Viernes, 19 de Diciembre de 2025

Eugenio de Ávila
Jueves, 03 de Septiembre de 2020
COSAS MÍAS

¡Cómo se puede ser optimista en Zamora!

[Img #43278]Acabada mi labor, sobre las dos de la tarde, en mi camino hacia mi casa, me crucé con una política zamorana, buena gente, muy suya, como yo soy muy mío. Me pidió, con cierta sorna, que escribiera artículos más positivos. Le respondí que me resulta imposible tras pasear todos los días por nuestras arterias comerciales: San Torcuato y Santa Clara. No hubo tiempo para el debate, para la dialéctica. Pero mis argumentos hubiesen sido tan contundentes como que yo no puedo ser optimista cuando hay casi 12.000 zamoranos sin empleo; cuando vivo en la capital de una provincia que muestra el menor índice de actividad económica de toda España, la más envejecida, la más olvidada por todos los gobiernos habidos y por haber que se instalaron en La Moncloa.  A mí me podría ir bien, pero a otros muchos zamoranos, no. Y, como eso es así, algo empírico, yo, con perdón, tengo que escribir de lo que veo, palpo, intuyo. Ser optimista en Zamora debería traducirse como egoísta.

Yo no soy como muchos políticos, casi siempre conservadores a los que les molestó siempre que Zamora creciese, que se llenase de trabajadores, de militares, de más y más gente, porque ellos viven en un paraíso, mientras la gran mayoría “disfruta” de la paz del camposanto. Un servidor escribe lo que piensa y me trae sin cuidado que el poder me persiga o me adule. Expreso lo que siento.

Quizá esa buena gente que me rogó que escribiese en positivo sobre nuestra tierra sepa más cosas que yo sobre el futuro de Zamora, de ahí su optimismo. Pero hay datos que me impiden mostrarme como periodista animoso, entusiasta y hasta eufórico. Conozco a muchos pequeños empresarios que cerraron su negocio, que se fueron al paro, que pidieron créditos y apenas lo han podido devolver. Sé de mucha gente que carece de trabajo, que las está pasando putas para llegar a fin de mes. Tampoco ignoro que hay muchos jubilados que cobran pensiones de subsistencia, que demasiados jóvenes se han ido y se preparan para marcharse y nunca más volver. Y pienso, además, en nuestra hostelería, en las salas cinematográficas, en los teatros y en cómo aliviarán sus economías con un invierno que se anuncia. Y no sé nada de Monte La Reina, que conllevaría una revolución demográfica y económica para la ciudad y Toro. Y lo de la transformación en autovía de la N-122 entre Zamora y Alcañices no se concretará en esta legislatura, y eso que gobiernan los amigos de los humildes y de los pobres, y más sencillos y paupérrimos que la gente de esta tierra no conozco en nuestra vieja y quebrada nación.

Me transformaré en optimista, en periodista de sonrisas e incluso de carcajadas, cuando la Diputación apruebe la compra de los terrenos de Barcial del Barco a Iberdrola y la compañía hidroeléctrica acepte la venta de ese erial, porque entonces se producirá un punto de inflexión en la historia de nuestra provincia. Entonces volveré a loar a Vicente Merino Febrero por su valentía, fe y paciencia, durante más de 12 años de batallas con políticos y empresarios amigos, para que su proyecto se hiciese realidad, y a Francisco José Requejo, como político que apoyó esa idea extraordinaria, porque sin su presencia en la Presidencia de la Diputación, Merino seguiría con su peto y espaldar, con su adarga y corcel, peleando con molinos de viento, con los gigantes de la política regional.

No soy como el ínclito Zapatero, un optimista antropológico. Una persona inteligente nunca puede ser optimista, a no ser que su egoísmo y su incapacidad intelectual se lo permitan. Quizá si fuera político criticaría a periodistas como yo que escriben y dicen lo que piensan y jamás escriben al dictado del que ordena manda. Soy así.

Eugenio-Jesús de Ávila

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