CONFESIONES ÍNTIMAS
Mi otoño: la caída de la hoja de El Día de Zamora
Si las parcas me dieran a elegir, les pediría que me viniesen a buscar en otoño, entre noviembre y diciembre, cuando hubiera niebla y los árboles llorasen vaho por sus hojas muertas. Me encanta el color y el horizonte de estos meses, porque parecen como pintados con la técnica del “sfumato”, genialidad de Da Vinci. Ahora las palabras escritas, las que exuda mi cerebro, visten gabardina y pasean paraguas, como si temiesen empaparse de la verdad de la vida.
Por ahora, siento como que quiero más a mis amigos y amo con pasión a mi amante, que es, pero no está. Y escribo con más sensibilidad, como si la música de la naturaleza, de la humedad, de la lluvia, me contagiase de ternura, de empatía, de delicadeza.
Soy más sensible en otoño. Apenas sonrío y sin ganas. Tampoco lloro. No me quedan lágrimas. Dejé la frivolidad guardada en el calor de la noche, cuando el sol de agosto dormía entre las sábanas plateadas de la luna. Encaro lo que resta de este año de virus de odio y mentiras de plástico navegando en este barquito de papel, que también surca los mares de las redes sociales.
Sueño con que sigas ahí, leyéndome, o imaginándome cómo soy, qué siento, qué quiero. Porque este periódico lo amaso con las manos de mi espíritu. Él soy yo, pero con carne de titulares, de verbos, de palabras, y con tinta en las venas. Quizá me baje el próximo año en el puerto de la jubilación. Estoy cansado. La sintaxis me ha pedido que le abra las puertas: siente claustrofobia de vivir entre oraciones subordinadas y copulativas, adversativas y disyuntivas.
Después me dedicaré a escribir cartas de amor a quien no me ama o críticas a los políticos que contagiaron del virus de la mentira a la sociedad. Así te lo confieso esta noche de este octubre niño. Quizá, en noviembre desee prolongar mi vida activa y embarcarme, de nuevo, en esta aventura de zamoranismo y lírica, de verdad y lucha que es mi periodismo, profesión que amo cuando cae la noche y odio al alba, casi como a ella, a ti, mujer.
Así sentimos el otoño mi periódico, que también es tuyo, y yo.
Eugenio-Jesús de Ávila
Si las parcas me dieran a elegir, les pediría que me viniesen a buscar en otoño, entre noviembre y diciembre, cuando hubiera niebla y los árboles llorasen vaho por sus hojas muertas. Me encanta el color y el horizonte de estos meses, porque parecen como pintados con la técnica del “sfumato”, genialidad de Da Vinci. Ahora las palabras escritas, las que exuda mi cerebro, visten gabardina y pasean paraguas, como si temiesen empaparse de la verdad de la vida.
Por ahora, siento como que quiero más a mis amigos y amo con pasión a mi amante, que es, pero no está. Y escribo con más sensibilidad, como si la música de la naturaleza, de la humedad, de la lluvia, me contagiase de ternura, de empatía, de delicadeza.
Soy más sensible en otoño. Apenas sonrío y sin ganas. Tampoco lloro. No me quedan lágrimas. Dejé la frivolidad guardada en el calor de la noche, cuando el sol de agosto dormía entre las sábanas plateadas de la luna. Encaro lo que resta de este año de virus de odio y mentiras de plástico navegando en este barquito de papel, que también surca los mares de las redes sociales.
Sueño con que sigas ahí, leyéndome, o imaginándome cómo soy, qué siento, qué quiero. Porque este periódico lo amaso con las manos de mi espíritu. Él soy yo, pero con carne de titulares, de verbos, de palabras, y con tinta en las venas. Quizá me baje el próximo año en el puerto de la jubilación. Estoy cansado. La sintaxis me ha pedido que le abra las puertas: siente claustrofobia de vivir entre oraciones subordinadas y copulativas, adversativas y disyuntivas.
Después me dedicaré a escribir cartas de amor a quien no me ama o críticas a los políticos que contagiaron del virus de la mentira a la sociedad. Así te lo confieso esta noche de este octubre niño. Quizá, en noviembre desee prolongar mi vida activa y embarcarme, de nuevo, en esta aventura de zamoranismo y lírica, de verdad y lucha que es mi periodismo, profesión que amo cuando cae la noche y odio al alba, casi como a ella, a ti, mujer.
Así sentimos el otoño mi periódico, que también es tuyo, y yo.
Eugenio-Jesús de Ávila























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