REPÚBLICO
Paradojas de la política en España
El problema político de España no se halla en esta izquierda revolucionaria, anacrónica, desfasada, sino en la derecha. Me explico. Esta nación tiene varias derechas. El genial Gustavo Bueno encontró siete izquierdas, siete ideologías distintas, pues, en el mundo mundial. En esta resquebrajada, estabulada, desquiciada geografía, en nuestra piel de toro, existen las siguientes formaciones zurdas: PSOE, Unidas Podemos, Bildu, ERC, que son republicanos payeses, en su génesis fascistas, y otros grupúsculos menores, que se consideran marxistas, sin entender ni haber leído al genio de Tréveris; otros, ignorantes de los genocidios del georgiano, más estalinistas; algunos, contados, más nostálgicos de Lenin, Mao y Ho Chi Minh.
Pero mi interés consiste en clasificar a la derecha política, la que representan PP, centrista, porque le da vergüenza definirse como conservador; Vox, la derecha auténtica, formación que surge de la deriva apolítica y “cobardiana”, “pasota” del rajoyismo, y Ciudadanos, con génesis socialdemócrata y después liberal y ahora…ni se sabe. A estos tres partidos políticos les une la nación, la Constitución del 78 y su apuesta por la economía de mercado.
Pero hay otra derecha, la nacionalista, la separatista, la antiespañola, la que representan PNV, partido creado por un racista de libro, Sabino Arana, que, a final de su vida, cayó en la cuenta de que lo vasco es español. Un paisano suyo, más culto, más preparado, genial, Unanumo, llegó a afirmar que, como vasco, era doblemente español. También hay otra derecha que odia a España, la catalana, la de Pujol, Puigdemont, Torra y demás monstruos del etnicismo.
Dos primeros párrafos para la taxonomía de los partidos conservadores. Pero también existe una derecha económica, la que maneja el dinero, la del IBEX, que siempre ha preferido gobiernos de izquierda, como los del González en su momento, y ahora el de Pedro Sánchez, aunque le mosquee el comodín de Galapagar. Razones: ganaron siempre más dinero con el PSOE que con el PP y, además, con ejecutivos de izquierdas, salvo excepciones, los sindicatos guardan silencio. De hecho, es el gran capital español el que mantiene un grupo mediático en quiebra económica, y fue Sáenz de Santamaría la política que evitó la desaparición de dos canales de televisión claves para mantener, apuntalar, sujetar culturalmente al actual gobierno y al que venga, siempre que sea de izquierdas. Paradojas políticas-económicas que se dan en la nación más vieja de Europa.
Un ciudadano europeo inteligente, pongamos un francés, no entendería que su Constitución acogiese a partidos secesionistas, que buscaran, pues, la independencia de Francia. Jamás. Y se volvería loco si sus partidos de izquierda apoyaran a esas formaciones que buscan la quiebra de la nación. En Alemania, una República Federal, que se convirtió en nación a finales del siglo XIX, que padeció dos guerras mundiales, que conoció cómo se las gastas los totalitarismos, en de los nacional-socialistas y el de los comunistas, están prohibidas las formaciones que se definen por ambas ideologías.
Pero, en España, siempre tan original, el PSOE, la izquierda española de siempre, unas veces revolucionaria, como demuestra la historia, con golpes de Estado en 1917, 1934 y durante los meses anteriores a julio de 1936, como proclamaba en mítines y periódicos Largo Caballero, y otras veces socialdemócrata, como con el felipismo, bajo cuyos gobiernos se ejecutaron todas las medidas económicas que exigió el gran capital europeo y americano, odia a la derecha española, pero pacta con la derecha racista, ultraconservadora, vasca y catalana, incluso con los filoetarras de Bildu y otros grupúsculos marxistas o lo que sean catalanes.
Traduzco: Sánchez prefiere hacer buenas migas con los chantajistas de PNV, que traicionaron a la República en el 1936, y los conservadores catalanes antes que con los partidos del centro derecha español. Es decir, negocia los presupuestos y el reparto de los 140.000 millones de euros que nos da Europa con los enemigos de la Constitución, de la nación española y con los asesinos de muchos militantes socialistas durante el periodo democrático y, por supuesto, con los grandes empresarios españoles: los que mandan en el Banco de Santander, Telefónica, BBVA, Iberdrola y grandes constructoras, etc.
