REPÚBLICO
Religiones: del paraíso en el cielo al paraíso en la tierra
El católico pío necesita encontrarse con el menesteroso a la salida del templo para sentirse bien consigo mismo. Se lee en los evangelios aquello de que lo que haga tu mano izquierda que no lo sepa la derecha. Hay almas pías que no se leyeron las sagradas escrituras. Eso es propio de una religión con 2.000 años de vida.
La gran religión moderna, el comunismo, que tuvo por profeta también a un judío, converso, Marx, también necesita de los parias, de los desheredados de la fortunas, de los pobres para practicar su caridad, para el proselitismo de sus mandamientos. “Patrocinar al pobre ha sido siempre, en política, el más seguro medio de enriquecerse”. Aforismo del gran genio Gómez Dávila. Porque, en efecto, la famélica legión necesita el alimento del Estado. Todo para el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado, que diría Mussolini, creador del fascismo, que no deja de ser un comunismo patriótico. El otro carece de patria. Un marxista auténtico carece de nación. De ahí la Internacional. No debe olvidar el lector que el invento del comunismo le pertenece a un judío y los hebreos no tienen patria. De ahí su proselitismo sobre la causa del internacionalismo.
Iglesias, que es un parvulito del marxismo, confesó que los comunistas necesitan una sociedad en quiebra económica, moral, para asaltar los cielos, porque la izquierda revolucionara solo alcanza el poder cuando se dan esas condiciones híper precarias en la nación que aspira a gobernar. ¡Cuánto peor, mejor para la revolución! España, sin duda, irá a peor en breve. Pero ya los revolucionarios han dado el primer paso para la toma del Palacio de Invierno: controlar la Justicia. De libro. Quién haya leído historia, conocerá cómo se comporta un revolucionario. Recomiendo acudir a la historia, en concreto, la toma por los jacobinos de la Justicia durante la Revolución Francesa. Ahí está todo. Lenin también bebió de Robespierre y del Comité de Salud Pública, organismos desde el que se guillotinaba a los enemigos de la revolución. También se contaba con el célebre libelo “El amigo del pueblo”, que dirigiera Jean Paul Marat, asesinado por la girondina Carlota Corday mientras se bañaba, momento que representa el célebre óleo de Jacques Louis David.
La España de la clase media jamás apostaría en las urnas, en una democracia liberal, por votar a un partido comunista para gobernar la nación. El coronavirus, con todo el caos sanitario y social que conocemos, no es condición sine qua non para que Iglesias y sus cuates, todos de la pequeña burguesía funcionarial, con alguna rica como Bescansa, represaliada por la ortodoxia, como sucede siempre en el comunismo genuino –Purgas de Moscú-; pero si las consecuencias de la pandemia vírica se extienden hasta la pandemia económica, el podemismo encontrará motivos para predicar su revolución, el chavismo en Europa. Porque esta gente no es demócrata, sino su antítesis. Aprovecha la democracia liberal y sus urnas, la libertad para crecer, alimentarse, nutrirse y, cuando se dan las condiciones idóneas, quebrar todas las instituciones democráticas y construir su edificio revolucionario, su estructura totalitaria, su ingeniería social. Podemos ama la dictadura del proletariado. Después, como ha demostrado la historia, siempre sabia, mantendrá el sistema per scula seculorum.
Vladimir Illich Ulianov fue el apóstol del marxismo. No olvidemos la respuesta que le dio a Fernando de los Ríos (PSOE) cuando lo visitó en el Kremlin y le preguntó por cuándo llegaría la libertad para el pueblo ruso. El tirano, que también tenía sangre judía, como Zinoviev, Kámenev, Trotski, respondió aquello de: “Libertad: ¿para qué? En efecto. La libertad es una excusa para asaltar los cielos. Por cierto, frase que tampoco pertenece a Marx, la tomó Hörderling, el poete romántico alemán, que a su vez bebió en Titanomaquia, cuando los titanes desafiaron a los dioses del Olimpo. Sucede que en otoño los cielos visten nubes negras o nieblas blancas.
