CON LOS CINCO SENTIDOS
Cinema Paradiso
Año 1988, en mi décimo séptimo cumpleaños me regalan una tarde en el cine para ver la sensación italiana de la que todo el mundo habla como próxima candidata a Globos de Oro, Óscar a la mejor película extranjera, Bafta, Cannes, etc.
Estoy como una niña con zapatos nuevos y sólo comenzar a escuchar los primeros acordes de la Banda Sonora sé que no es otro que Ennio Morricone el que la firma. No hay mejor comienzo. Pero a medida que te sumerges en el universo creado por Tornatore te das cuenta de que es una película diferente a cuantas hayas visto. La demolición de un anticuado cine de pueblo congrega a viejos conocidos que allí soñaron y fueron, pero falta uno, Alfredo, el señor que enseñó todo lo que sabe al protagonista, el maravilloso “Toto”, que ahora es un afamado director que ama y al que apasiona el séptimo arte porque su maestro, aquellos años en el pueblo, Alfredo, le inculcó todo lo que sabe y todo lo que siente. En ese cine se daban cita todas las clases sociales del pueblo, todas y cada una tenían su sitio adjudicado en el humilde templo del séptimo arte. Los pobres, al gallinero, arriba, para poder escupir y lanzar cáscaras de pipas a los de abajo, los adinerados que se sentaban en el patio de butacas, más cercano a la pantalla. El resto se repartía como buenamente podía. Había clases políticas, claro, filias y fobias, como en todo buen pueblo que se precie. Pero quedaban desdibujadas porque todo lo demás que se mostraba era mucho más importante.
En alguna sesión, cuando alguna pantorrilla se subía más de cuenta y el vestido de la actriz se deslizaba algo más arriba, había jóvenes que aliviaban sus ardores guerreros al amparo de la oscuridad, pero el cura lo veía todo y les caía el consiguiente coscorrón a quemarropa, o colleja en el cuello.
Visionado de una nueva película llegada al cine, sentados en el patio de butacas el dueño y el cura, dueño, a su vez, de lo que íbamos a poder ver. Salía mínimamente un pecho, siquiera sugerido: “corta” ;una pierna con la ropa casi en el muslo: “corta”; un beso lleno de frenesí: “corta”; un beso normal: “corta”; Silvana Mangano cantando y mostrando la rotundidad de su cuerpo: “corta”; la despedida de dos jóvenes pues el varón iba a la guerra y había beso: “corta”. Luego el cura se iba tan pancho por el trabajo y la misión cumplidas y al pobre dueño, a Alfredo, que controlaba la cámara de proyección y a nuestro pequeño Toto, aprendiz, se les caían todos los palos del sombrajo.
En esa película, no sólo se muestra el amor al cine de sus protagonistas, también el amor que vivió, año tras año, nunca correspondido, de Toto por la joven Elena. Ya de adolescente, Alfredo le hizo prometer a Toto que jamás volviera a ese pueblo, que tenía que triunfar fuera porque valía demasiado para quedarse en un sitio como ese, que se le había quedado pequeño y tanto le había hecho sufrir por amor. Y se fue. Sólo regresó para el funeral de su amado Alfredo (maravilloso Philippe Noiret). Entonces, cuando va a despedirse de la pobre viuda de Alfredo, ésta le da una lata oxidada por mandato de su esposo, lata guardada en casa del difunto Alfredo con una cuasi devoción.
Es aquí donde Toto, en la Sala de Visionado en Roma, pide que se la pongan a solas. Entonces vuelve a sonar la música de Morricone mientras el ya canoso Toto (Jacques Perrin), se desdibuja pasando del asombro a la admiración, al respeto, a la emoción y al llanto, al comprobar cómo su maestro, su amigo, su confidente del alma, fue guardando todos los cortes de película prohibidos y censurados, pegándolos e hilvanándolos para él, como el regalo definitivo. Es un final arrebatador para una película arrebatadora.
Por supuesto, fui a verla más veces, a solas, me compré la película y la banda sonora que magistralmente acompaña todo el metraje. No hay año en el que no la vea. No lo hay.
Al final del relato os pondré el enlace a la escena de los besos censurados…Una maravilla con la que si no lloráis es porque lo que tenéis bajo el pecho no late.
https://www.youtube.com/watch?time_continue=12&v=PjtJkBUVFVY
Nélida L. del Estal Sastre
Año 1988, en mi décimo séptimo cumpleaños me regalan una tarde en el cine para ver la sensación italiana de la que todo el mundo habla como próxima candidata a Globos de Oro, Óscar a la mejor película extranjera, Bafta, Cannes, etc.