Me temo que el presidente más guapo de la democracia, con permiso de Adolfo Suárez, desconoce la propia historia de su partido. Verbigracia, el pensamiento de Negrín durante la Guerra Civil: “No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. De ninguna manera. Estoy haciendo la guerra por España y para España. Por su grandeza y para su grandeza. Se equivocan gravemente los que otra cosa supongan. No hay más que una nación: ¡España! No se puede consentir esta sorda y persistente campaña separatista, y tiene que ser cortada de raíz. Nadie se interesa tanto como yo por las peculiaridades de su tierra; amo entrañablemente todas las que se refieren a Canarias y no desprecio sino que exalto las que poseen otras regiones, pero por encima de todas esas peculiaridades, España”.
Comprendo que un comunista no ame a la nación en la que vio la luz primera, porque su patria es toda la tierra, que según Zapatero, era del viento. Un marxista, por ende internacionalista, ni piensa, ni quiere a España, ni a sus símbolos, banderas e himnos. Pero un socialdemócrata que se precie debería amar a su patria. Felipe y Guerra sí se sintieron españoles. Besteiro, Indalecio Prieto, Negrín, también. De Largo no sabría qué decir, porque también quiso ser Lenin. En fin.
Insisto en el grave problema de la derecha española, fracturada, con distintos intereses: la política y la del gran capital, con querencias, toda una paradoja, por las izquierdas, más las ultraderechas racistas regionales, la vasca y la catalana. He ahí las claves para entender, comprender, asimilar la historia de España desde que el franquismo más inteligente y las fuerzas de izquierdas decidieron construir esta democracia, falta de calidad, de clase, de verdad, de catarsis. La quiebra de nuestra nación acontecerá a causa de las divergencias entre las derechas políticas, económicas y secesionistas. Los ingenieros sociales, marxistas, socialistas y secesionistas aprovecharán esa antítesis entre los conservadores para acabar con la España de 1978. Alea jacta est.
Recuerdo, pues para concluir, una frase de Azaña, al que homenajeó ante su tumba, en Montauban, Pedro Sánchez: “Os permito, tolero, admito, que no os importe la República, pero no que no os importe España. El sentido de la Patria no es un mito”. No va más.
Eugenio-Jesús de Ávila
El problema político de España no se halla en esta izquierda revolucionaria, anacrónica, desfasada, sino en la derecha. Me explico. Esta nación tiene varias derechas. El genial Gustavo Bueno encontró siete izquierdas, siete ideologías distintas, pues, en el mundo mundial. En esta resquebrajada, estabulada, desquiciada geografía, en nuestra piel de toro, existen las siguientes formaciones zurdas: PSOE, Unidas Podemos, Bildu, ERC, que son republicanos payeses, en su génesis fascistas, y otros grupúsculos menores, que se consideran marxistas, sin entender ni haber leído al genio de Tréveris; otros, ignorantes de los genocidios del georgiano, más estalinistas; algunos, contados, más nostálgicos de Lenin, Mao y Ho Chi Minh.
Pero mi interés consiste en clasificar a la derecha política, la que representan PP, centrista, porque le da vergüenza definirse como conservador; Vox, la derecha auténtica, formación que surge de la deriva apolítica y “cobardiana”, “pasota” del rajoyismo, y Ciudadanos, con génesis socialdemócrata y después liberal y ahora…ni se sabe. A estos tres partidos políticos les une la nación, la Constitución del 78 y su apuesta por la economía de mercado.
Pero hay otra derecha, la nacionalista, la separatista, la antiespañola, la que representan PNV, partido creado por un racista de libro, Sabino Arana, que, a final de su vida, cayó en la cuenta de que lo vasco es español. Un paisano suyo, más culto, más preparado, genial, Unanumo, llegó a afirmar que, como vasco, era doblemente español. También hay otra derecha que odia a España, la catalana, la de Pujol, Puigdemont, Torra y demás monstruos del etnicismo.
Dos primeros párrafos para la taxonomía de los partidos conservadores. Pero también existe una derecha económica, la que maneja el dinero, la del IBEX, que siempre ha preferido gobiernos de izquierda, como los del González en su momento, y ahora el de Pedro Sánchez, aunque le mosquee el comodín de Galapagar. Razones: ganaron siempre más dinero con el PSOE que con el PP y, además, con ejecutivos de izquierdas, salvo excepciones, los sindicatos guardan silencio. De hecho, es el gran capital español el que mantiene un grupo mediático en quiebra económica, y fue Sáenz de Santamaría la política que evitó la desaparición de dos canales de televisión claves para mantener, apuntalar, sujetar culturalmente al actual gobierno y al que venga, siempre que sea de izquierdas. Paradojas políticas-económicas que se dan en la nación más vieja de Europa.
