Redacción
Viernes, 28 de Agosto de 2020
EL BECARIO TARDIO

Asunción Balaguer y Paco Rabal

Esteban Pedrosa

[Img #43041]Volvemos a nuestra columna -ahora mensual- mientras en la pequeña pantalla Boris Izaguirre entrevista a Teresa Rabal, la hija -en este caso no hijísima, pero por méritos propios- de Paco, ese actor que fue grande, grandísimo, también como mujeriego y putero, pero mucho me temo, ¡ay!, que en el programa se hablará más de esas dos últimas facetas. Según la propia hija, los cuernos de su madre -Asunción Balaguer- eran inocentes y con gracia, principalmente porque ella lo sabía, los perdonaba, incluso los alentaba (“la vida está para disfrutarla”, decía) y eso no hay feminista que lo rebata.
No llevaré esta columna a la par que discurra el programa, pero espero y deseo que se hable de Juncal -y eso que desprecio el toreo-, de la milana bonita, Truhanes, Viridiana, la televisiva “Los ladrones van a la oficina” y tantos y tantos papeles por los que ser recordado, en lugar de líos de faldas y otros perímetros ocasionales en el círculo de su vida.
Aunque crean lo contrario, no me sorprende la postura de Asunción Balaguer ante las infidelidades de su marido, porque conocí un caso parejo, no en tiempo real, pero sí acaecido alrededor de los años sesenta en la ciudad de Barcelona, protagonizado por dos zamoranos que ya no están entre nosotros y de los que me cuidaré mucho de revelar aquí su identidad, aunque gente muy allegada sabrá con rapidez de quién estoy hablando.
Si digo que el caso es parejo, lo hago porque la esposa de esta historia era la que contaba las infidelidades de él, como cuando, en una peluquería, una clienta enseñaba al resto de mujeres la foto del novio de una de sus hijas, que no era otra que la de su propio marido. Noches en las que el protagonista llegaba pronto a casa y su esposa le tiraba la llave del portal -muy grande en aquella época para llevarla encima- por la ventana y el hombre subía a las tres o cuatro horas con la disculpa de no haber encontrado la llave hasta entonces. Lo he recordado mientras veía un programa de Rabal. Otra vida de película y sin glamour. ¿O sí?

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