Estoy como una niña con zapatos nuevos y sólo comenzar a escuchar los primeros acordes de la Banda Sonora sé que no es otro que Ennio Morricone el que la firma. No hay mejor comienzo. Pero a medida que te sumerges en el universo creado por Tornatore te das cuenta de que es una película diferente a cuantas hayas visto. La demolición de un anticuado cine de pueblo congrega a viejos conocidos que allí soñaron y fueron, pero falta uno, Alfredo, el señor que enseñó todo lo que sabe al protagonista, el maravilloso “Toto”, que ahora es un afamado director que ama y al que apasiona el séptimo arte porque su maestro, aquellos años en el pueblo, Alfredo, le inculcó todo lo que sabe y todo lo que siente. En ese cine se daban cita todas las clases sociales del pueblo, todas y cada una tenían su sitio adjudicado en el humilde templo del séptimo arte. Los pobres, al gallinero, arriba, para poder escupir y lanzar cáscaras de pipas a los de abajo, los adinerados que se sentaban en el patio de butacas, más cercano a la pantalla. El resto se repartía como buenamente podía. Había clases políticas, claro, filias y fobias, como en todo buen pueblo que se precie. Pero quedaban desdibujadas porque todo lo demás que se mostraba era mucho más importante.
En alguna sesión, cuando alguna pantorrilla se subía más de cuenta y el vestido de la actriz se deslizaba algo más arriba, había jóvenes que aliviaban sus ardores guerreros al amparo de la oscuridad, pero el cura lo veía todo y les caía el consiguiente coscorrón a quemarropa, o colleja en el cuello.
Visionado de una nueva película llegada al cine, sentados en el patio de butacas el dueño y el cura, dueño, a su vez, de lo que íbamos a poder ver. Salía mínimamente un pecho, siquiera sugerido: “corta” ;una pierna con la ropa casi en el muslo: “corta”; un beso lleno de frenesí: “corta”; un beso normal: “corta”; Silvana Mangano cantando y mostrando la rotundidad de su cuerpo: “corta”; la despedida de dos jóvenes pues el varón iba a la guerra y había beso: “corta”. Luego el cura se iba tan pancho por el trabajo y la misión cumplidas y al pobre dueño, a Alfredo, que controlaba la cámara de proyección y a nuestro pequeño Toto, aprendiz, se les caían todos los palos del sombrajo.
En esa película, no sólo se muestra el amor al cine de sus protagonistas, también el amor que vivió, año tras año, nunca correspondido, de Toto por la joven Elena. Ya de adolescente, Alfredo le hizo prometer a Toto que jamás volviera a ese pueblo, que tenía que triunfar fuera porque valía demasiado para quedarse en un sitio como ese, que se le había quedado pequeño y tanto le había hecho sufrir por amor. Y se fue. Sólo regresó para el funeral de su amado Alfredo (maravilloso Philippe Noiret). Entonces, cuando va a despedirse de la pobre viuda de Alfredo, ésta le da una lata oxidada por mandato de su esposo, lata guardada en casa del difunto Alfredo con una cuasi devoción.
Es aquí donde Toto, en la Sala de Visionado en Roma, pide que se la pongan a solas. Entonces vuelve a sonar la música de Morricone mientras el ya canoso Toto (Jacques Perrin), se desdibuja pasando del asombro a la admiración, al respeto, a la emoción y al llanto, al comprobar cómo su maestro, su amigo, su confidente del alma, fue guardando todos los cortes de película prohibidos y censurados, pegándolos e hilvanándolos para él, como el regalo definitivo. Es un final arrebatador para una película arrebatadora.
Por supuesto, fui a verla más veces, a solas, me compré la película y la banda sonora que magistralmente acompaña todo el metraje. No hay año en el que no la vea. No lo hay.
Al final del relato os pondré el enlace a la escena de los besos censurados…Una maravilla con la que si no lloráis es porque lo que tenéis bajo el pecho no late.
https://www.youtube.com/watch?time_continue=12&v=PjtJkBUVFVY
Nélida L. del Estal Sastre
Gonzalo Julián | Viernes, 28 de Agosto de 2020 a las 00:49:35 horas
ENHORABUENA!!!
Comentarios tan bonitos como la película.
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