Eugenio-Jesús de Ávila
El católico pío necesita encontrarse con el menesteroso a la salida del templo para sentirse bien consigo mismo. Se lee en los evangelios aquello de que lo que haga tu mano izquierda que no lo sepa la derecha. Hay almas pías que no se leyeron las sagradas escrituras. Eso es propio de una religión con 2.000 años de vida.
La gran religión moderna, el comunismo, que tuvo por profeta también a un judío, converso, Marx, también necesita de los parias, de los desheredados de la fortunas, de los pobres para practicar su caridad, para el proselitismo de sus mandamientos. “Patrocinar al pobre ha sido siempre, en política, el más seguro medio de enriquecerse”. Aforismo del gran genio Gómez Dávila. Porque, en efecto, la famélica legión necesita el alimento del Estado. Todo para el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado, que diría Mussolini, creador del fascismo, que no deja de ser un comunismo patriótico. El otro carece de patria. Un marxista auténtico carece de nación. De ahí la Internacional. No debe olvidar el lector que el invento del comunismo le pertenece a un judío y los hebreos no tienen patria. De ahí su proselitismo sobre la causa del internacionalismo.
Iglesias, que es un parvulito del marxismo, confesó que los comunistas necesitan una sociedad en quiebra económica, moral, para asaltar los cielos, porque la izquierda revolucionara solo alcanza el poder cuando se dan esas condiciones híper precarias en la nación que aspira a gobernar. ¡Cuánto peor, mejor para la revolución! España, sin duda, irá a peor en breve. Pero ya los revolucionarios han dado el primer paso para la toma del Palacio de Invierno: controlar la Justicia. De libro. Quién haya leído historia, conocerá cómo se comporta un revolucionario. Recomiendo acudir a la historia, en concreto, la toma por los jacobinos de la Justicia durante la Revolución Francesa. Ahí está todo. Lenin también bebió de Robespierre y del Comité de Salud Pública, organismos desde el que se guillotinaba a los enemigos de la revolución. También se contaba con el célebre libelo “El amigo del pueblo”, que dirigiera Jean Paul Marat, asesinado por la girondina Carlota Corday mientras se bañaba, momento que representa el célebre óleo de Jacques Louis David.
La España de la clase media jamás apostaría en las urnas, en una democracia liberal, por votar a un partido comunista para gobernar la nación. El coronavirus, con todo el caos sanitario y social que conocemos, no es condición sine qua non para que Iglesias y sus cuates, todos de la pequeña burguesía funcionarial, con alguna rica como Bescansa, represaliada por la ortodoxia, como sucede siempre en el comunismo genuino –Purgas de Moscú-; pero si las consecuencias de la pandemia vírica se extienden hasta la pandemia económica, el podemismo encontrará motivos para predicar su revolución, el chavismo en Europa. Porque esta gente no es demócrata, sino su antítesis. Aprovecha la democracia liberal y sus urnas, la libertad para crecer, alimentarse, nutrirse y, cuando se dan las condiciones idóneas, quebrar todas las instituciones democráticas y construir su edificio revolucionario, su estructura totalitaria, su ingeniería social. Podemos ama la dictadura del proletariado. Después, como ha demostrado la historia, siempre sabia, mantendrá el sistema per scula seculorum.
Vladimir Illich Ulianov fue el apóstol del marxismo. No olvidemos la respuesta que le dio a Fernando de los Ríos (PSOE) cuando lo visitó en el Kremlin y le preguntó por cuándo llegaría la libertad para el pueblo ruso. El tirano, que también tenía sangre judía, como Zinoviev, Kámenev, Trotski, respondió aquello de: “Libertad: ¿para qué? En efecto. La libertad es una excusa para asaltar los cielos. Por cierto, frase que tampoco pertenece a Marx, la tomó Hörderling, el poete romántico alemán, que a su vez bebió en Titanomaquia, cuando los titanes desafiaron a los dioses del Olimpo. Sucede que en otoño los cielos visten nubes negras o nieblas blancas.
Eugenio-Jesús de Ávila































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