POR DERECHO
Mafalda presidenta
Desde hace algunos años los españoles somos objeto de una influencia publicitaria por parte de los partidos políticos sufragada con los tributos que pagamos todos; Publicidad que parece tener por objeto conseguir la adhesión de las gentes a determinados sujetos que se presentan como líderes, aunque no se sabe bien qué van a liderar o presidir. Vivimos tiempos convulsos en los que el exceso de información manipulada nos desinforma.
En la web del gobierno de España, cuando nos presenta su propio órgano de publicidad, se puede leer: “La publicidad y comunicación institucional se conciben al servicio de los intereses de los ciudadanos para facilitar el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes. Todo ello, mediante un uso adecuado de los fondos públicos que persiga el objetivo de difundir el mensaje común de la Administración para dar a conocer a los ciudadanos los servicios que presta y las actividades que desarrolla”.
Según el gobierno, son los intereses de los ciudadanos los que justifican que se gaste dinero recaudado impositivamente a los propios ciudadanos para que puedan éstos recibir los “mensajes que el Gobierno [les] dirige”. Sin embargo, me temo que el concepto de publicidad y comunicación que manejan los gobiernos es algo muy diferente a lo que se nos dice.
Con ocasión de la terrible pandemia, hemos podido comprobar cómo algunos de los principios de manipulación de masas han venido ejecutándose con descaro. Recordemos cómo meses atrás se suspendió el ejercicio de derechos fundamentales. Pero no menos asombro produce la indudable calidad técnica de la manipulación política en la actualidad. Se trata hoy día de la utilización de complejos análisis y estudios dirigidos por quienes detentan el poder para mantenerse en él y esto se traduce en vulnerabilidad de la ciudadanía.
Si observamos la realidad española desde un punto de vista, progresista y sedicentemente democrático, como si lo miramos recordando las siniestras técnicas de las peores dictaduras, podremos comprobar que en España la propaganda usada por los gobiernos, centrales y algunos autonómicos, responde no a la necesidad de atender los intereses de la ciudadanía a facilitarles el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes. Más bien pareciera que esa propaganda responde a una intención de algunos “gobernantes” de controlar la voluntad de las personas.
No se trata de una cuestión ideológica, por ello distinguiré dos puntos de vista: el progresista y el dictatorial o absolutista.
Un ejemplo del primero se encuentra en los escritos de A. Noam Chomsky, conocido lingüista, filósofo, politólogo y activista estadounidense, crítico contra el capitalismo contemporáneo, es decir, comunista. Chomsky dejó constancia escrita de diez estrategias de manipulación masiva descaradas.
Un ejemplo del segundo, es decir, desde la perspectiva repugnante de una tiranía dictatorial como fue el nacional socialismo, podría ser P. Joseph Goebbels, político alemán que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945.
Por un lado tenemos los llamados 11 principios de la propaganda nacional socialista creados por Goebbels y por el otro las “10 estrategias” de Chomsky. Ambos contienen criterios que sin dificultad podremos reconocer en una realidad española que comienza a ser calificada de inquietante.
Simplificándolos excesivamente me quedo con la estrategia de la distracción de Chomsky. Se trata de lo que se ha dado en llamar “cortinas de humo”. Se busca despistar, distraer la atención de las personas mediante noticias, reales o falsas, para que dejen de pensar en cuestiones más importantes que verdaderamente les afectan. En España comienza a ser frecuente que los escándalos se oculten con otros escándalos… todos ellos bien reales y casi siempre implicando delitos que quedan generalmente impunes.
Y relacionado con esta estrategia de la distracción está el principio “goebbelsiano” de la exageración y desfiguración. También conocido como el principio de la inseguridad, mediante el cual se utiliza, a modo de distracción, cualquier anécdota hasta convertirla en una amenaza. Ello sirve no sólo para apartar el foco de atención de lo importante, sino también para crear terror en la gente a fin de dominar la mejor, ofreciendo al personal solución a todos sus problemas.
Los ejemplos a esta estrategia y a este principio, salen a raudales tras la lectura de la prensa diaria. Llegados a este punto, solo cabe que la ciudadanía adquiera mayor madurez democrática. Ya Mafalda se quejaba de la existencia de más problemólogos que solucionólogos, y precisamente ahí, es donde radica el mayor inconveniente. Llegados a este punto hay que traer a colación el capítulo IV del Evangelio de San Mateo cuando decía: "Guardaos de los falsos profetas", que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, y dentro son lobos rapaces. - Por sus frutos luego los conoceréis, "¿por ventura se cogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?" Así todo árbol bueno lleva buenos frutos; y el mal árbol lleva malos frutos. Así, pues, por los frutos de ellos les conoceréis. Y tú, ¿Qué eres? ¿Problemólogo o solucionólogo? Mafalda, presidenta.
