CON LOS CINCO SENTIDOS
No
Qué importante y eficaz resulta atajar y resolver las cosas a tiempo, máxime cuando hablamos de niños que sufren la tiranía de otros por unos absurdos, grotescos y trasnochados roles del medioevo que parece que han de perdurar como el derecho de pernada, o la asquerosa y deleznable Inquisición, que entonces te quemaba por bruja, por deforme, o sencillamente por ser diferente. El vomitivo Derecho de Pernada en este caso en concreto es asimilable a quitarle el bocadillo a un niño en el recreo, romperle las gafas o pisotearlo y darte un buen mamporro si llora o te deja hacer. Porque para estos matones es tan denigrante en su pernicioso cerebro malévolo, ser pasivo y llorar, como ser combativo y luchador y plantarles cara.
A lo mejor en su casa no saben que están criando a un monstruo hiena que se alimenta de la carroña de los pobres y abandonados del patio y que está destruyendo el ego, el álter ego y el súper yo de un niño que está empezando a entender la vida de la forma más errónea y dolorosa posible. Malditos sean ellos y sus padres que asumen como tales la obligación de enseñarles a hacer el bien y no el mal.
La vida NO es que te peguen hasta que te sangre la nariz o te tengan que operar de una rotura "accidental" en el patio del colegio o instituto. La vida se trata de ir superando etapas siendo honestos, coherentes, dignos y no dañando a nadie ni por casualidad. La vida es para vivirla, para disfrutarla en la infancia, para jugar sin temor a que te machaquen entre cuatro o se rían de tus maravillosas ocurrencias y el magnífico dominio de los nombres de todos y cada uno de los dinosaurios que habitaron este podrido planeta.
NO, la vida no es eso, eso es la muerte. No hemos nacido para que los "matones" de turno (pobres criaturas que no llegarán a una mierda en su vida y por eso pegan, aparte de porque en casa seguro que también les zurran la badana lo suyo) nos quiten el derecho con el que nacimos para brillar, cada cual en lo suyo, o para no brillar en absoluto, que tampoco es necesario, pero para lo que no nacimos nunca fue para que nos pusieran una puta mano encima. Eso ni por asomo.
Nélida L. del Estal Sastre
Qué importante y eficaz resulta atajar y resolver las cosas a tiempo, máxime cuando hablamos de niños que sufren la tiranía de otros por unos absurdos, grotescos y trasnochados roles del medioevo que parece que han de perdurar como el derecho de pernada, o la asquerosa y deleznable Inquisición, que entonces te quemaba por bruja, por deforme, o sencillamente por ser diferente. El vomitivo Derecho de Pernada en este caso en concreto es asimilable a quitarle el bocadillo a un niño en el recreo, romperle las gafas o pisotearlo y darte un buen mamporro si llora o te deja hacer. Porque para estos matones es tan denigrante en su pernicioso cerebro malévolo, ser pasivo y llorar, como ser combativo y luchador y plantarles cara.
A lo mejor en su casa no saben que están criando a un monstruo hiena que se alimenta de la carroña de los pobres y abandonados del patio y que está destruyendo el ego, el álter ego y el súper yo de un niño que está empezando a entender la vida de la forma más errónea y dolorosa posible. Malditos sean ellos y sus padres que asumen como tales la obligación de enseñarles a hacer el bien y no el mal.
La vida NO es que te peguen hasta que te sangre la nariz o te tengan que operar de una rotura "accidental" en el patio del colegio o instituto. La vida se trata de ir superando etapas siendo honestos, coherentes, dignos y no dañando a nadie ni por casualidad. La vida es para vivirla, para disfrutarla en la infancia, para jugar sin temor a que te machaquen entre cuatro o se rían de tus maravillosas ocurrencias y el magnífico dominio de los nombres de todos y cada uno de los dinosaurios que habitaron este podrido planeta.
NO, la vida no es eso, eso es la muerte. No hemos nacido para que los "matones" de turno (pobres criaturas que no llegarán a una mierda en su vida y por eso pegan, aparte de porque en casa seguro que también les zurran la badana lo suyo) nos quiten el derecho con el que nacimos para brillar, cada cual en lo suyo, o para no brillar en absoluto, que tampoco es necesario, pero para lo que no nacimos nunca fue para que nos pusieran una puta mano encima. Eso ni por asomo.
Nélida L. del Estal Sastre

























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