ZAMORANA
Un buen hombre en un país quebrado
Era el baluarte de los buenos principios, el adalid de quienes no disponían de voz propia, el caudillo de una revolución que pregonaba cada día, a la que dedicaba su existencia para mejorar las condiciones de vida de una provincia que se desangraba lentamente y cuya herida era preciso taponar para que no se vaciara sin remedio.
Los más vehementes arengaban en sus artículos a quienes detentaban el poder haciéndoles responsables de aquella dejadez ancestral para la que no existía réplica, pues ya sabemos que la gente zamorana es conformista, no levanta la voz ni gusta de aparecer en los papeles; se caracteriza por una labor callada, de hormiguita que labora día a día sufriendo las inclemencias de un tiempo climatológico duro y social adverso; así somos y de eso se valen aquellos que nos ignoran.
Poco sabe el resto de España da esta provincia si no es, tal vez, algo referente a su Semana Santa, muchos ignoran hasta su ubicación geográfica; es una ciudad provinciana más, pequeña y silenciada que, aunque disponga de innegables joyas no las exhibe por un cierto pudor y porque en las ciudades pequeñas no está bien visto pecar de ostentación.
Zamora la bien cercada, continua a día de hoy ceñida por una invisible empalizada que la aleja del resto de ciudades. Tal vez sea por culpa de que sus regidores, gestores, políticos y gobernantes varios no han echado el resto en auparla hasta lo alto para empoderarla como deberían; en su lugar han pasado de puntillas y, en ocasiones, cuando los propios hijos de esta tierra han estado en el poder, no han hecho nada por ella; lo cual tiene un doble delito. No basta con regalar capas pardas a algún personaje político, ni tampoco a aplaudir cuando se afanan en sus inflamados discursos de campaña por levantar a esta tierra, por visibilizarla. A ninguno creo porque todos me han fallado y sus arengas se han quedado en vacuas palabras que se llevó el viento, no en los hechos que todos esperábamos.
Llegó una pandemia y, con ella, una inyección de dinero de la Comunidad Europea que se destinará a las diferentes comunidades autónomas; espero y deseo que quien gestione esos dineros se acuerde de hacer viable algunas de las muchas necesidades que tiene esta tierra; pueden preguntar a ese hombre cabal que implora a diario por lograr prebendas que son una necesidad para Zamora, o sino que se den un paseo por ella y la contemplen con ojos críticos, no viendo las bondades sino la realidad que más la desfavorece: comercios vacíos, gente desencantada, apenas niños, gente mayor por las calles, ausencia de jóvenes o las vías desiertas… entonces comprenderán que hay mucha labor por hacer para que esta tierra brille como en sus mejores tiempos.
Hoy, cada zamorano de pro que ama a su tierra, está desilusionado, harto de que se le silencie, contrariado por ver a una ciudad que puede desmoronarse si alguien no lo remedia; triste porque a personas e instituciones como Zamora 10 que se interesan por esta provincia, lejos de afanes políticos, les coloquen palos en las ruedas constantemente, como el perro del hortelano de Lope que, envidioso, ni come ni deja comer.
En esta nación, (o país como gusta a algunos mal denominados progres llamarla), estamos viviendo tiempos convulsos, regidos por gobernantes prepotentes que han demostrado su incapacidad manifiesta y una oposición que no ofrece propuesta alguna; invadidos por una pandemia mortífera para la que nadie tiene una solución decente, inmersos en una bancarrota económica con miles de personas sin trabajo, sin negocio y sin proyecto de futuro y así pasan los días sin hacer nada por resolver las colas del hambre, la desesperación de los ciudadanos, la infame imagen que proyectamos al exterior, el desgobierno de España, y la hartura de sus ciudadanos.
Este hombre bueno, que también es un buen hombre, se desgañita a diario ya no solo haciendo crítica, sino ofreciendo propuestas, recorre la ciudad y plantea soluciones; escucha a los pueblos y sus necesidades para reflejarlas en papel y que, con suerte, lleguen a oídos de alguien que las tenga en cuenta y pueda resolver algunas de las muchas deficiencias.
Y yo, un día más, cuando me asomo a las páginas de este periódico, percibo una lucha que continúa pero que también se debilita porque todo está dicho y escrito hasta la saciedad, y no quiero que sea precisamente ese hartazgo, esa desidia la que venza a los políticos y dejen por ello de ser juzgados y criticados cuando su gestión es tan pobre; así que entre todos seguiremos levantando la bandera de nuestra provincia muy en alto, para que se vea, y continuaremos pidiendo, rogando y exigiendo, según sea menester, la merecida ayuda para que estas tierras no sigan cayendo en el mayor de los delitos que es el olvido institucional al que, de ninguna manera, queremos acostumbrarnos.