Lorena Hernández del Río
Desde hace algunos años los españoles somos objeto de una influencia publicitaria por parte de los partidos políticos sufragada con los tributos que pagamos todos; Publicidad que parece tener por objeto conseguir la adhesión de las gentes a determinados sujetos que se presentan como líderes, aunque no se sabe bien qué van a liderar o presidir. Vivimos tiempos convulsos en los que el exceso de información manipulada nos desinforma.
En la web del gobierno de España, cuando nos presenta su propio órgano de publicidad, se puede leer: “La publicidad y comunicación institucional se conciben al servicio de los intereses de los ciudadanos para facilitar el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes. Todo ello, mediante un uso adecuado de los fondos públicos que persiga el objetivo de difundir el mensaje común de la Administración para dar a conocer a los ciudadanos los servicios que presta y las actividades que desarrolla”.
Según el gobierno, son los intereses de los ciudadanos los que justifican que se gaste dinero recaudado impositivamente a los propios ciudadanos para que puedan éstos recibir los “mensajes que el Gobierno [les] dirige”. Sin embargo, me temo que el concepto de publicidad y comunicación que manejan los gobiernos es algo muy diferente a lo que se nos dice.
Con ocasión de la terrible pandemia, hemos podido comprobar cómo algunos de los principios de manipulación de masas han venido ejecutándose con descaro. Recordemos cómo meses atrás se suspendió el ejercicio de derechos fundamentales. Pero no menos asombro produce la indudable calidad técnica de la manipulación política en la actualidad. Se trata hoy día de la utilización de complejos análisis y estudios dirigidos por quienes detentan el poder para mantenerse en él y esto se traduce en vulnerabilidad de la ciudadanía.
Si observamos la realidad española desde un punto de vista, progresista y sedicentemente democrático, como si lo miramos recordando las siniestras técnicas de las peores dictaduras, podremos comprobar que en España la propaganda usada por los gobiernos, centrales y algunos autonómicos, responde no a la necesidad de atender los intereses de la ciudadanía a facilitarles el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes. Más bien pareciera que esa propaganda responde a una intención de algunos “gobernantes” de controlar la voluntad de las personas.
No se trata de una cuestión ideológica, por ello distinguiré dos puntos de vista: el progresista y el dictatorial o absolutista.
Un ejemplo del primero se encuentra en los escritos de A. Noam Chomsky, conocido lingüista, filósofo, politólogo y activista estadounidense, crítico contra el capitalismo contemporáneo, es decir, comunista. Chomsky dejó constancia escrita de diez estrategias de manipulación masiva descaradas.
Un ejemplo del segundo, es decir, desde la perspectiva repugnante de una tiranía dictatorial como fue el nacional socialismo, podría ser P. Joseph Goebbels, político alemán que ocupó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945.
Por un lado tenemos los llamados 11 principios de la propaganda nacional socialista creados por Goebbels y por el otro las “10 estrategias” de Chomsky. Ambos contienen criterios que sin dificultad podremos reconocer en una realidad española que comienza a ser calificada de inquietante.
Simplificándolos excesivamente me quedo con la estrategia de la distracción de Chomsky. Se trata de lo que se ha dado en llamar “cortinas de humo”. Se busca despistar, distraer la atención de las personas mediante noticias, reales o falsas, para que dejen de pensar en cuestiones más importantes que verdaderamente les afectan. En España comienza a ser frecuente que los escándalos se oculten con otros escándalos… todos ellos bien reales y casi siempre implicando delitos que quedan generalmente impunes.
Y relacionado con esta estrategia de la distracción está el principio “goebbelsiano” de la exageración y desfiguración. También conocido como el principio de la inseguridad, mediante el cual se utiliza, a modo de distracción, cualquier anécdota hasta convertirla en una amenaza. Ello sirve no sólo para apartar el foco de atención de lo importante, sino también para crear terror en la gente a fin de dominar la mejor, ofreciendo al personal solución a todos sus problemas.
Los ejemplos a esta estrategia y a este principio, salen a raudales tras la lectura de la prensa diaria. Llegados a este punto, solo cabe que la ciudadanía adquiera mayor madurez democrática. Ya Mafalda se quejaba de la existencia de más problemólogos que solucionólogos, y precisamente ahí, es donde radica el mayor inconveniente. Llegados a este punto hay que traer a colación el capítulo IV del Evangelio de San Mateo cuando decía: "Guardaos de los falsos profetas", que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, y dentro son lobos rapaces. - Por sus frutos luego los conoceréis, "¿por ventura se cogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?" Así todo árbol bueno lleva buenos frutos; y el mal árbol lleva malos frutos. Así, pues, por los frutos de ellos les conoceréis. Y tú, ¿Qué eres? ¿Problemólogo o solucionólogo? Mafalda, presidenta.
Lorena Hernández del Río




























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