatalicen hasta el alma.
Coherencia, verbigracia, ideológica consiste en dejar Vallecas, barrio obrero, por una mansión de un millón de euros en Galapagar, propia de la alta burguesía explotadora del proletariado. Ya te digo: paradojas del neocumunismo en el siglo XXI.
Eugenio-Jesús de Ávila



















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