Un ciudadano europeo inteligente, pongamos un francés, no entendería que su Constitución acogiese a partidos secesionistas, que buscaran, pues, la independencia de Francia. Jamás. Y se volvería loco si sus partidos de izquierda apoyaran a esas formaciones que buscan la quiebra de la nación. En Alemania, una República Federal, que se convirtió en nación a finales del siglo XIX, que padeció dos guerras mundiales, que conoció cómo se las gastas los totalitarismos, en de los nacional-socialistas y el de los comunistas, están prohibidas las formaciones que se definen por ambas ideologías.
Pero, en España, siempre tan original, el PSOE, la izquierda española de siempre, unas veces revolucionaria, como demuestra la historia, con golpes de Estado en 1917, 1934 y durante los meses anteriores a julio de 1936, como proclamaba en mítines y periódicos Largo Caballero, y otras veces socialdemócrata, como con el felipismo, bajo cuyos gobiernos se ejecutaron todas las medidas económicas que exigió el gran capital europeo y americano, odia a la derecha española, pero pacta con la derecha racista, ultraconservadora, vasca y catalana, incluso con los filoetarras de Bildu y otros grupúsculos marxistas o lo que sean catalanes.
Traduzco: Sánchez prefiere hacer buenas migas con los chantajistas de PNV, que traicionaron a la República en el 1936, y los conservadores catalanes antes que con los partidos del centro derecha español. Es decir, negocia los presupuestos y el reparto de los 140.000 millones de euros que nos da Europa con los enemigos de la Constitución, de la nación española y con los asesinos de muchos militantes socialistas durante el periodo democrático y, por supuesto, con los grandes empresarios españoles: los que mandan en el Banco de Santander, Telefónica, BBVA, Iberdrola y grandes constructoras, etc.
Me temo que el presidente más guapo de la democracia, con permiso de Adolfo Suárez, desconoce la propia historia de su partido. Verbigracia, el pensamiento de Negrín durante la Guerra Civil: “No estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. De ninguna manera. Estoy haciendo la guerra por España y para España. Por su grandeza y para su grandeza. Se equivocan gravemente los que otra cosa supongan. No hay más que una nación: ¡España! No se puede consentir esta sorda y persistente campaña separatista, y tiene que ser cortada de raíz. Nadie se interesa tanto como yo por las peculiaridades de su tierra; amo entrañablemente todas las que se refieren a Canarias y no desprecio sino que exalto las que poseen otras regiones, pero por encima de todas esas peculiaridades, España”.
Comprendo que un comunista no ame a la nación en la que vio la luz primera, porque su patria es toda la tierra, que según Zapatero, era del viento. Un marxista, por ende internacionalista, ni piensa, ni quiere a España, ni a sus símbolos, banderas e himnos. Pero un socialdemócrata que se precie debería amar a su patria. Felipe y Guerra sí se sintieron españoles. Besteiro, Indalecio Prieto, Negrín, también. De Largo no sabría qué decir, porque también quiso ser Lenin. En fin.
Insisto en el grave problema de la derecha española, fracturada, con distintos intereses: la política y la del gran capital, con querencias, toda una paradoja, por las izquierdas, más las ultraderechas racistas regionales, la vasca y la catalana. He ahí las claves para entender, comprender, asimilar la historia de España desde que el franquismo más inteligente y las fuerzas de izquierdas decidieron construir esta democracia, falta de calidad, de clase, de verdad, de catarsis. La quiebra de nuestra nación acontecerá a causa de las divergencias entre las derechas políticas, económicas y secesionistas. Los ingenieros sociales, marxistas, socialistas y secesionistas aprovecharán esa antítesis entre los conservadores para acabar con la España de 1978. Alea jacta est.
Recuerdo, pues para concluir, una frase de Azaña, al que homenajeó ante su tumba, en Montauban, Pedro Sánchez: “Os permito, tolero, admito, que no os importe la República, pero no que no os importe España. El sentido de la Patria no es un mito”. No va más.
Eugenio-Jesús de Ávila































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