CONFESIONES
Hubiera querido ser mejor persona
Nunca he pedido que me llevasen de “tournée” por los anillos de Saturno, ni tan si quiera tomar el sol en la cara oculta de la Luna. No, en absoluto. Dejé la utopía para filosofar sobre la política. Cuando el insaciable tiempo engulle tanta vida, alguien te invita a la reflexión diaria. Así vengo haciendo balance cotidiano conmigo mismo, tanto de las acciones económicas y laborales que realicé a lo largo de los años, como de los encuentros que mantuve con el amor y la amistad, relaciones que transforman tus adentros, que te acarician o lijan el alma, que te procuran una existencia feliz o amarga.
Nunca ambicioné logros materiales, diluirme en haciendas, fundirme en automóviles de gran gama, ni ser accionista de compañías multinacionales. En absoluto. Mi única ambición consistió en saber cada día un poco más. En tener más conocimientos hoy que los que me dejó el día de ayer, y mañana haber aprendido algo más del que creí sabía menos que un servidor.
Hubiera querido ser mejor persona, pero no me dejé. Aún lo intento. Si Cronos me concede una prórroga, quizá, antes de irme, podré decir que no soy malo del todo. No sé si me amaron. No importa tanto. Eso pudiera ser un problema de mi ego. Prefiero saber que yo sí, realmente, amé. Creérmelo.
Habría que preguntar, no obstante, cuando me juzguen por amor, a las damas que quisieron acompañarme durante un trayecto del camino que me conduce a ninguna parte, si se sintieron queridas por mí, si las desprecié, si las vendí por unos minutos de éxtasis.
Confieso que quise amar en libertad y no me lo permitieron las circunstancias o la cobardía, ya mis defectos y carencias. Mi proyecto para lo que me queda por vivir consiste amar mejor que nunca para que mi amante tenga a bien acompañarme hasta donde aguarda Caronte embreando su barca.
Eugenio-Jesús de Ávila
Nunca he pedido que me llevasen de “tournée” por los anillos de Saturno, ni tan si quiera tomar el sol en la cara oculta de la Luna. No, en absoluto. Dejé la utopía para filosofar sobre la política. Cuando el insaciable tiempo engulle tanta vida, alguien te invita a la reflexión diaria. Así vengo haciendo balance cotidiano conmigo mismo, tanto de las acciones económicas y laborales que realicé a lo largo de los años, como de los encuentros que mantuve con el amor y la amistad, relaciones que transforman tus adentros, que te acarician o lijan el alma, que te procuran una existencia feliz o amarga.
Nunca ambicioné logros materiales, diluirme en haciendas, fundirme en automóviles de gran gama, ni ser accionista de compañías multinacionales. En absoluto. Mi única ambición consistió en saber cada día un poco más. En tener más conocimientos hoy que los que me dejó el día de ayer, y mañana haber aprendido algo más del que creí sabía menos que un servidor.
Hubiera querido ser mejor persona, pero no me dejé. Aún lo intento. Si Cronos me concede una prórroga, quizá, antes de irme, podré decir que no soy malo del todo. No sé si me amaron. No importa tanto. Eso pudiera ser un problema de mi ego. Prefiero saber que yo sí, realmente, amé. Creérmelo.
Habría que preguntar, no obstante, cuando me juzguen por amor, a las damas que quisieron acompañarme durante un trayecto del camino que me conduce a ninguna parte, si se sintieron queridas por mí, si las desprecié, si las vendí por unos minutos de éxtasis.
Confieso que quise amar en libertad y no me lo permitieron las circunstancias o la cobardía, ya mis defectos y carencias. Mi proyecto para lo que me queda por vivir consiste amar mejor que nunca para que mi amante tenga a bien acompañarme hasta donde aguarda Caronte embreando su barca.
Eugenio-Jesús de Ávila




















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