CON LOS CINCO SENTIDOS
Deja que te mire a la cara
¿Sabéis una cosa que he descubierto y me vuelve loca poniéndome la cabeza del revés? Pues bien, cuando uno habla con otra persona sin verle la cara o escuchar su voz, es decir, sin verle los ojos y sentirlo ahí mismo, cerca de ti, aunque sea sólo escuchando susurrarte con sus requiebros, risas o lloros, se pueden malinterpretar sus palabras, sus frases, sus expresiones incluso sus sentimientos hacia ti o su opinión sobre cualquier cosa. Es así. Lo tengo comprobado. Las palabras escritas, por sí solas, son susceptibles de múltiples interpretaciones dependiendo de quién las lea y también del momento anímico en el que se encuentren tanto el emisor como el receptor de las mismas.
Las redes sociales son un claro ejemplo de lo que intento exponer. Al no ver la cara del que recibe tu mensaje en forma de comentario, no sabes si te aprecia o te odia a muerte, si le pareces ocurrente o un absoluto gilipollas. Parece ser que no hay un término medio meridianamente comprensible. Es agotador. La mayor parte de las veces ni conoces a la persona con la que entablas conversación, pero aún conociéndola personalmente, si llevas sin verla algún tiempo, las reacciones ante ciertos comentarios obvios e inocentes por tu parte o la suya, parecen puñales lanzados con nocturnidad y alevosía.
Por menos han acabado muy mal relaciones duraderas en la distancia. Por no verse las caras y decir lo que sientes directamente a la otra persona a las puertas de su rostro, viéndote reflejado en sus ojos y escrutando cada una de sus reacciones para saber si lo estás haciendo bien o mal, si lo que dices hiere o hace feliz a tu interlocutor. Por eso son importantes los sentidos del tacto, del oído y de la vista. Incluso el del olfato que te recuerde el aroma del otro y el del gusto por si le das un par de besos en la mejilla y reconoces las carnes que te rozan.
Deja que te mire a la cara, que analice el brillo de tus ojos para ver tu estado de ánimo y que tú veas el mío. Eso es la verdad, no todo lo que se escribe si no te veo. Mi verdad soy yo, ante ti, en mi espacio y en mi tiempo, con mis ropajes y mi rostro frente al tuyo. Lo demás, es pura fantasía interpretable una y otra vez hasta sacar petróleo de la arena, de donde sólo sacas aire y sudor.
Deja que te mire a la cara y sabrás quién soy. Así podré descubrir también quién eres. Frente a frente, cara a cara. Porque me importas, quiero que así sea, lo demás, son palabras que no llevan a ninguna parte que reconozca como mía por entero.
Nélida L. del Estal Sastre
¿Sabéis una cosa que he descubierto y me vuelve loca poniéndome la cabeza del revés? Pues bien, cuando uno habla con otra persona sin verle la cara o escuchar su voz, es decir, sin verle los ojos y sentirlo ahí mismo, cerca de ti, aunque sea sólo escuchando susurrarte con sus requiebros, risas o lloros, se pueden malinterpretar sus palabras, sus frases, sus expresiones incluso sus sentimientos hacia ti o su opinión sobre cualquier cosa. Es así. Lo tengo comprobado. Las palabras escritas, por sí solas, son susceptibles de múltiples interpretaciones dependiendo de quién las lea y también del momento anímico en el que se encuentren tanto el emisor como el receptor de las mismas.
Las redes sociales son un claro ejemplo de lo que intento exponer. Al no ver la cara del que recibe tu mensaje en forma de comentario, no sabes si te aprecia o te odia a muerte, si le pareces ocurrente o un absoluto gilipollas. Parece ser que no hay un término medio meridianamente comprensible. Es agotador. La mayor parte de las veces ni conoces a la persona con la que entablas conversación, pero aún conociéndola personalmente, si llevas sin verla algún tiempo, las reacciones ante ciertos comentarios obvios e inocentes por tu parte o la suya, parecen puñales lanzados con nocturnidad y alevosía.
Por menos han acabado muy mal relaciones duraderas en la distancia. Por no verse las caras y decir lo que sientes directamente a la otra persona a las puertas de su rostro, viéndote reflejado en sus ojos y escrutando cada una de sus reacciones para saber si lo estás haciendo bien o mal, si lo que dices hiere o hace feliz a tu interlocutor. Por eso son importantes los sentidos del tacto, del oído y de la vista. Incluso el del olfato que te recuerde el aroma del otro y el del gusto por si le das un par de besos en la mejilla y reconoces las carnes que te rozan.
Deja que te mire a la cara, que analice el brillo de tus ojos para ver tu estado de ánimo y que tú veas el mío. Eso es la verdad, no todo lo que se escribe si no te veo. Mi verdad soy yo, ante ti, en mi espacio y en mi tiempo, con mis ropajes y mi rostro frente al tuyo. Lo demás, es pura fantasía interpretable una y otra vez hasta sacar petróleo de la arena, de donde sólo sacas aire y sudor.
Deja que te mire a la cara y sabrás quién soy. Así podré descubrir también quién eres. Frente a frente, cara a cara. Porque me importas, quiero que así sea, lo demás, son palabras que no llevan a ninguna parte que reconozca como mía por entero.
Nélida L. del Estal Sastre
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