CON LOS CINCO SENTIDOS
Somos
Somos seres que se evaporan en el aire de una húmeda mañana entre el otoño y el invierno, seres que conviven, que se rozan levemente a veces, que se enamoran y que se rompen, que se subliman llorando cuando escuchan esa pieza de música que les toca el alma hasta convertirla en dulce de leche para ser devorada por los cuervos o por los buitres que siempre están al acecho, esperando su dosis de carroña o de lo poco que quede de una persona a la que se le evaporó el alma entre las nubes.
No sé qué me deparará el mañana y si lo que me ha de aguardar será bonito y dichoso, o más de lo mismo. Tampoco quiero saberlo. ¿Para qué saber lo que te ocurrirá antes de tiempo? Jamás querría saberlo, prefiero ir andando mi camino día tras día, con los ratos buenos y los menos buenos. Con los ratos malos y los ratos de dolor insuperable que creo no podré resistir, pero resisto, el cuerpo y la mente humanos son más fuertes de lo que pensamos y resurgen hasta de sus propias cenizas, ya frías, después de una gran combustión de cuerpo y alma.
Pero, ¿y si se me agotan las fuerzas? ¿y si pasado un corto espacio de tiempo no puedo con el saco de piedras que llevo arrastrando desde que nací? Alguna piedra dejé por el camino, algún caminante me ayudo en contadas ocasiones a sobrellevar ese inmundo saco. Reconozco que en ciertas situaciones comprometidas saqué alguna piedra para arrojarla a un río o a una persona que me hirió. Espero que le hiciera daño, al menos un daño de la misma magnitud que el que me fue causado.
Pero aún me quedan muchas piedras y mis delgados huesos ya no pueden portar el saco a la espalda, ésta me duele, me duele tanto que he de sentarme a descansar cada cinco minutos para no desfallecer. No me interesa ya lo que se me ofrece, creo que voy a dejar el saco en mitad del camino para que se lo lleve otro, para poder respirar y caminar erguida sin que nada me impida recordar que hasta hace bien poco caminaba como si estuviese encorvada por el peso del saco. Soy joven, puedo emprender camino de nuevo sin miedo. Ya he pasado bastante
De donde sólo había cenizas frías salí yo. Soy lo que soy, una superviviente en un mundo lleno de hienas que quieren comerme el alma. Pero ahora voy ligera de carga, fuerte. Nada conseguirá, sólo la muerte, apartarme de mi objetivo de seguir haciendo lo que me dicte el corazón. Puede que me equivoque, que sufra de nuevo, lo sé. Pero jamás dejaré que me venza el miedo al fracaso. Soy valiente y he pasado por mil batallas. Ésta sólo fue una más. Somos aquello de lo que estamos hechos. Si eres un mierda, estás hecho de mierda, si eres bueno, de bondad, si eres valiente, de valentía, si eres de aire, como yo, estarás en todas partes y te respirarán todos aunque no quieran. Empaparás sus pulmones sin que lo noten, pero algo de ti quedará en ellos por siempre.
Nélida L. del Estal Sastre
Somos seres que se evaporan en el aire de una húmeda mañana entre el otoño y el invierno, seres que conviven, que se rozan levemente a veces, que se enamoran y que se rompen, que se subliman llorando cuando escuchan esa pieza de música que les toca el alma hasta convertirla en dulce de leche para ser devorada por los cuervos o por los buitres que siempre están al acecho, esperando su dosis de carroña o de lo poco que quede de una persona a la que se le evaporó el alma entre las nubes.
No sé qué me deparará el mañana y si lo que me ha de aguardar será bonito y dichoso, o más de lo mismo. Tampoco quiero saberlo. ¿Para qué saber lo que te ocurrirá antes de tiempo? Jamás querría saberlo, prefiero ir andando mi camino día tras día, con los ratos buenos y los menos buenos. Con los ratos malos y los ratos de dolor insuperable que creo no podré resistir, pero resisto, el cuerpo y la mente humanos son más fuertes de lo que pensamos y resurgen hasta de sus propias cenizas, ya frías, después de una gran combustión de cuerpo y alma.
Pero, ¿y si se me agotan las fuerzas? ¿y si pasado un corto espacio de tiempo no puedo con el saco de piedras que llevo arrastrando desde que nací? Alguna piedra dejé por el camino, algún caminante me ayudo en contadas ocasiones a sobrellevar ese inmundo saco. Reconozco que en ciertas situaciones comprometidas saqué alguna piedra para arrojarla a un río o a una persona que me hirió. Espero que le hiciera daño, al menos un daño de la misma magnitud que el que me fue causado.
Pero aún me quedan muchas piedras y mis delgados huesos ya no pueden portar el saco a la espalda, ésta me duele, me duele tanto que he de sentarme a descansar cada cinco minutos para no desfallecer. No me interesa ya lo que se me ofrece, creo que voy a dejar el saco en mitad del camino para que se lo lleve otro, para poder respirar y caminar erguida sin que nada me impida recordar que hasta hace bien poco caminaba como si estuviese encorvada por el peso del saco. Soy joven, puedo emprender camino de nuevo sin miedo. Ya he pasado bastante
De donde sólo había cenizas frías salí yo. Soy lo que soy, una superviviente en un mundo lleno de hienas que quieren comerme el alma. Pero ahora voy ligera de carga, fuerte. Nada conseguirá, sólo la muerte, apartarme de mi objetivo de seguir haciendo lo que me dicte el corazón. Puede que me equivoque, que sufra de nuevo, lo sé. Pero jamás dejaré que me venza el miedo al fracaso. Soy valiente y he pasado por mil batallas. Ésta sólo fue una más. Somos aquello de lo que estamos hechos. Si eres un mierda, estás hecho de mierda, si eres bueno, de bondad, si eres valiente, de valentía, si eres de aire, como yo, estarás en todas partes y te respirarán todos aunque no quieran. Empaparás sus pulmones sin que lo noten, pero algo de ti quedará en ellos por siempre.
Nélida L. del Estal Sastre





























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