Nélida L. Del Estal Sastre
Sábado, 03 de Octubre de 2020
CON LOS CINCO SENTIDOS

Los altares de mi ateísmo

[Img #44376]De pequeña me hicieron comulgar, antes me bautizaron. Son las reglas del juego. A los 14 años, vino la “Confirmación” de mi fe. No me enteré de nada porque todos y cada uno de estos “Mandamientos” (vaya tela…) tienes que acatarlos a una edad en la que sólo piensas en jugar y no tienes idea alguna de fe, de santos en sus peanas y su puñetera madre en bicicleta. Perdón por la expresión, pero es que es así. Cuando uno ha de acatar o no una ideología, una fe en esto o aquello, debe de tener al menos uso de razón y haber vivido lo suficiente para tomar esa importante decisión vital. Antes es absolutamente aberrante. Ya no digo innecesario, no, es aberrante.

Yo creo en el ser humano. Bien es cierto que, cada vez, un poco menos. Los años doman el impetuoso espíritu libre de cada cual, para amoldarlo a las circunstancias en las que se ha desarrollado tu existencia. Puedes haber tenido unos padres maravillosos, o unos villanos déspotas como progenitores. Puedes haber sufrido acoso escolar o laboral. Acoso político, periodístico, da igual; llámalo “X”. Cuando tu vida es un trasunto pesado entre el mal y el dolor, sueles dejar la fe (si es que la tenías) y convertirte en un ser escéptico ante todo lo que se te presente por delante. ¿Que tienes un reto? No acudes a dios, sino a tus conocimientos y preparación. ¿Qué has de someterte a una intervención quirúrgica de calado importante? Tampoco acudes a dios, sino a la medicina que es la que, finalmente, te salvará del entuerto.

Bien es cierto que con la fe en algo superior puede que lo pases mejor, que el camino sea menos tortuoso. Conozco innumerables personas en las que la fe en algo superior ayudó a sobreponerse. Lo respeto profundamente. Todo lo que haga que un ser humano pueda sentirse más pleno y apoyado en su periplo, es digno de mi beneplácito, aunque no lo comparta. Ante todo y sobre todo, RESPETO.

Yo no tengo fe en casi nada, ni material ni inmaterial, pero si hubiese de encomendarme a algo, sería siempre al propio ser humano. El ser humano es capaz de la mayor de las tropelías, así como de las gestas más épicas. Si somos capaces de lo mejor, y eso ha sido demostrado, yo me inclino por el culto y el rezo hacia la bondad del ser humano, hacia su “humanidad”, valga la repetición. No todo ser humano es “humano” en la acepción de bondadoso, empático y desinteresado. No.

También creo en el amor. Soy una romántica. Sueño con que el amor nos haga más libres, nos permita expresar de palabra y obra, con la boca y con el cuerpo, lo que deseamos de este mundo repugnante. Creo en la amistad sincera, esa que no juzga, que sólo acompaña cuando tu vida no es sencilla. Creo en los amigos que no desaparecen de repente cuando te vienen mal dadas.

No pido gran cosa. En el transcurso de mi vida, cuando me hallo en el ecuador, doy valor a lo que valor tiene. Pienso y obro con libertad, sin dañar, esa es mi máxima. Creo en las personas de bien, esas que tanto escasean a día de hoy. Mi fe no es muy exigente en número de “santos”, pero sí en la calidad de los mismos. Sólo el amor al otro nos salvará. De eso no me cabe ya ninguna duda.

P.D: La acuarela que ilustra mi relato de hoy es de Ana Santos.

Nélida L. del Estal Sastre

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