Mª Soledad Martín Turiño
Era el baluarte de los buenos principios, el adalid de quienes no disponían de voz propia, el caudillo de una revolución que pregonaba cada día, a la que dedicaba su existencia para mejorar las condiciones de vida de una provincia que se desangraba lentamente y cuya herida era preciso taponar para que no se vaciara sin remedio.
Los más vehementes arengaban en sus artículos a quienes detentaban el poder haciéndoles responsables de aquella dejadez ancestral para la que no existía réplica, pues ya sabemos que la gente zamorana es conformista, no levanta la voz ni gusta de aparecer en los papeles; se caracteriza por una labor callada, de hormiguita que labora día a día sufriendo las inclemencias de un tiempo climatológico duro y social adverso; así somos y de eso se valen aquellos que nos ignoran.
Poco sabe el resto de España da esta provincia si no es, tal vez, algo referente a su Semana Santa, muchos ignoran hasta su ubicación geográfica; es una ciudad provinciana más, pequeña y silenciada que, aunque disponga de innegables joyas no las exhibe por un cierto pudor y porque en las ciudades pequeñas no está bien visto pecar de ostentación.
Zamora la bien cercada, continua a día de hoy ceñida por una invisible empalizada que la aleja del resto de ciudades. Tal vez sea por culpa de que sus regidores, gestores, políticos y gobernantes varios no han echado el resto en auparla hasta lo alto para empoderarla como deberían; en su lugar han pasado de puntillas y, en ocasiones, cuando los propios hijos de esta tierra han estado en el poder, no han hecho nada por ella; lo cual tiene un doble delito. No basta con regalar capas pardas a algún personaje político, ni tampoco a aplaudir cuando se afanan en sus inflamados discursos de campaña por levantar a esta tierra, por visibilizarla. A ninguno creo porque todos me han fallado y sus arengas se han quedado en vacuas palabras que se llevó el viento, no en los hechos que todos esperábamos.
Llegó una pandemia y, con ella, una inyección de dinero de la Comunidad Europea que se destinará a las diferentes comunidades autónomas; espero y deseo que quien gestione esos dineros se acuerde de hacer viable algunas de las muchas necesidades que tiene esta tierra; pueden preguntar a ese hombre cabal que implora a diario por lograr prebendas que son una necesidad para Zamora, o sino que se den un paseo por ella y la contemplen con ojos críticos, no viendo las bondades sino la realidad que más la desfavorece: comercios vacíos, gente desencantada, apenas niños, gente mayor por las calles, ausencia de jóvenes o las vías desiertas… entonces comprenderán que hay mucha labor por hacer para que esta tierra brille como en sus mejores tiempos.
Hoy, cada zamorano de pro que ama a su tierra, está desilusionado, harto de que se le silencie, contrariado por ver a una ciudad que puede desmoronarse si alguien no lo remedia; triste porque a personas e instituciones como Zamora 10 que se interesan por esta provincia, lejos de afanes políticos, les coloquen palos en las ruedas constantemente, como el perro del hortelano de Lope que, envidioso, ni come ni deja comer.
En esta nación, (o país como gusta a algunos mal denominados progres llamarla), estamos viviendo tiempos convulsos, regidos por gobernantes prepotentes que han demostrado su incapacidad manifiesta y una oposición que no ofrece propuesta alguna; invadidos por una pandemia mortífera para la que nadie tiene una solución decente, inmersos en una bancarrota económica con miles de personas sin trabajo, sin negocio y sin proyecto de futuro y así pasan los días sin hacer nada por resolver las colas del hambre, la desesperación de los ciudadanos, la infame imagen que proyectamos al exterior, el desgobierno de España, y la hartura de sus ciudadanos.
Este hombre bueno, que también es un buen hombre, se desgañita a diario ya no solo haciendo crítica, sino ofreciendo propuestas, recorre la ciudad y plantea soluciones; escucha a los pueblos y sus necesidades para reflejarlas en papel y que, con suerte, lleguen a oídos de alguien que las tenga en cuenta y pueda resolver algunas de las muchas deficiencias.
Y yo, un día más, cuando me asomo a las páginas de este periódico, percibo una lucha que continúa pero que también se debilita porque todo está dicho y escrito hasta la saciedad, y no quiero que sea precisamente ese hartazgo, esa desidia la que venza a los políticos y dejen por ello de ser juzgados y criticados cuando su gestión es tan pobre; así que entre todos seguiremos levantando la bandera de nuestra provincia muy en alto, para que se vea, y continuaremos pidiendo, rogando y exigiendo, según sea menester, la merecida ayuda para que estas tierras no sigan cayendo en el mayor de los delitos que es el olvido institucional al que, de ninguna manera, queremos acostumbrarnos.
Mª Soledad Martín Turiño


















Gonzalo Julián | Jueves, 01 de Octubre de 2020 a las 00:06:19 horas
Me adhiero y suscribo todas y cada una de las palabras escritas sin añadir ni una más... Por no hacer falta.
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