Miércoles, 26 de Noviembre de 2025

Lorena Hernández del Río
Lunes, 12 de Octubre de 2020
POR DERECHO

Toreros y maestros calceteiros

[Img #44694]Paseando por el rio me preguntaba que le habrá pasado por la cabeza del matador Sebastián Castella para cortarse la coleta. Hoy, los aficionados taurinos residentes en Madrid no podrán viajar a Córdoba para presenciar el cartel presidido por Morante y Juan Ortega el día doce de octubre. Con mi mente abstraída en lo taurino, me observé con la cabeza gacha, mirando el suelo y recordé que a poca distancia de Zamora se encuentra la frontera con Portugal, nuestro país hermano.

Ana Laíns, hermosa voz de la canción portuguesa, se ha referido a lo que llama la “portugalidad”, y que es todo lo que transporta la identidad de Portugal como entidad resultante de las herencias de miles de años de historia, un pueblo invadido por otros y que también fue colonizador de otros distintos. Lo portugués. Su cultura. La lengua portuguesa, que tiene más de 800 años, la música, la arquitectura, etcétera.

Tradicionalmente, se cree que el denominado Tratado de Zamora, resultado de la conferencia de paz entre Alfonso I de Portugal y el rey Alfonso VII de León, los días 4 y 5 de octubre de 1143, supuso la fecha del nacimiento del Reino de Portugal. Después vendría la llamada unión ibérica entre Portugal y España, gobernadas por el mismo rey: Felipe II de España. Esa unión ibérica duró desde 1580 hasta 1640.

Cada vez que contemplo pueblos y ciudades de Portugal o de otras tierras en las que recaló la cultura y la vida portuguesa, bien en ultramar o bien incluso en España en alguna ciudad en tiempos portuguesa, como es el caso de Olivenza, te topas con un tipo especial de arte hecho en piedra, aunque no sea precisamente arquitectónico.

Me refiero al llamado empedrado portugués («calçada portuguesa», en portugués). Es una clase de revestimiento del suelo, en calzadas, aceras, patios, parques y espacios públicos. Es algo originario de Portugal, donde surgió a mediados de siglo XIX. Se empleó por primera vez en Lisboa en 1842 y curiosamente, ese primer trabajo artesanal fue realizado por reclusos bajo las órdenes del gobernador militar del Castillo de San Jorge. El empedrado portugués se extendió rápidamente por todo el país y sus colonias, dando lugar a obras maestras artísticas en los pavimentos urbanos, siendo solicitados maestros calceteiros para trabajar en la pavimentación en diversos lugares del mundo.

El empedrado portugués consiste en pavimentar con piedras de basalto o calizas, cortadas de forma irregular, a modo de mosaicos, formando patrones decorativos mediante el contraste de colores, generalmente, el blanco y el negro, aunque también en ocasiones, con los colores marrón y rojo; e incluso azul y verde, a veces, en Brasil.

En Portugal, los artesanos dedicados a configurar este tipo de pavimentos se llaman mestres calceteiros. En 1986 el Ayuntamiento de Lisboa construyó una escuela para pavimentadores ubicada en Quinta del Conde dos Arcos.

El trabajo de los calceteiros consiste en unir las piedras ayudándose de un martillo para ajustarlas y marcar el dibujo de zonas de diferentes colores piedra a piedra. Los diseños son variados, desde simples figuras geométricas hasta retratos de personajes famosos como la llamada "reina" del fado, Amália Rodrigues, que el artista luso Vhils firmó el año pasado en el tradicional barrio de Alfama, en Lisboa.

Lo que continuaba preguntándome en mi paseo matutino, es que dada la complejidad para poder asistir a una corrida de toros, quizá debamos hacer de la portugalidad, una españolidad para acabar cambiando la tierra del albero por un empadrado portugués y hacer de nuestros magníficos toreros, unos mestres calceteiros que, pese a todo, continúan haciendo arte.

 

Os mestres calceteiros.

 

Calçam de lado a lado a longa rua…

Tomam por outra parte os viandantes?

E o ferro e pedra —que unia sonora! —

Retinem alto pelo espaço fora,

 

Com choques rijos, ásperos, cantantes.

 

(Cristalizaçoes)

(Cesário Verde)

 

Los calceteiros.

 

Calzan de lado a lado la larga calle…

 

Se van a otro lado los viandantes,

Y el hierro y la piedra —¡qué unión sonora! —

Tañen fuerte en el espacio abierto,

Con choques recios, ásperos, cantantes.

 

Lorena Hernández del Río

 

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